Sin duda alguna, la pandemia global por covid-19 ha tenido un impacto devastador sobre la economía y, en consecuencia, en la población. Su aparición aceleró una crisis sistémica que ya venía en marcha y dejó entrever la necesidad de un cambio urgente en la dinámica de las relaciones impuesta por el sistema capitalista.
Si bien al principio de la pandemia muchos esperanzados creyeron que sería una oportunidad para que ocurriera un cambio de paradigma, lo visto hasta entonces ha sido una profundización de la barbarie en la que el común denominador fue el dominio de los más poderosos, práctica que se evidenció, por ejemplo, con el acaparamiento de las vacunas por parte de los países más ricos.
El aumento de la pobreza, la desigualdad y el individualismo, así como la creciente incertidumbre por un futuro poco prometedor, son panoramas que se han profundizado con la llegada de la pandemia. Pero también están en ascenso las víctimas habituales de este sistema impuesto por Occidente: las mujeres, los niños y niñas, quienes de acuerdo a la lógica del capitalismo son los eslabones más débiles de esta cadena de barbarie.
De acuerdo a datos de Oxfam, cada año millones de personas tienen dificultades para conseguir alimentos y algunas llegan a morir de hambre, situación que ha empeorado por la aparición del covid-19, agravando la pobreza global que "afecta de forma desproporcionada a las mujeres y las niñas, quienes, además, suelen tener que exponerse a enormes riesgos para conseguir alimentos. También son quienes normalmente comen menos, y las últimas en hacerlo".
La confederación internacional, que por congregar a diversas ONG no deja de emitir datos fiables, sostiene que la situación de las mujeres es mucho más complicada en países donde se desarrollan conflictos armados y desplazamientos por los mismos, por lo que se han visto obligadas a abandonar sus empleos o no poder trabajar en las épocas de siembra debido a la espiral de violencia.
"Los actuales niveles de malnutrición no tienen precedentes, y más de un millón de mujeres embarazadas y madres lactantes y 2,3 millones de niñas y niños menores de 5 años experimentan malnutrición aguda", dice Oxfam, al tiempo que señaló que una de cada tres mujeres pasa hambre a consecuencia de la guerra o los conflictos en los que están inmersos sus países. Se puede inferir que estas naciones están en los límites del Sur global.
Si ya era difícil conseguir alimento en medio de las guerras impulsadas por Occidente en países como Siria y Yemen, la pandemia le agregó otro grado de dificultad a esa situación.
"Hemos estado atrapados en nuestro pueblo durante casi tres años. Perdimos nuestras cosechas y todos nuestros ahorros, y tuvimos que vender el ganado para sobrevivir. ¿Cómo te sentirías si el único alimento que puedes ofrecer a tus hijos es un plato de hierbas cocidas? Irme a la cama con el estómago vacío ya es algo normal para mí", cuenta Lena, de 32 años y madre de tres hijos, en el sur de Siria, reseña Oxfam.
También dice que actualmente tres de cada cinco personas (es decir, 12,4 millones de personas) se encuentran en situación de inseguridad alimentaria aguda en Siria, lo cual supone un incremento del 88% con respecto al año pasado, uno de los mayores del mundo.
La organización señala que en Siria la guerra ha hecho que cada vez más mujeres se conviertan en el principal sustento de sus familias, y sus escasos ingresos apenas permiten cubrir los gastos de sus familias.
"Según un estudio realizado por Oxfam, las familias encabezadas por mujeres estaban entre las más afectadas por el hambre: han reducido considerable su consumo de alimentos y se han visto obligadas a saltarse comidas. Algunas familias han tenido que recurrir al matrimonio infantil para hacer frente a esta situación y poder sobrevivir".
En medio de los temores inflacionistas, la FAO ha lanzado una seria advertencia sobre el incremento de los precios de los alimentos alrededor del mundo https://t.co/scDLiHfeGg
— MV (@Mision_Verdad) October 21, 2021
El cambio climático también genera dificultades para las mujeres
Así como Occidente es responsable de la mayoría de los conflictos bélicos que dificultan aún más la vida en el planeta, y sobre todo de las mujeres, también el modelo depredador que aquellos promueven impacta sobre la crisis ambiental que acelera el hambre en el mundo este año, una crisis que se agravó con la aparición de la pandemia y la guerra.
Son cada vez más frecuentes tormentas, inundaciones y sequías que han destruido granjas y cosechas enteras, lo que disminuye la producción de alimentos. El calentamiento global es una realidad insoslayable de los que se dedican a la agricultura, sobre todo de los que subsisten de la siembra.
"Los últimos siete años han sido los más cálidos desde que hay registros, especialmente 2020", refiere Oxfam.
"Toda mi vida me he dedicado a la agricultura", dice Alizeta Sawadogo, de 55 años, reseña el conglomerado de ONG cuyo lema es "trabajar con otros para combatir la pobreza y el sufrimiento". Sawadogo cultivaba cereales, pero su producción se ha visto reducida debido a la escasez de lluvia y los largos periodos de calor.
El reto para Burkina Faso es tratar de cultivar la tierra a 50ºC y con sequías recurrentes todo el año. Sin embargo, esta población, que depende de la agricultura, no tiene otra alternativa para alimentarse: es una cuestión de supervivencia.
La violencia y desigualdad contra las mujeres aumentó durante la pandemia
Desde que se decretó la pandemia global por covid-19 ya se advertía que iba a aumentar la desigualdad de género. Esto se debe, en primer término, a que ante la crisis sistémica y la escasez de todo lo que iba a prevalecer era la barbarie y la disputa por los pocos recursos disponibles.
En efecto, hubo un retroceso de los derechos de las mujeres, sobre todo de las que están en situación de pobreza y vulnerabilidad. "Temíamos que la crisis diese al traste con los avances alcanzados en el pasado y, un año después, nuestros temores se han hecho realidad", advierte Oxfam en un artículo donde describe cinco motivos por los que las mujeres y niñas son las más perjudicadas por la pandemia.
Pero como ya hemos dicho anteriormente, la pandemia lo que hizo fue resaltar y adelantar la crisis de un sistema en decadencia. Y no se trata únicamente de una crisis sanitaria y económica, es la profundización da la barbarie que se proyecta a través de la exclusión por motivos de raza, género y clase.
"Esta discriminación es perfectamente evitable, y es necesario acabar con ella", dicen.
¿Se puede acabar con la exclusión y discriminación dentro de un sistema que promueve la competencia y la lucha por la supervivencia? Difícilmente el actual sistema pueda generar otra lógica en la dinámica cultural que prevalece actualmente en el mundo.
Un ejemplo de ello es que, con la llegada de la pandemia, la pérdida de empleos durante dicho periodo ha afectado desproporcionadamente a las mujeres, lo que representa un retroceso en materia de reivindicaciones logradas por años de lucha. Así lo demuestran las estadísticas de varios países.
De acuerdo a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la pandemia del covid-19 generó un retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres en la región.
Un informe de febrero de este año, titulado La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad, reveló que:
"La tasa de participación laboral de las mujeres se situó en 46% en 2020, mientras que la de los hombres en 69%. Se calcula, además, que la tasa de desocupación de las mujeres llegó al 12% en 2020, porcentaje que se eleva al 22,2% si se asume la misma tasa de participación laboral de las mujeres de 2019. En 2020, se registró una contundente salida de mujeres de la fuerza laboral, quienes, por tener que atender las demandas de cuidados en sus hogares, no retomaron la búsqueda de empleo".
La otra arista de esta realidad es que en muchos casos las mujeres y niñas circunstancialmente se encerraron con agresores domésticos y estuvieron expuestas a situaciones de violencia.
Las restricciones a la libre circulación de personas a consecuencia de la pandemia hizo que los servicios de apoyo a las mujeres y niñas que sufren violencia "se vieran enormemente afectados por la reducción tanto de las iniciativas de prevención y protección como de los servicios sociales", señala Oxfam.
De la colonia a la Revolución Bolivariana: ¿cómo se formó la mujer venezolana?
Investigación de @rbkmw https://t.co/5BXBfT1Yip pic.twitter.com/dRFDSTCuwM— MV (@Mision_Verdad) October 26, 2020
Trabajo doméstico (no) remunerado
Asimismo, hay que resaltar que el trabajo doméstico remunerado, que se caracteriza por una alta precarización y por la imposibilidad de ser realizado de forma remota, ha sido uno de los sectores más golpeados por la crisis derivada por la pandemia.
El estudio de la Cepal revela que antes de la llegada del virus alrededor de 13 millones de personas se dedicaban al trabajo doméstico remunerado (de los cuales el 91,5% eran mujeres). "En total, este sector empleaba a un 11,1% de las mujeres ocupadas en la región. No obstante, en el segundo trimestre de 2020 los niveles de ocupación en el trabajo doméstico remunerado cayeron -24,7% en Brasil; -46,3% en Chile; -44,4% en Colombia; -45,5% en Costa Rica; -33,2% en México; y -15,5% en Paraguay".
"Urge promover procesos de transformación digital incluyentes que garanticen el acceso de las mujeres a las tecnologías, potencien sus habilidades y reviertan las barreras socioeconómicas que estas enfrentan, de manera de fortalecer su autonomía económica", subrayó Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, ante la desigualdad que existe ante el empleo remoto.
También vale decir que, además del empleo remoto o teletrabajo, también hay una sobrecarga en el trabajo doméstico, que en muchas oportunidades recae sobre las mujeres y no es reconocido, lo que provoca un agotamiento silencioso y sistemático.
"Los confinamientos han ralentizado la economía de mercado, pero han disparado el volumen de trabajo de cuidados no remunerado. Ya antes de la Covid-19, las mujeres y las niñas dedicaban 12 500 millones de horas diarias al trabajo de cuidados no remunerado. Las investigaciones de Oxfam ponen de manifiesto que los confinamientos, la enfermedad y el cierre de los centros educativos han incrementado enormemente esta carga, asumida mayoritariamente por madres solteras, mujeres en situación de pobreza, y grupos discriminados por razones de raza y etnia", dice la citada organización.
En la primera línea
Además de ser las responsables de buscar recursos, comprar y cocinar los alimentos para sus familias, las mujeres han jugado un papel determinante durante el desarrollo de la pandemia.
En el caso de la región, son parte crucial de la primera línea de respuesta a la pandemia. El estudio de la Cepal revela que un "73,2% de las personas empleadas en el sector de la salud son mujeres, quienes han tenido que enfrentar una serie de condiciones de trabajo extremas, como extensas jornadas laborales, que se suman al mayor riesgo al que se expone el personal de la salud de contagiarse del virus".
Este porcentaje coincide más o menos con el expuesto por Oxfam, quienes refieren que, a nivel mundial, "las mujeres constituyen el 70% del personal que trabaja en los sectores de la salud y la atención social, y su presencia es también mayoritaria en el trabajo doméstico", trabajos que, de acuerdo a la organización, durante mucho tiempo han sido infravalorados y mal remunerados.
De esta manera se entiende que las mujeres, las niñas y los niños están expuestas a las turbulencias generadas por el sistema capitalista, que las pone, junto a otros eslabones débiles según su lógica, en el centro del huracán.