El periodista venezolano Roberto Malaver entrevistó a nuestro columnista Franco Vielma sobre varios asuntos relacionados a la operación militar rusa en Ucrania, la guerra económica norteamericana contra el resto del mundo y el acercamiento de Estados Unidos a Venezuela por interés energético.
El texto salió publicado el 17 de marzo de 2022 en la versión web de Ciudad CCS. A continuación publicamos la entrevista íntegramente, pues compendia el panorama y contexto de los últimos acontecimientos globales de interés general desde la visión de Vielma.
—¿Viene un nuevo orden después del conflicto Rusia-Estados Unidos-Ucrania?
—Definitivamente sí. Creo que por los eventos actuales y especialmente por los factores precedentes, acudimos al estertor del orden westfaliano como lo conocemos. Me refiero a las reglas de gobernanza, integridad territorial y relaciones internacionales como las conocimos hasta ahora.
En perspectiva, Occidente degradó enormemente la institucionalidad mundial, amañándola todas las veces que hizo falta o violándola de igual manera. Con respecto a Rusia, los occidentales violaron todos los tratados, acuerdos, pactos de las eras soviética y postsoviética sobre armas estratégicas o sobre acercar la OTAN a fronteras rusas. Por ello los rusos han decidido aplicar una doctrina que llaman "Destrucción constructiva de sus relaciones con Occidente". Han decidido cortar lazos, pues no hay formas por ahora pacíficas creíbles para mediar el acercamiento de la OTAN a Rusia. Lo contrario a ello sería permitir que Rusia anule su derecho existencial como potencia militar.
Dejar que la OTAN se consolide en Ucrania rompería el equilibrio estratégico, la disuasión, las distancias necesarias, que son las que han permitido la paz nuclear por décadas. Así que Rusia terminó de hacer el trabajo que Occidente venía haciendo. Romper con todo. Eso va a cambiar las reglas mundiales. El nacimiento del orden multipolar es doloroso y difícil, como todo parto natural. No podía ser de otra manera y no podía venir con bombos y platillos.
Ahora la carta credencial de los países será su posición sobre esta guerra y si comercian o no con Rusia. Así que vamos a un mundo más dividido. Eso suena trágico, pero si lo miramos a fondo, si un mundo unido solo sirve para ratificar la hegemonía occidental, pues ese mundo no nos sirve. Creo que ya los hechos lo han demostrado.
—¿Por qué hay más propaganda que información en los medios?
—Porque estamos en guerra abierta. El mundo está en guerra abierta, incluyendo a los países que teóricamente no formamos parte en el conflicto. La guerra impone circunstancias maniqueas, nos obliga a tomar bandos. La guerra económica ahora es mundial, pues se basará en quién comercia o no con Rusia, quién será sancionado y quiénes entran por el aro de las sanciones occidentales, aunque tengan que lidiar altos costos por eso.
De ahí que la disputa por la imposición de los relatos también es parte de la guerra. Esta guerra es idónea para las noticias falsas, especialmente para nosotros como audiencia, que no somos unos expertos. No es lo mismo ver una guerra entre eslavos en un territorio lodoso postinvernal, que saber de otra guerra como las tristemente usuales en Medio Oriente, donde sabemos fácilmente quién es gringo y quién no.
No sabemos de ruso. Solo un ojo experto sabe diferenciar los uniformes militares. Las armas de Ucrania y sus blindados en su mayoría provienen de la era Soviética y son idénticas a las armas rusas.
Es decir, todos esos factores combinados nos hacen blancos fáciles de las noticias falsas y propaganda bélica.
También es un hecho que Occidente decidió privar a su población de otros ángulos de la guerra, con la censura a medios y páginas web, cuentas de redes sociales, en fin, es una estrategia de silenciar e imponer una sola narrativa y aplastar a su gente con ella. Manufacturan consentimiento, legitiman el envío de armas para que se alargue la guerra y promueven la fortaleza coercitiva, económica y militar de Occidente.
No podemos aspirar a que ciertos medios de desinformación informen. Es su trabajo, mentir. Las comunicaciones son quizá más poderosas que las armas pesadas y la propia OTAN lo ha divulgado en sus estudios sobre «Guerra Cognitiva». Es el concepto de la guerra en el teatro de operaciones de la mente y las emociones. Mucho más intrincado que las operaciones psicológicas o la propaganda clásica. La propaganda hoy, más sofisticada y cognitiva, simplifica a modo goebbeliano lo que ocurre y los algoritmos de redes sociales lo amplifican. El resultado es mucha gente desinformada, saturada de datos, incapaz de pensar, conmovida, actuando con el cerebro reptil tomando posiciones a favor de Ucrania casi de manera automática.
—Durante muchos años nos han educado para ponernos siempre al lado de los buenos, ¿quiénes son los buenos en este momento?
—Los buenos somos quienes creemos en la paz duradera y estable y en un orden mundial de equilibrios y respeto al derecho ajeno. Y eso también incluye a Putin y a Rusia por defender sus razones existenciales. Esta guerra se pudo evitar desde 2014, que fue cuando comenzó. Creo que Rusia hizo todo a su alcance hasta hoy para evitarla. Hoy incluso, si Ucrania declara tan solo ser neutral, finlandizarse, no unirse a la OTAN y decide dejar existir a los rusos de las repúblicas gemelas de Donbass, podría haber paz.
La retórica hoy nos impone, o estar a favor o estar en contra de la guerra, como si se tratase de algo de gustos. Creo que a nadie en sus cabales podría gustarle la guerra. Pero es que no es un asunto de gustos, es un asunto de poder y supervivencia. Los rusos tuvieron que actuar por supervivencia o verse diezmados y rodeados de armas intermedias, lo cual implica la ruptura de la paz estratégica nuclear. Si Rusia no actuaba en Ucrania, la guerra por venir habría sido la de Occidente contra una Rusia rodeada y sometida. El mundo necesita a Rusia y Eurasia como contrapesos a Occidente. Estados Unidos y Occidente creen en el orden unipolar, en su hegemonía militar, financiera y en su abuso constante contra el Sur global. Quienes disentimos de ello estamos automáticamente en la otra acera. Y si, a juzgar por el saldo histórico, quienes creemos en una paz duradera, multipolar, de contrapesos y equilibrios necesarios, somos los buenos.
—¿Es cierto que si la OTAN participa en el conflicto se nos viene la Tercera Guerra Mundial?
—Es cierto. Todavía al parecer queda algo de cautela entre varios países del bloque atlantista y algunos quisieran evitarlo. Hay resistencia. Pero eso no quiere decir que la humanidad esté lejos de ese riesgo.
Si la OTAN incorpora a Ucrania como miembro, incluso violando sus protocolos, Rusia estará en guerra contra la OTAN. Si hay un ataque de bandera falsa contra Polonia u otro miembro de la OTAN y así ellos justifican irse contra Rusia de manera directa, llegaremos a esa gran guerra indeseada.
Vale agregar, estamos en este punto cercano a una gran guerra gracias a Occidente. La operación militar rusa en Ucrania no tiene intenciones de permanencia. Va solo contra el aparato militar ucraniano. Pero esa operación se está alargando por las armas y mercenarios que están enviando a Ucrania, no para que esta gane, pues eso no es posible, sino para ralentizar a Rusia, generarle más costos, alargar el drama humano innecesario, vender armas, generar caos, aplicar sanciones lesivas a largo plazo, hacer propaganda. Es decir, las recetas clásicas de "Otanistán". Pero ello pone al mundo en una zona de riesgo.
En realidad no ha empezado la Tercera Guerra Mundial porque los atlantistas también se fían de que Rusia no cruzará la línea. Saben que los rusos son serios, no deliran, ni son erráticos. Son verticales y estructurados en sus intereses. En realidad la sensatez rusa nos sigue salvando el pellejo.
—Decía Carlos Marx: "Todo hecho político se nutre de una raíz económica". Y la visita de la Comisión de Biden a Nicolás Maduro lo viene a demostrar. ¿Cuál será la consecuencia de esa visita?
—Estados Unidos acude a Venezuela por crudo, pero no cualquier crudo, vienen por los crudos pesados. El bloqueo a Venezuela sacó de Estados Unidos crudos pesados que son claves para la dieta de algunas refinerías. Durante años Estados Unidos cubrió la ausencia de crudo venezolano pesado con suministros de México, Arabia Saudita y también de Rusia.
Así que en un contexto de precios tan altos, para ellos es mejor comprar crudos pesados en Venezuela a buscarlo en latitudes casi imposibles y costosas.
Pero eso es un componente del complejo mapa energético de hoy. Hasta ahí hablamos de economía.
Hablando de lo político, primero hay que aclarar que esto no aleja a Venezuela de Rusia. Esas frases propagandísticas surgieron para fabricar una victoria política por el recule de Biden. Puro maquillaje.
En segundo lugar, Rusia siempre abogó para que Estados Unidos cesara el bloqueo a Venezuela. Y de hecho, Putin ya dio su postura sobre Venezuela e Irán. Para los rusos los bloqueos al margen del Consejo de Seguridad de la ONU no deben existir, son ilegales. De ahí que si se levantan, aunque sea parcialmente, es una victoria de la cordura.
No soy creyente en distensiones relevantes, prolongadas y creíbles con Estados Unidos en este momento. Para empezar porque el bloqueo a Venezuela es para ellos su mejor posición de fuerza actual y no van a renunciar a ella. Como su objetivo estratégico sigue en pie, de sus métodos solo hay que esperar cambios de forma.
Lo que vendrá es que se inapliquen algunas medidas y se creen algunas excepciones, licencias, que permitirían que Venezuela regrese al mercado estadounidense. Algo muy puntual, pero favorable para Venezuela, también en una dimensión puntual.