El presidente Nicolás Maduro Moros realizó visitas a Brasil, Türkiye y Arabia Saudita, con lo cual reposiciona una presencia en espacios internacionales que impone una verdad objetiva: el aislacionismo en contra de Venezuela —y, por ende, contra su propia figura— fracasó rotundamente.
En Brasilia el mandatario venezolano asistió a la Cumbre de Presidentes Sudamericanos organizada por Luis Inácio Lula da Silva. En esta cita, a casi 10 años del último encuentro de máximos jefes en la región, Maduro abogó por el fortalecimiento de vínculos y por la construcción de un fuerte bloque sureño para así zanjar la relación de nuestros países frente a un sistema-mundo cambiante.
Además, en rueda de prensa conjunta con Lula, manifestó la voluntad de Venezuela de unirse a los Brics, un órgano de Estados emergentes que hasta ahora cuenta con 30 solicitudes de adhesión en todo el orbe.
En Türkiye asistió a la toma de posesión del reelecto presidente Recep Tayyip Erdogan. Trascendieron ante las cámaras la efusividad de este hacia Maduro y una manifestación pública de agradecimiento por su asistencia al lugar. Maduro compartió escena con líderes provenientes principalmente del mundo euroasiático y fue el único presidente latinoamericano en la cita.
El mandatario hizo parada en Arabia Saudita, donde se reunió con el príncipe heredero Mohammad bin Salman, quien ejerce funciones plenas de gobierno por imposibilidad física y mental del rey Salman bin Abdulaziz. Maduro fue recibido en la puerta del Palacio de Jeddah, en una recepción idéntica a la que recibió Joe Biden en julio de 2022 antes del distanciamiento de los árabes con Estados Unidos.
En el marco de este encuentro, el presidente venezolano informó sobre la realización de una Comisión Mixta Arabia Saudita-Venezuela, mecanismo que ha permitido a la nación suramericana elevar la calidad de sus vínculos con países socios en múltiples áreas y que hasta los momentos había sido inédito en sus relaciones bilaterales.
Recuperación del espacio internacional
Venezuela ha retomado lugar en la escena internacional en los últimos años, tal como ocurrió en la Cumbre Iberoamericana organizada por Andorra en la que participó la vicepresidenta Delcy Rodríguez a traves de vía remota —debido a restricciones de la pandemia—. El mandatario venezolano también pudo participar en la Cumbre Iberoamericana de este año organizada en Santo Domingo, República Dominicana, pero declinó por un "falso positivo" de covid-19.
También acudió en noviembre pasado a la Cumbre por el Cambio Climático COP27 organizada en Egipto, donde coincidió con varios líderes mundiales, entre ellos Enmanuel Macron de Francia, postal que fue sumamente reseñada en su momento.
Así, las salidas del mandatario, desde su asistencia a la Cumbre de la Celac de 2021 en México y hasta el presente, luego de haber recorrido China, Rusia, Irán, Cuba y otros países, han significado un revuelo político en el extranjero, que en términos puramente objetivos es injustificable.
El desarrollo de la política real en Venezuela ha dejado claro que solo Maduro ha ejercido el poder legítimo y que, por tanto, sus salidas al exterior están claramente enmarcadas dentro de sus facultades presidenciales.
◾Han surgido nuevas potencias, nuevas regiones. Los Brics pareciera convertirse en el imán, en el grupo emerrgente más poderoso.
◾ Frente a estos cambios, ¿donde va a quedar Unasur? ¿Dónde va a quedar suramerica? ¿Nos vamos a quedar rezagados? Vamos a ver como pasa el tren…— MV (@Mision_Verdad) May 30, 2023
Sin embargo, es justamente en la escena internacional donde ha ocurrido cierta "disonancia" pues diversos actores políticos y medios han referido a modo señalador la presencia de Maduro en estos espacios, considerando dos aspectos: 1) la orden de captura emitida por el entonces fiscal estadounidense William Barr en el año 2020, la cual no ha sido instrumentada por ningún gobierno y país adonde Maduro ha acudido; y 2) porque hasta hace poco casi 60 gobiernos daban reconocimiento parcial o total al llamado "gobierno interino" de Juan Guaidó como representación venezolana.
De ahí que la propia presencia de Maduro ante mandatarios y gobiernos es una clara afrenta a los designios de la política delineada por Estados Unidos. Implica también una transgresión a tal sistema de "reglas", no sólo en el ámbito judicial sino también en los términos de la diplomacia coercitiva contra Venezuela, pues aunque Juan Guaidó ha quedado defenestrado de la política venezolana ello no implica que la supuesta "dictadura" de Maduro, que teóricamente le privaba del espacio internacional, haya desaparecido.
Claramente, la presencia del gobernante fuera de las fronteras venezolanas coloca en un callejón sin salida los argumentarios y relatos en su contra.
Aunque algunos gobiernos han asumido de manera pragmática el hecho objetivo de que para tener relaciones con Venezuela es necesario tenerlas con Nicolás Maduro, siguen latentes los factores precedentes que dividieron las relaciones internacionales en los últimos años bajo un principio impuesto a rajatabla: reconocer o no reconocerlo como presidente legítimo. Tal fórmula maniquea está quedando atrás.
La asistencia del mandatario venezolano a eventos internacionales es una expresión concreta del fracaso del pretendido aislamiento fraguado en su contra. Pero Maduro no llega al extranjero por favores foráneos. En realidad la recuperación de Venezuela de su espacio internacional es una consecuencia de la política que el mismo mandatario labró dentro de su país, al no permitir que se lograran los objetivos de las grandes operaciones de cambio de régimen que se han orquestado en su contra desde el extranjero.
Aunque el presidente ha empleado al máximo sus vínculos con sus aliados en el mundo, la fuerza motriz de su propia resiliencia ha estado dentro de Venezuela.
La agenda de "máxima presión" fracasó una vez que el Maduro instrumentó todos los mecanismos institucionales posibles para evitar el quiebre institucional, al mantener su centro de gravedad política ejerciendo a plenitud el gobierno, al contener la desestabilización interna y seguidamente anular a sus adversarios, explotando al máximo sus propias debilidades.
El factor tiempo, vía degradación del "gobierno interino", tanto como el lapso que propició los cambios en el cuadro político y económico internacional desde la caída de la administración Trump y el viraje regional al progresismo, dieron oportunidad a Venezuela de superar un cuadro muy adverso. Pero fue Maduro quien logró ganar margen para poder situarse en un contexto diferente, contra muchos pronósticos.
Hay que referir, en términos concretos de tiempo, la dinámica de fabricación de un gobierno paralelo venezolano con gran apoyo extranjero, lo cual fue la medida máxima de pretendido aislacionismo contra Venezuela. Se trata de un compás de apenas cuatro años en los que Maduro fue expulsado de gran parte de la escena internacional, para luego regresar.
Se trata de hechos en realidad muy inusuales, en una escala cronológica muy estrecha en términos de geopolítica. Todos estos elementos son rasgos inapelables de que, en realidad, luego de ser muy subestimado terminó siendo un incisivo y eficaz estratega, el cual logró emplear sus condiciones de ejercicio de poder y el acierto político, alineando todo a su favor.
Toda imagen del presidente Maduro en el extranjero causa revuelo por ser el recordatorio de que los sofisticados y agresivos planes diseñados por desestabilizadores profesionales en oficinas del gobierno estadounidense no son infalibles. Solo unos pocos políticos experimentados, como el propio líder venezolano, pueden llevarlos al fracaso.