El pasado 5 de septiembre Francisco Toro, un analista de oposición venezolano fundador del portal Caracas Chronicles, publicó una columna en el influyente medio estadounidense The Washington Post.
El tema abordado en su columna es el mismo que ha copado la agenda mediática en los últimos días: el cisma abierto por Henrique Capriles al desafiar a Juan Guaidó sobre las elecciones parlamentarias, anunciando que llamaría a la participación e inscribiría candidatos para la cita electoral.
Francisco Toro escribe desde la posición de un doliente. Incluso, desde las primeras líneas, puede palparse su desilusión por el fracaso de una operación de cambio de régimen que tuvo como ejecutor principal al gobierno estadounidense:
“Rompiendo con la práctica diplomática estándar, reconocieron al líder opositor Juan Guaidó como el legítimo presidente interino de Venezuela. Fue un movimiento basado en la esperanza pero divorciado de la realidad: aunque Guaidó demostró su valentía, su reclamo a la presidencia no fue aceptado por ninguna de las instituciones estatales de Venezuela”.
Toro admite que, si bien Guaidó fue bañado de reconocimiento por parte de instituciones extranjeras, a nivel interno de Venezuela su “interinato” estuvo marcado por la artificialidad:
“La policía, el ejército, los tribunales y la burocracia continuaron reconociendo a Maduro como el líder legítimo del país. En lugar de describir una realidad sobre el terreno, reconocer a Guaidó fue un movimiento diseñado para evocar una nueva realidad a través de la presión internacional. Parecía una buena idea en ese momento. No funcionó”.
La sentencia de Toro es un nuevo balde de agua fría a Guaidó, no sólo por el alcance del medio donde emite su opinión, sino porque va normalizando la premisa de que el diputado saliente de Voluntad Popular ha colapsado definitivamente.
El analista tampoco es optimista con la evolución de los acontecimientos a lo interno de las organizaciones antichavistas:
“Ahora la única pregunta es sobre la forma en que la oposición puede reconocer e interiorizar ese fracaso. Esta semana, se hizo evidente que se hará de una manera singularmente destructiva, reabriendo viejas heridas y fisuras y allanando el camino a una posible escisión permanente del movimiento de oposición”.
Los recientes indultos emitidos por el presidente Nicolás Maduro y la invitación a la Unión Europea para que dirijan la observación electoral de las elecciones parlamentarias, a juicio de Toro, fueron concesiones suficientes para provocar el cambio de dirección de Henrique Capriles. En este punto el analista deforma los acontecimientos, y evade admitir que tanto Capriles, como el dirigente opositor Stalin González, fueron negociadores clave para los indultos.
Alineándose con la línea editorial del medio estadounidense, Toro también ataca los venideros comicios y reproduce el difundido mantra de la falta de garantías electorales, haciendo uso de un lenguaje político ya desgastado que ubica a Nicolás Maduro como un “presidente autoritario” que controla “todas las instituciones”. El linchamiento contra el Consejo Nacional Electoral, a su vez, encaja el texto a la perfección en la visión de la situación política venezolana que tiene Washington.
Toro ve en la disputa entre Henrique Capriles y Juan Guaidó una fractura irreparable. Le concede a Henrique Capriles que su movimiento ha permitido una revisión interna que era necesaria en vista del estancamiento objetivo de Guaidó.
El analista opositor admite que Capriles logrará arrastrar a buena parte del mundo antichavista, con miras a obtener una porción en la nueva Asamblea Nacional que les permita replantear el juego. En cambio, la facción dominada por Leopoldo López y Juan Guaidó “se encamina hacia la oscuridad y la irrelevancia”.
Por último advierte que, en este escenario, “las sanciones en curso tienen poco sentido estratégico”, pero recalca que “la inercia burocrática en Washington sugiere que pueden permanecer en su lugar durante años”.
Toro le sugiere a Washington, específicamente al Departamento de Estado, no tomar partido en el conflicto actual de la oposición, ya que podría acrecentar las fisuras. La mesa pareciera estar servida para un nuevo fracaso de Estados Unidos, ahora en el definitivo terreno electoral del 6 de diciembre.
El artículo, en sí mismo, expresa la desorientación y el vacío estratégico que ha dejado una estrategia fallida que ha permanecido inmóvil durante dos años. Tanto así, que un ideólogo del antichavismo ha tenido que admitirlo en un periódico de alcance mundial.