La segunda escala de mi reciente viaje internacional fue México. Allá llegué como investigador del Instituto Samuel Robinson para el Pensamiento Original invitado a participar en el Seminario Internacional "Los partidos y una nueva sociedad" organizado por el Partido del Trabajo en su vigesimoquinta edición. En este evento presenté la ponencia "El conflicto estratégico global del siglo XXI y sus efectos en América Latina y el Caribe".
Esta reunión congrega una gran cantidad de partidos democráticos, progresistas y de izquierda (130 en esta ocasión) de casi toda América Latina y otras regiones del planeta a fin de intercambiar experiencias para el combate al imperialismo, el colonialismo y el neoliberalismo y coordinar esfuerzos en la lucha por la construcción de una nueva sociedad.
A diferencia de las primeras ediciones efectuadas durante los últimos años del siglo pasado cuando la mayoría de los participantes eran organizaciones de oposición, muchas de las cuales venían saliendo de duros años de clandestinidad signados por la represión, la tortura y la muerte, hoy, se imbrican las prácticas de partidos en el poder con aquellos que libran grandes batallas en toda la geografía continental a fin de impedir que las oligarquías sigan haciendo uso de los gobiernos para expoliar los recursos naturales y humanos así como reprimir a los trabajadores y a los pueblos en pro de seguir obteniendo beneficios para mezquinos intereses privados.
La estadía en México y la posibilidad de medir la temperatura política in situ permite dirimir con mayor precisión, situaciones y tendencias que de otra manera solo pueden ser percibidas a través de terceros o por intermediación de empresas de comunicación y redes sociales, que, está visto, en muchos casos construyen mentiras y falacias con total impudicia. En tiempos de fake news y de fantasías construidas y creídas por intereses particulares de poderosos y opresores, nada mejor que palpar la realidad a partir del discernimiento y el contacto directo sin medianeros que confeccionan y modelan la información a partir de objetivos e ideas pre concebidas.
Ya me había pasado en Perú y ahora se repetía en México. Ante mis ojos se mostraba una creciente polarización de la sociedad, emanada del desarrollo de sendos proyectos progresistas y democráticos que buscan una mayor participación social y una distribución más equitativa de los recursos del Estado. En este contexto, hablar de proyecto comunista en Perú y de trasnochadas intenciones populistas y supuestos designios de perpetuación en el poder por parte de Andrés Manuel López Obrador en México no tiene cabida ni está en el ánimo ni en el espíritu de ninguno de los dos gobernantes.
Eso si, hay diferencias ostensibles entre un proceso y otro, la principal de ellas es que en Perú es patente la fragilidad del gobierno de Pedro Castillo dada la composición de las fuerzas que lo apoyan y el acoso brutal al que está sometido el presidente por la derecha virreinal desplazada del poder. Mientras que en México es manifiesto el liderazgo del presidente como eje de un proceso que, pase lo que pase, superara el tiempo de su gestión como presidente de la república.
En este sentido, las cosas no parecen fáciles habida cuenta las diferentes facciones que al interior del partido Morena se disputan la continuidad tras el sexenio que finaliza en 2024. Con esto quiero decir que el liderazgo de López Obrador no es hereditario y Morena no parece gozar de la misma popularidad de su jefe. No obstante a eso, en mis particulares y poco científicas encuestas de calle, los taxistas, vendedores de tacos y de periódicos en los kioscos esquineros, mesoneros de restaurantes populares y porteros en el hotel, al ser consultados, unánimemente (ojo que no estoy siendo grandilocuente ni exagerado) me manifestaron apoyo y reconocimiento al presidente, al mismo tiempo que preocupación de lo que pudiera ocurrir en el futuro.
Por el contrario, algunos académicos, políticos de la izquierda tradicional y profesionales también aquilatados, manifestaron rechazo o cuando menos dudas respecto a que en México, López Obrador esté produciendo una verdadera transformación. Aunque vale decir que, en muchos casos no tienen tal percepción porque duden del presidente y su proyecto, sí de su entorno y las verdaderas intenciones que pudiera tener.
NUEVO | Basta que un país muestre autonomía o no se pliegue totalmente a los designios de Estados Unidos para que este engrose la lista de enemigos y empiecen a surgir sus defectos.
¿Un falso mesías? El imperio contraataca a AMLO https://t.co/oaY6aRDNOE pic.twitter.com/9bw2jCvhfd— MV (@Mision_Verdad) June 4, 2021
No obstante, en este punto me resulta imprescindible citar a un amigo, veterano y experimentado político a quien suelo siempre escuchar por lo acertado de sus análisis y que hoy adversa al presidente quien me confesó que le resultaba "imposible descifrar a López Obrador" haciendo patente (por lo menos para mí) la incapacidad de una clase política arraigada en el pasado que utiliza instrumentos anacrónicos que no le permiten llegar a conclusiones acertadas respecto de lo que en América Latina y el Caribe (en México en este caso) está ocurriendo, con la particularidad de que cada país tiene características propias que no permite generalizaciones.
Desde mi perspectiva, uno de los aportes más extraordinarios que está haciendo López Obrador es la realización de su rueda de prensa diaria casi en la madrugada cuando a veces ni siquiera las sombras de la nocturnidad han desaparecido por completo para dar paso a la aurora.
Con ello, la eficiencia de los medios de comunicación escritos de la derecha y los noticieros de radio y televisión de la mañana, elaborados durante la noche con información de la jornada anterior, quedan totalmente obsoletos. En México pareciera que aquella canción que en una de sus partes se pregunta "¿Y para qué leer, el periódico de ayer?" se puso en vigencia, toda vez que todos los días, muy temprano, el presidente pone sobre el tapete una nueva agenda informativa, "robándosela" a los medios del sistema frente a lo cual, a estos no le queda más que reaccionar y tratar de responderle, en la mayoría de los casos con balbuceos y lamentos que expresan su incapacidad de seguir imponiendo el rumbo de la política al que están acostumbrados, utilizando para ello el poder que ostentan como instrumento de fuerza, chantaje y presión.
Así, una sociedad cada vez más polarizada y una información pública un poco más equilibrada a partir de la acción cotidiana personal del presidente, signan la realidad del país para el visitante extranjero. Queda por ver cómo se expresa esta situación en términos electorales en los próximos comicios que se realizarán en seis estados el próximo año y en donde la oposición (PRI, PAN y PRD) buscan una variopinta alianza que es expresión de su propia descomposición como partidos políticos.
Esto es más patético, si se considera que se produce con fundamento en la asunción cada vez más evidente de posiciones políticas, valores y comportamientos de la derecha más desacreditada y fundamentalista que hoy lidera tal coalición llevándose por delante la tradición nacionalista proveniente de la revolución mexicana que alguna vez sustentó el PRI, así como principios de izquierda que el PRD ostentó como alternativa al sistema bipartidista en tiempos del liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas.
La polarización como medio de hacer política contribuye a la construcción de un núcleo duro que sirve de base para hacer transformaciones revolucionarias, pero en sistemas de democracia representativa en que las fuerzas no se miden en términos de correlación sino solamente a partir de la cantidad que emite su opinión en elecciones, resultan insuficientes.
La ampliación de la base social de apoyo de la Cuarta Transformación que lidera el presidente López Obrador será clave para darle continuidad y solidez al proceso. Para ello, es básico construir espacios políticos y sociales unitarios que incrementen la firmeza cualitativa y mejoren la dimensión cuantitativa que a todas luces ha llenado grandes expectativas para un importante sector de la población, sobre todo de ese México profundo y excluido que al igual que en el Perú, nadie le consulta su parecer ni le da posibilidades de transformarse en sujeto de las decisiones más trascendentes para el presente y el futuro del país.