Un tuit de la periodista del NY Post, Miranda Devine, volvió a poner sobre el tapete a Hunter Biden. Publicó un documento donde el hijo del actual presidente estadounidense afirma que es dueño de una casa de Wilmington, que en realidad es de su padre y donde este guardaba documentos clasificados de su época de vicepresidente.

Una revisión pormenorizada arrojó que Hunter le pagaba a su padre un alquiler mensual de casi 50 mil dólares ó 550 mil por 11 meses, una cifra exorbitante si se compara con el costo de otras casas. En Wilmington, Delaware, un alquiler cuesta 6 mil dólares en promedio.

Lo raro no es que un adicto al crack haya tenido un lapsus al momento de enumerar el monto del pago, sino la cantidad que cobraba un padre, exvicepresidente para ese entonces, a un hijo que supuestamente estaba en la ruina. La pregunta que se hacen muchos es si era la forma en que Hunter canalizaba dinero a su padre.

Todo indica que los Biden constituyen una empresa de corrupción familiar. Un correo electrónico hallado en la computadora portátil de Hunter revela que este y sus socios recibirían 20% de las acciones de un nuevo negocio, 10% iría al tío de Hunter, James Biden, y el otro 10% estaría "en manos de H para el grandulón". Y grandulón sería el código para identificar a Joe Biden.

La investigación federal se centró en verificar si había lavado de dinero durante sus transacciones en China y otros países. Informes recientes indican que hay suficientes evidencias para acusar al hijo del presidente de delitos fiscales, así como de mentir sobre su abuso de drogas en un formulario federal para poder comprar un arma en 2018.