El escenario político se ha caracterizado en meses recientes por el estancamiento y la deriva mercenaria del ala extremista del antichavismo.
Es indispensable entender la política como el acto de confrontar ideas y proyectos en los términos establecidos por las reglas de juego.
No es el caso de una parte del antichavismo en Venezuela, que se concentra alrededor de Juan Guaidó. Este sector ha perdido incluso su capacidad de maniobrar con decisiones propias en la política nacional y funciona como una sucursal de la agenda estadounidense en el país.
Dicho así, ha tomado forma un cuadro de inamovilidad política resultado de la promoción de Washington a la “reelección” de Guaidó en la Asamblea Nacional (AN) este año. En consecuencia, la “presidencia interina” de Venezuela se “extendió” un año más aunque ello no tenga asidero constitucional.
Convirtieron la figura del interinato fake en una jefatura centralizada del “liderazgo” opositor, precisamente para que lidere sobre la nada y perturbe todo.
El resultado ha sido: no diálogo, no convalidar un comité de postulaciones para elegir un nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE), no abrir caminos políticos, no superar la crisis de poderes, la posibilidad de no ir a elecciones parlamentarias este año, y otro largo etcétera.
Para esta ala de la oposición, se trata de seguir la línea manufacturada en EEUU de bloqueo y construcción de una guerra mercenaria, así sin más.
Sin embargo, los tiempos políticos están arrojando otras señales.
Desde hace varias semanas venía asomándose la posibilidad de que, a causa de la pandemia Covid-19, esta ala opositora y el chavismo llegarían a un acuerdo por razones humanitarias para maniobrar la crisis que será de largo aliento.
La distensión política
El ministro de Comunicación Jorge Rodríguez hizo pública la firma de un acuerdo político, a cargo del ministro de Salud Carlos Alvarado y de Julio Castro, asesor en temas de Salud de la AN (de Guaidó).
Para muchos medios de comunicación, el acuerdo real es entre Maduro y Guaidó, y no es para menos afirmarlo así. Este documento que tiene a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) como testigo y garante, es una clara señal de humo blanco.
“Ambas partes proponen trabajar coordinadamente y con el apoyo de la OPS, en la búsqueda de recursos financieros que contribuyan al fortalecimiento de las capacidades de respuesta del país” frente al nuevo coronavirus, indicó Jorge Rodríguez.
Los equipos de difusión de la oposición venezolana confirmaron la existencia del acuerdo y señalaron las gestiones de Guaidó como un “logro”, en referencia a que se trataba de un acuerdo articulado con la OPS para traer la “ayuda humanitaria” tantas veces referida por la oposición.
“Los actores de la dictadura se comprometieron a no poner obstáculos en la ejecución del programa y se garantizará que los recursos destinados sean ejecutados”, confirmó el comunicado de la oficina de Guaidó.
Entretanto, el documento indica que “los abajo firmantes solicitan el apoyo técnico y administrativo de la OPS para asegurar la implementación, seguimiento y supervisión de la ejecución de esta colaboración y para informar regularmente a las partes”.
Esto supone que el acuerdo se trata de una labor conjunta para que la OPS, mediante gestiones de terceros, acompañe y ejecute el objeto del acuerdo, basado en dotaciones al sector salud para que este pueda lidiar con la crisis sanitaria.
La fuente de recursos son los haberes de la nación que fueron congelados en cuentas en el extranjero, en medio de las acciones de bloqueo y asfixia que ha sufrido la economía venezolana, recursos que el gobierno venezolano ha solicitado desde 2019 para maniobrar la situación económica y ahora la pandemia.
Este tramo de recursos estaría compuesto por los fondos “rescatados” en el exterior por la oposición y que forman parte del “Fondo para la Liberación de Venezuela”.
Recientemente el Departamento del Tesoro estadounidense transfirió a una cuenta de la Reserva Federal los haberes retenidos a la nación en cuentas del Citybank por el orden superior a los 342 millones de dólares. Parte de esos recursos, unos 80 millones de dólares, fueron asignados a Guaidó y forman parte del referido “Fondo para la liberación”.
El horizonte político de un frágil y complicado acuerdo
Este compromiso, aún por consolidarse, debe catalogarse como una victoria política para el chavismo, por ser la parte dialogante y articuladora del acuerdo, vale decir, para que los fondos vayan en beneficio de la gestión pública de la crisis, la cual tiene al gobierno en funciones como ente rector y medular.
Más allá de lo que parece ser un acuerdo sanitario, el chavismo recauda dos victorias simbólicas acá: primeramente, recupera la gestión de los recursos nacionales congelados en EEUU y Europa y una fisura significativa al bloqueo económico, y en segundo lugar, logra colocar al ala antichavista de Guaidó en las riendas de la política.
La asfixia política e institucional aplicada contra el estado venezolano derivó en el reconocimiento de estos países a Guaidó, sin embargo, en varias oportunidades el diputado no ha logrado controlar directamente los recursos financieros de la nación, precisamente porque en la realidad no gestiona las instituciones del país.
Ahora está abierto el escenario para que las fuerzas políticas del país puedan hacer una solicitud conjunta y estaríamos ante una ruptura parcial de facto del bloqueo contra la nación, entiéndase, solicitada por ambos sectores de la política nacional, al menos para atender la materia sanitaria.
Todo ello guarda una clara congruencia con las solicitudes que el presidente Nicolás Maduro hiciera al sobrevenir la pandemia, para establecer distensiones políticas y solicitar (conjuntamente con la oposición) una derogación y suspensión del bloqueo para atender la crisis sanitaria. Todo ello comienza a tomar forma ahora.
Pero el acuerdo reviste en fragilidad y su horizonte se ve comprometido por la posición que en el corto plazo podría asumir el gobierno estadounidense.
Las posibilidades de que lo boicoteen son grandes, pues ello desalinea su estrategia de “máxima presión” contra Venezuela y debilita la “oferta electoral” de Trump en hacer caer las instituciones venezolanas.
En días recientes, el gobierno estadounidense ha previsto incrementar presiones aplicando sanciones a empresas navieras y de alimentos, cercando aún más a Venezuela.
Ejecutan acciones y aplican su agenda a discreción. Sin embargo, es evidente un distanciamiento con Juan Guaidó, quien tiene cada vez menos relevancia en las declaraciones de funcionarios y es apenas nombrado ocasionalmente como un factor de segundo orden.
Desde el fracaso de la Operación Gedeón y la exhibición pública que hicieran del diputado como un símbolo del fracaso de la incursión, los estadounidenses parecen orientados a prescindir de él.
Diversos señalamientos dan por hecho de que Guaidó está refugiado en la Embajada de Francia en Caracas, cuestión que fue confirmada por el canciller Jorge Arreaza en entrevista con Unión Radio.
Dicho de otra forma: la posición de Guaidó, entre la justicia venezolana y la indiferencia estadounidense, podría estar colocando a su transitoria y artificial “presidencia” en la obligación de tener que maniobrar en las aguas donde no sabe nadar, en la Política (con “P” mayúscula).
Una piedra en el zapato: tal como ha sido construida la figura de Guaidó para anular la política interna, pudiera estar cediendo. Por presiones del chavismo, por presiones de opositores que quieren este y otros acuerdos, por abandono estadounidense, en fin, por las gravitaciones y las inercias impuestas en la política, Guaidó podría estar cediendo.
Recientemente trascendió que Henrique Capriles estaría participando en un movimiento que solicitaba a Washington dar al traste con Guaidó impulsando un nuevo cambio de estrategia. El contexto sigue siendo muy turbio.
Pero una llamada telefónica de los estadounidenses puede cambiarlo todo. Tratándose de Guaidó y su endeble capacidad para sostenerse, podría ser inevitable que ceda ante sus demostrados amos. Debe asumirse el riesgo de que el acuerdo naufrague, sin que ello haga declinar su necesidad y pertinencia.
El largo brazo estadounidense puede extenderse a bancos y a instancias en otros países para que, aún con la solicitud de ambas fuerzas de representación de la política venezolana, se mantengan retenidos los recursos y se inhabiliten las posibilidades de fisurar el bloqueo.
También es evidente que EEUU ejerce un acto de arbitraje claro sobre los recursos soberanos, no solo sobre los haberes que fueron transferidos en abril a una cuenta de la Reserva Federal, y ello también recae en los actos bajo discreción con los que administrativamente EEUU ejerce disuasión, mediante “sanciones”, a cualquier ente que pretenda relacionarse de manera directa o indirecta con el estado venezolano.
El escenario de las gestiones conjuntas entre el chavismo y la oposición podría interpretarse de tal manera.
Por otro lado, no hay que desestimar las reacciones de otros factores antichavistas más a la derecha de Guaidó, incluyendo al propio Leopoldo López. No está claro el vínculo entre ambos al día de hoy, y es probable que este acuerdo sea detonante de una fractura entre ambos o de más presiones de éste sobre su pupilo.
Queda en entredicho también la posición de Guaidó frente a otros factores de la institucionalidad y la política fuera de Venezuela.
Este acuerdo, que podría interpretarse como un coqueteo político de Guaidó con el chavismo, está a expensas de ser mal recibido en Colombia, entendiendo que el uribismo sigue haciendo contraloría de daños por su rol en la fabricación de una agenda mercenaria en Venezuela lidiando entre el fracaso y las posiciones actuales que pueden parecer ambivalentes por parte de Guaidó.
Para éste, atrapado en un centro muy ambiguo de la política venezolana y presionado desde todos los flancos, la cuestión yace entre “no hacer nada”, o por otro lado, asumir al menos propagandísticamente un rol constructivo en medio de la crisis sanitaria. Ha elegido lo segundo, pero se traducirá en más espasmos duros en su contra. Su posición como veleta política podría desembocar en que abandone el acuerdo.
Por parte del chavismo, vale decir que a expensas del bloqueo ha transitado por caminos que habrían sido insondables en años anteriores, y la maniobra permanente entra la excepcionalidad y la emergencia ha impuesto nuevas reglas en la mesa. De ahí que ningún esfuerzo ni posibilidad debe desestimarse para fracturar por todas las vías posibles la ejecución del bloqueo a la economía y la política venezolana.
Este es un tránsito por un campo minado donde los riesgos no han de faltar y donde los avances y retrocesos estarán a la orden del día.
El horizonte luce aún más lejano para otras distensiones indispensables fuera del tema sanitario, como son las cuestiones del tema político, institucional y electoral, pero así de largos y estrechos son estos caminos.