El año 2020 llevará como marca histórica el impacto global del covid-19. Algunos expertos han evidenciado que el virus SARS CoV-2, origen de dicha enfermedad, es producto de las prácticas de producción intensiva y concentración de bienes propias del capitalismo.
En las fábricas y mega granjas de producción de alimentos se incuban este y muchos otros virus de alto contagio, el también llamado "nuevo coronavirus"; en particular, viajó velozmente a través de fronteras cada vez más permeadas por el incesante comercio mundial, se transfirió entre turistas y hombres de negocios del Norte Global.
Por si fueran pocos sus problemas, irrumpió en las clases bajas y trabajadoras que no pueden evadir el contacto social en decenas de países debido al hacinamiento en las ciudades.
Lo que sí dejó claro la pandemia global, declarada en marzo pasado, es que la crisis sistémica del capitalismo ya avisaba de sus consecuencias, y que, a raíz de ella, se profundizó el estado de excepción global que ha buscado restituir su quebrado metabolismo. Las imposiciones de las élites transnacionales han normalizado los daños colaterales que impactan a grandes capas sociales.
Aquella tesis thatcheriana de que "no hay alternativa" al capitalismo (There is not alternative o "TINA") se ve cuestionada, su lógica de individualismo y libre mercado nacida de Occidente e impuesta al resto del mundo no ha servido para enfrentar la pandemia.
Le llamamos "pandemia" pero es un sacudón sistémico
En medio del estremecimiento de las bolsas de valores, la destrucción inédita del nivel de empleo, los precios del petróleo cotizando en negativo, el aumento de la desigualdad, centros sanitarios colapsados y discursos que justifican la muerte de cientos de miles en nombre del mercado, el común aquí y allá ha presenciado las contradicciones de un sistema que fue vendido como "civilizado", pero en el que solo la guerra es el código para permanecer.
En el marco de la pandemia, la economía mundial, que ha sido diseñada como infraestructura globalizada de las economías de libre mercado, ha visto aceleradas sus turbulencias, el cuadro de desigualdad y una pérdida masiva de empleos, bienes y servicios y activos financieros, componentes esenciales de la base material que mantiene funcionando la maquinaria del capitalismo.
Si para algo ha servido el covid-19 es para mostrar al detalle y en concreto los cambios en el balance del equilibrio de poder geopolítico, la transición económica de gran escala de Occidente a Asia, la efectividad de su modelo social y político para contener el desastre y también la deriva del Norte Global.
Es la superioridad occidental desvirtuada ante la evidencia clara de que la vía de la desaparición de los Estados-nación y la corporatocracia, ofrecidas como redención, no tienen nada que ver con las aspiraciones humanas.
La ilusión del progreso individual y del mercado global como mecanismo de asignación "justo" de recursos y recompensas desapareció, dejando claras las principales dudas que había dejado la impactante crisis de 2008-2009 sobre el funcionamiento del actual modelo civilizatorio.
Buena parte de la población mundial sufre las consecuencias económicas provocadas por la pandemia de covid-19, sin embargo, la fortuna de los multimillonarios estadounidenses creció en 282 mil millones de dólares (casi un 10%), según estimaciones del Instituto de Estudios de Política (IPS) de Estados Unidos.
Mientras tanto, los colapsos hospitalarios y olas de fallecimientos masivos por ausencia de planes de atención debidamente financiados derrumban la promesa del progreso material que los mecanismos de privatizaciones han hecho creer.
En agosto, la Oficina de Análisis Económico del Gobierno de Estados Unidos (BEA) anunciaba una caída anualizada del 32.9% del PIB de la mayor economía mundial entre los meses de abril y junio, alrededor del -9% en términos trimestrales, y la Oficina Federal de Estadística de Alemania certificaba el mayor desplome del PIB de toda la serie histórica, que se remonta a 1970, con una contracción del 10.1% en el segundo trimestre.
La reclusión provocada por la pandemia se ha saldado con el hundimiento en el segundo trimestre del año del PIB de Estados Unidos y de Alemania, primera y cuarta economías del mundo respectivamente, lo que ha agudizado el desplome sufrido por el conjunto de la eurozona, dejando así a China, que registró el impacto más intenso de la crisis en el primer trimestre de 2020, como la única gran economía que ya ha iniciado su recuperación.
Reacomodo global y contraste de cifras
Estados Unidos sigue liderando las estadísticas mundiales de covid-19 con más de 16 millones 500 mil casos reportados a mitad de diciembre (la mitad de ellos desde mediados de octubre) y más de 300 mil muertes.
En Europa, España ha reportado 1 millón 700 mil casos y cerca de 50 mil 210 muertes. Italia, con más de 1 millón 800 mil casos positivos y 65 mil muertes, fue epicentro inicial de la pandemia en Europa, y es ahora el segundo país europeo con más víctimas mortales de coronavirus y el sexto del mundo. El Reino Unido tiene el mayor número de fallecidos y ocupa el quinto en el mundo. Se han registrado más de 64 mil 500 muertes y según el Ministerio de Sanidad y Atención Social, más de un millón 800 mil contagiados. Les sigue Francia, el tercer país con más fallecidos en la región y el octavo del mundo, al registrar más de 33 mil fallecidos y 930 mil casos confirmados.
Entrando el otoño, España y Francia volvieron a los confinamientos masivos, mientras que en Reino Unido las autoridades sanitarias declaraban que había en octubre más hospitalizaciones que en marzo. El aumento dramático de casos desde marzo hasta mayo de 2020, luego su descenso a expensas de las restricciones, alentó a las autoridades de varios países a desescalar medidas de control entrado el verano boreal y con ello la reapertura económica y la temporada turística de agosto.
El resultado fue la segunda gran oleada en vigor desde mediados de octubre.
China fue el epicentro inicial de la pandemia, acumula unos 94 mil casos y 4 mil 700 muertes por covid-19. Entretanto, Japón acumula poco más de 184 mil casos y 2 mil 581 muertes. Corea del Sur suma unos 44 mil 364 casos y 612 muertes. En cifras generales, son países que se alejaron de toda posibilidad de crisis de gobernabilidad por el control temprano de la pandemia y la continuidad de sus políticas vigilantes.
Las medidas de control sanitario fueron estrictas en China, estuvieron compuestas por acciones de distanciamiento social profundo a gran escala, la cobertura estatal a las familias (alimentos y atención médica en hogares) y el acompañamiento del Partido Comunista gobernante en la acción social y comunitaria en las diversas dimensiones de la crisis.
La acción de Estado también abordó el apuntalamiento del sistema sanitario chino a las circunstancias de nuevo tipo de la crisis, mediante la atención masiva a casos (incluyendo los no asintomáticos) y una férrea política de detección y cerco epidemiológico a gran escala.
Venezuela no sucumbe ante la "tragedia humanitaria" impuesta
El método eficaz implementado, fuera del eje neoliberal de Occidente, ha consistido precisamente en la presencia determinante del ejercicio de la política e institucionalidad de gobiernos y Estados-naciones fuertes para la gestión de la crisis sanitaria.
En el marco de una cultura de reconocimiento a las directrices de gobierno, la disciplina social, el uso de las nuevas tecnologías y formas participativas y territoriales de gestión del sistema de salud.
La coyuntura venezolana, marcada por el bloqueo económico que se impone desde el Norte Global y periferias subordinadas contra el país, ha traído consigo elementos excepcionales en lo político y económico que han desfigurado el Estado que históricamente ha sido rentista petrolero. El Ejecutivo venezolano ha maniobrado en escenarios nuevos para la vida nacional.
La ya difícil realidad económica se complicó por las medidas que ha obligado a tomar la grave crisis sanitaria mundial. La acción de gobierno basada en fuerzas policiales y militares, el acompañamiento social y las fuerzas sociales territorializadas del chavismo han funcionado como principales vectores de la gestión en las comunidades. Ello ha facilitado la aplicación de las restricciones sociales impuestas por la pandemia y disminuido las desviaciones o desacatos comunes en estos casos.
Mientras el asedio económico ha forzado la disgregación del tejido sociopolitico por la vía de la disputa por los bienes y servicios cada vez más escasos y deficientes, las fuerzas desplegadas en CLAP, UBCH, Consejos Comunales y otros actores, han resignificado su papel de vanguardia política, desplazando las formas paternales y tradicionales de la gestión pública. Mientras el estilo de gobierno se remodela políticamente también las redes de participación política se han visto obligadas a ello.
Las necesarias políticas de contención sanitaria en el país se han traducido en nuevas presiones sobre el propio sistema de servicios públicos, que ya venía decayendo producto del caos sistémico detonado por la falta de recursos que han sido retenidos en bancos extranjeros o asaltados por parte de Estados Unidos.
La disminución del acceso a gas doméstico, el suministro eléctrico en vastas zonas, especialmente del occidente venezolano, la inaccesibilidad, y en muchos casos disponibilidad no oportuna al agua potable han forzado a un estado de contingencia perpetuo que demanda un despliegue adicional de recursos financieros y logísticos que ha recargado más aún el peso sobre las capacidades operativas y el músculo institucional del país, que ha obligado a dejar de lado otros espacios de la gobernanza.
Ante las carencias evidentes, el saldo organizativo de las redes que dan vida al chavismo en los territorios ha permitido satisfacer un significativo número de demandas, por lo menos poner en camino sus soluciones, lo que ha reorientado las prioridades de la gestión pública tradicional a lo cotidiano.
El esquema 7x7 implementado en Venezuela se ha consolidado en la evolución de la pandemia y se posiciona como "el método venezolano" para la gestión de la crisis sanitaria.
El resultado en cifras de la crisis sanitaria, la ausencia de conmociones populares generalizadas, tanto como las expectativas sociales apuntando a las recuperaciones, refrendan una estrategia que es exitosa, pese a la complejidad del marco adverso. El saldo todo es relevante, visto lo visto en el panorama global.
De allí que Venezuela, al 16 de diciembre, apenas supera los 108 mil casos y no llega a los mil fallecidos, debido al esfuerzo gubernamental y a la cooperación de países aliados como China, Rusia, Irán, Turquia, Cuba, entre otros.
Hay una sola ola pandémica en Latinoamérica: El neoliberalismo
Son elocuentes también las cifras tanto de Cuba, con 9 mil 423 casos y 137 fallecidos, como de Nicaragua, con 5 mil 887 casos y 164 fallecidos, países que también resisten los embates de la élite estadounidense y de sus operadores instalados dentro y fuera de sus fronteras. Sus números de casos y muertes son relativamente bajos y no han implicado situaciones críticas más allá de las preventivas.
Ninguno de los dos países están regidos por Estados subordinados a las relaciones neoliberales y otras propias del ejercicio del poder económico sobre las relaciones de la vida en sociedad. Son países con Estados fuertes y consistentes, con bases históricas y sociales construidas desde sus revoluciones políticas.
Cabe considerar la posibilidad de que en ambos existan también amplios niveles de cohesión y disciplina social. La importancia en las políticas de Estado para el sostenimiento de los sistemas de salud y protección del empleo, que sabemos, son factores claves frente a la pandemia.
En Brasil se concreta el errático manejo de todo el eje de gobiernos alineados al capitalismo global en Latinoamérica, donde la violencia estructural contra los pobres, el abandono estatal y la fragilidad de la respuesta sanitaria y económica configuran sus principales rasgos.
Colombia, Argentina y Perú siguen el mismo patrón de resultados debido a manejos similares de la crisis.
La normalidad (no tan nueva) seguirá siendo la disputa global
Venezuela se encamina a una "nueva normalidad" impuesta por la pandemia y al estado de excepcionalidad que parte de las nuevas realidades y desfiguraciones que han surgido desde el bloqueo estadounidense.
El triunfo del chavismo en las elecciones parlamentarias del pasado 6 de diciembre abre paso a un nuevo ciclo político en el que es vital adaptarse a la noción de país asediado para poder crear nuevas maneras de avanzar en el diálogo político y la reconfiguración de la economía.
El imaginario de regresar a una certeza anterior de supuesta estabilidad y prosperidad choca con una realidad material impuesta por la pandemia: la reducción de presupuestos públicos, un mercado de trabajo más estrecho y un elevado aumento de la desigualdad de ingresos y patrimonio no augura un futuro prometedor en la etapa pospandemia.
Mientras en el resto del mundo una "solución tecnológica (technological fix)" a la crisis sanitaria actual se impone como ideología de la negación, el capitalismo cocina las próximas epidemias en su compleja red de producción industrial, comercio mundializado y consumismo frenético, la globalización continúa reduciendo los Estados, el austericidio hace lo propio con los sistemas de salud y la crisis geopolítica se torna cada vez más inmanejable.
La disputa será la normalidad, tan vieja como nueva, en la que hasta las vacunas contra el nuevo coronavirus forman parte de esa carrera que llamamos "geopolítica".
China y Rusia tomaron la delantera en la carrera por la vacuna contra el covid-19 mientras Occidente hace lo propio ayudado por los medios corporativos que, fingiendo que narran, forman parte de la justa generando desconfianza hacia unos y dejando lejos en el pasado aquel mito de la imparcialidad.
En ese campo también se evidencian los contrastes y tensiones, no podían faltar las usuales "sanciones" de la administración Trump. La Oficina de Industria y Seguridad del Departamento de Comercio de Estados Unidos sancionó al 48° Instituto Central de Investigación del Ministerio de Defensa de Rusia por participar en las investigaciones de la vacuna, alegando desesperadamente que "están actuando en contra de los intereses de la seguridad nacional o la política exterior de Estados Unidos".
Por su parte, Rusia avanza en cooperar con distintos actores involucrados en el desarrollo de soluciones que erradiquen o controlen el virus, y el presidente chino Xi Jinping pidió cooperación internacional más estrecha para lograrlo.
No causó sorpresa que los llamados "países ricos", que representan solo el 14% de la población mundial, han comprado hasta el 53% de las vacunas más prometedoras hasta la fecha, poniendo en peligro la viabilidad del acceso universal para otros países. Aun cuando algunos de esos gobiernos digan que de lo que han comprado van a dar una parte a países de bajos ingresos, es complicado confiar en su buena voluntad y la de las farmacéuticas.
En medio de ese panorama, Venezuela sigue afianzando logros a la vez que los retos se van ampliando con las tensiones. Revertir el impacto del bloqueo y la pandemia global está más allá de las vacunas, pero sin ellas será difícil avanzar.