Mié. 18 Diciembre 2024 Actualizado Sábado, 14. Diciembre 2024 - 10:42

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Washington observa cómo su capacidad de poder geopolítico y autoridad simbólica continúa deteriorándose (Foto: Oliver Contreras / Bloomberg)
Con Cuba, Nicaragua y Venezuela en el centro

Polémica y contradicciones en convocatoria a la IX Cumbre de las Américas

El camino a la IX edición de la Cumbre de las Américas, a desarrollarse en la ciudad de Los Ángeles (California, EEUU) la segunda semana de junio, ha representado un punto de fricción diplomático de primer orden entre Washington y varios países latinoamericanos y caribeños durante los últimos días.

Choque de trenes

La polémica inició con una declaración del secretario de asuntos del hemisferio occidental de EEUU, Brian Nichols, a principios de este mes. El funcionario diplomático, entrevistado por NTN24, subrayó que no se espera la presencia de Nicaragua, Cuba y Venezuela en la cumbre, en vista de que "no respetan la Carta Democrática de las Américas", razón por la cual los tres países del ALBA resultarían excluidos unilateralmente de la cita.

Días después, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) mostró su disconformidad con la decisión y condicionó su presencia a la invitación de los tres gobiernos latinoamericanos. Luego, saliendo al paso a lo dicho por AMLO, la portavoz de la Casa Blanca, Jean Psaki, intentó matizar las declaraciones de Nichols afirmando que todavía "no se han tomado decisiones finales" con respecto a las invitaciones.

Al acto de protesta se ha sumado el gobierno boliviano de Luis Arce y los países caribeños de la Caricom. Según el embajador de Antigua y Barbuda en Estados Unidos, Ronald Sanders, la exclusión unilateral de los países señalados provocará que los 14 países nucleados en la organización intergubernamental no asistan a la cumbre.

Recientemente también la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, manifestó una postura en esta misma línea, al igual que el mandatario argentino Alberto Fernández.

Si bien Psaki parecía dejar la puerta abierta a una posible revisión de las exclusiones, el lobby de la Florida, cuya influencia es decisiva en la configuración de la política exterior coercitiva de Estados Unidos hacia el corazón del eje ALBA, puso un límite a cualquier consideración.

Cálculo electoral

El primer marcaje a presión vino de la mano del senador republicano por Florida, Rick Scott, con el siguiente mensaje, hablando a nombre de Marco Rubio y compañía:

"No deberíamos estar invitando a personas que no creen en los derechos humanos, que no creen en la democracia, que no creen en cuidar a sus propios ciudadanos y claramente el régimen cubano, el régimen de Maduro, el régimen de Ortega no deberían ser invitados".

La narrativa fue secundada por el empresario de medios nicaragüense Carlos Chamorro y por los emisarios de Juan Guaidó en Estados Unidos, en un claro revés a los puntos suspensivos de Psaki.

Las elecciones de medio término a celebrarse en noviembre de este año, en la cual se renovará un tercio del Senado y un número importante de escaños en la Cámara de Representantes, también influye en el paisaje más amplio de la polémica. La coyuntura de inflación galopante y encarecimiento de los combustibles, y también la catástrofe geopolítica y militar en Afganistán, proyectan un resultado favorable a los republicanos, que disolvería la mayoría demócrata en ambas cámaras.

La Florida puede volver a ser decisiva en el mapa general de las preferencias electorales a mediano plazo, ya que el Partido Republicano consolidó un sólido caudal de votos en las pasadas elecciones presidenciales en dicho estado gracias a la retórica belicista de Trump hacia América Latina.

Además, estas elecciones de medio término se proyectan como una especie de referéndum de aprobación sobre el mandato de Biden, entrampado en una crisis económica de alto voltaje y en una conflictividad geopolítica en ascenso con Rusia y China.

En este contexto, la invitación de Nicaragua, Cuba y Venezuela a la Cumbre de las Américas podría significar endurecer la retórica anti-Biden en Florida, a quien presentarán como cómplice de las supuestas "dictaduras" de la región.

Antecedente

Esta no es la primera vez que la exclusión de países latinoamericanos da paso a una protesta contundente en el continente y específicamente desde el ALBA.

En 2012, en medio de los preparativos para la VI Cumbre de las Américas, la exclusión de Cuba por parte de la administración Obama generó una respuesta diplomática encabezada por los presidentes Hugo Chávez y Rafael Correa, dirigida a Washington.

Los mandatarios, enviando una señal de fuerza de común acuerdo dentro del ALBA, se negaron a participar en la cumbre como una medida de presión para facilitar la invitación de Cuba. Finalmente, fueron cuatro los presidentes que no acudieron a la cita en Cartagena de Indias: Hugo Chávez, Rafael Correa, Daniel Ortega y Michel Martelly de Haití.

Contradicciones

En una línea retórica poco modificada desde sus inicios, la IX Cumbre de las Américas, bajo el lema "Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo", se plantea como un espacio para abordar "la democracia, las libertades fundamentales, la dignidad del trabajo y la libre empresa", según indica el Departamento de Estado.

Contradictoriamente, estos cuatro ejes temáticos, integrados a la cosmovisión neoliberal estadounidense, son continuamente irrespetados en el marco de la ofensiva de guerra híbrida de Washington contra Venezuela, Nicaragua y Cuba.

Y es que la estrategia combinada de "sanciones" coercitivas, golpes blandos y desestabilización encubierta mediante ONG y medios de comunicación financiados por los brazos civiles de la CIA (NED, USAID, Open Society Foundation, etc.) afecta justamente los "valores liberales" que dice defender la Cumbre.

Resulta paradójico que Estados Unidos presente esta Cumbre como un espacio para discutir y defender la democracia, cuando al mismo tiempo, de forma unilateral y sin ninguna discusión previa, se restringe la participación de actores regionales por haber elegidos modelos de desarrollo y sistemas políticos propios.

El mismo principio puede aplicarse al concepto "libertad de empresa": las medidas punitivas en forma de "sanciones", embargos y presiones económicas diversas contra Venezuela, Nicaragua y Cuba, precisamente han impedido el comercio en condiciones normales y la libertad de las empresas para hacer negocios con estos países debido a la dinámica persecutoria del Departamento del Tesoro estadounidense.

Mínima caracterización

Como tal, la Cumbre de las Américas es un foro no vinculante adscrito al sistema interamericano marca OEA. Desde su nacimiento en 1994, durante la presidencia de Bill Clinton, se ha enfocado principalmente hacia temas de inversión y comercio, ofreciendo un espacio de articulación informal entre lobbys empresariales y gobiernos del continente afiliados la agenda neoliberal de los tratados de libre comercio.

En sus últimas ediciones, la Cumbre de las Américas ha ido perdiendo perfil y protagonismo, al punto de no poder llegar a una declaración final conjunta que refleje consensos mínimos, por más retóricos y abstractos que éstos sean.

La irrelevancia del foro diplomático patrocinado por Washington ha relegado su perfil a una esfera estrictamente simbólica: es una oportunidad para que Estados Unidos muestre fuerza, poder de convocatoria y hegemonía narrativa en el escenario latinoamericano, pero a la luz de los movimientos actuales, incluso esa apuesta en el plano propagandístico está en tela de juicio.

Consecuencias geopolíticas

Si bien sobre la Cumbre pesa esta atmósfera de intrascendencia, el movimiento de reclamo diplomático a escala continental es significativo en términos geopolíticos.

Washington luce entrampado entre dos opciones con consecuencias negativas: resistirse a ceder y hacer la IX Cumbre con representaciones de segundo nivel que le restarán perfil internacional a la convocatoria, o admitir a los países excluidos, lo que traería consigo la furia del lobby de la Florida (con un evidente costo electoral) y el colapso definitivo de la pantomima del "proyecto Guaidó".

Con respecto a Venezuela, la paradoja es crítica. Una invitación formal al país implicaría reconocer oficialmente a Nicolás Maduro como Jefe de estado y, además, obligaría a revertir la ilegal orden de captura en su contra emitida en 2020, ya que el foro se desarrollará en territorio estadounidense.

En lo inmediato, Washington observa cómo su capacidad de poder geopolítico y autoridad simbólica continúa deteriorándose, en tanto ha quedado en desventaja frente al cuestionamiento abierto de una importante cantidad de países.

Es un signo de que la apuesta por retomar la idea neocolonial del "patio trasero" vive su peor momento. Mientras tanto, nuevos actores internacionales emergentes como China, continúan ganando terreno al brindar opciones sanas de articulación geoestratégica desde el comercio, las inversiones y los planes de infraestructura, lo cual exhibe a Washington como un referente despótico, egocéntrico y excesivamente politizado.

Este episodio también marca un vuelco importante, escasamente comentado en las últimas horas: esto representa una circunstancia clave para que algunos Estados reanuden los lazos de solidaridad política y diplomática con Venezuela, tras años de distanciamiento y colaboracionismo pasivo (en el "mejor" de los casos) con la ofensiva de acoso estadounidense.

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