La operación de cambio de régimen en Venezuela es de larga data. En los últimos 25 años, cada uno de los intentos en esta dirección se ha sostenido por el financiamiento de Estados Unidos y sus países satélites a una oposición de corte radical que se ha configurado por diseño para representar, defender y viabilizar los intereses geopolíticos de los centros de poder occidentales en el país.
El conflicto político venezolano ocurre en medio una disputa global que lo influye de manera decisiva, cuyo rasgo principal radica en el enfrentamiento generalizado entre la urgencia por perpetuar el modelo unipolar estadounidense y el ascenso acelerado de un nuevo orden multipolar, impulsado principalmente por Rusia, China e Irán desde el decisivo continente euroasiático.
En ese marco, Venezuela ha promovido una participación activa en este nuevo desarrollo de las relaciones internacionales, reafirmando sus condiciones de independencia y soberanía, decisión que ha sido interpretada como un desafío existencial para los núcleos de poder occidentales que buscan capturar —y manejar con carácter de exclusividad— los inmensos recursos naturales del país.
Para el denominado "Occidente colectivo", la batalla por Venezuela se considera una extensión de la guerra híbrida global en curso contra Rusia, China e Irán.
En consecuencia, aniquilar el proyecto bolivariano no solo tendría el beneficio económico y energético comentado sino que sería un ejercicio de disciplinamiento para que, en el futuro, ningún otro Estado de la región explore asociaciones estratégicas y vinculaciones geopolíticas alternativas a las planteadas por Washington.
La operación golpista que está en curso en Venezuela está circunscrita en esta gran conflagración geopolítica, expresada en sus recodos más alarmantes en el genocidio contra Gaza, en la histérica y criminal ofensiva reciente de Israel contra Líbano y en la respuesta del Eje de la Resistencia, pero también en la peligrosa escalada de EE.UU. y la OTAN contra Rusia en suelo ucraniano.
Tomando parte en el reacomodo global
Desde principios del siglo XXI, el enfoque de política exterior de Venezuela ha apuntado hacia la consolidación de un mundo pluricéntrico y multipolar, lo cual marca un espíritu de independencia en su relacionamiento internacional.
Esta visión ha evolucionado con el tiempo al punto de que el presidente Nicolás Maduro Moros se ha planteado el ingreso a los Brics, alianza integral que avanza hacia la construcción de alternativas al sistema financiero, económico y multilateral liderado por Estados Unidos.
El aspecto más reciente en este sentido ha sido la invitación del presidente ruso, Vladímir Putin, a su par venezolano a la cumbre de los Brics que se celebrará en la ciudad rusa de Kazán los días 23 y 24 de octubre próximos.
En la carta de invitación, el mandatario ruso expresó: "Estoy seguro de que su participación personal enriquecerá la próxima discusión, ayudará a identificar áreas prometedoras de la cooperación multilateral en beneficio de la mayoría mundial y, sin duda, contribuirá a un mayor desarrollo progresivo de las relaciones ruso-venezolanas".
En enero pasado, al bloque multipolar se incorporaron Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos. Venezuela ha manifestado un profundo interés en dicha integración, además de insistir en lo vital que sería su rol en el ámbito energético.
Los beneficios de este ingreso para el país son múltiples. En particular, las alternativas transaccionales al dominio el dólar permitirían evadir las limitaciones impuestas por un cruento régimen de sanciones ilegales e impulsarían un crecimiento sostenible y diversificado en el país.
Durante la última semana de septiembre, la vicepresidenta ejecutiva de la República, Delcy Rodríguez, participó en la Semana Rusa de la Energía, evento desarrollado en Moscú bajo una temática central: "Cooperación energética en un mundo multipolar". Allí participaron otros cinco mil expertos y representantes de decenas de países.
En el evento, que concluyó el 28 del mes pasado, se abordaron importantes temas de actualidad sobre la industria energética, desde la futura transición y la lucha contra el cambio climático hasta la robotización, el desarrollo de las tecnologías de la información y la formación del personal.
Durante su participación, la también Ministra de Petróleo destacó la importancia de Venezuela en la forma energética internacional y explicó cómo los países hostigados han resistido el sistema de coerción económica de Estados Unidos, y agregó que "lo que debería constituirse en los Brics es un espacio de redes de países que tengan mecanismos distintos de comercialización".
La participación de Rodríguez resaltó el excelente momento que vive la asociación estratégica con Rusia, con nuevos proyectos en materia de petróleo y gas en puertas.
Por otra parte, los acuerdos con China permitirán aumentar el desarrollo de iniciativas favorables al desempeño económico nacional como las Zonas Económicas Especiales (ZEE).
Al respecto, el jefe de Estado venezolano afirmó en mayo pasado: "Estamos empeñados en impulsar la construcción de una nueva geopolítica mundial, de un mundo nuevo, y una de las apuestas más grandes es seguir profundizando, en términos concretos de acción, la asociación estratégica de alto nivel y a toda prueba que firmé con el presidente Xi Jinping".
Además, Venezuela ha ampliado sus vínculos con países emergentes del Sur Global como Irán, India, Indonesia y Vietnam. También, con otros que son continuamente desprestigiados y atacados por Washington como Cuba o Nicaragua se mantienen vigorosos planes de cooperación en los que destacan la innovación y la resistencia ante los embates, abiertos o encubiertos, de la Casa Blanca.
Más que testigo, Venezuela como actor en la nueva geopolítica
A pocos días de las elecciones en las que resultó vencedor, el presidente Maduro afirmó que las agresiones desde el extremismo opositor son "una reacción al mundo nuevo, al surgimiento de los Brics, de regiones potencias que dibujan un mundo multiverso, multicultural, una nueva geopolítica del poder, y parece que ante eso resurgen los monstruos del fascismo".
Además, aseguró que en Venezuela "se está definiendo el futuro de la humanidad".
Las sanciones contra Venezuela, así como el entramado de operaciones, abiertas o encubiertas, para minar su estabilidad y avance socioeconómico, buscan evitar la incorporación del país en la dinámica geopolítica de la multipolaridad con el objetivo de que sea realineada, con sus vastos recursos energéticos, a la órbita de poder occidental.
La actual operación golpista tiene como antecedentes un paro petrolero, ataques armados desde Colombia, intentos de revoluciones de color, magnicidios frustrados contra el comandante Hugo Chávez y contra el presidente Maduro, operaciones mercenarias y una guerra económica que incluye 947 sanciones unilaterales impuestas por Estados Unidos.
La escalada de los dispositivos de desestabilización, amparados y teledirigidos contra el país desde Washington, es directamente proporcional al cada vez más estrecho relacionamiento de Venezuela con las potencias que lideran la multipolaridad.
La apuesta por el cambio de régimen ha dejado costos múltiples y profundos. Además de la pérdida de vidas humanas ha infligido heridas en la sociedad venezolana, pero también en la forma de hacer política. Aunque hay sectores opositores y empresariales que mantienen respeto por la institucionalidad y el debate político, el extremismo liderado por María Corina Machado, Leopoldo López, Antonio Ledezma y Edmundo González Urrutia ha supuesto el desconocimiento absoluto al Estado y acciones de violencia criminal en el centro de la escena.
Esto se confirma, una vez más, con la solicitud de nuevas sanciones propugnada por Leopoldo López, lo que amenaza el proceso de recuperación y estabilización de la economía nacional. Este sector se mantiene mermado en sus convocatorias y en sus planes de política real, por lo que han repetido su opción compulsiva a favor de la antipolítica y el ataque a las condiciones de vida de la población.
Además, Estados Unidos insiste en su política de extorsión a distintos gobiernos para que tomen una posición destructiva en los asuntos internos de Venezuela. Mientras, en el plano global, incentiva el conflicto en Ucrania, Asia Occidental, África subsahariana y Taiwán.
Más que testigo, Venezuela es un actor de relevancia en la disputa global. Por su potencial energético y su ubicación geoestratégica, su participación en los Brics implica una profundización de la dinámica de la multipolaridad, en menoscabo de la influencia de Estados Unidos y su aparente "orden basado en reglas".
Impedir este desarrollo representa el nervio central del nuevo intento de golpe contra Venezuela.