Mié. 18 Diciembre 2024 Actualizado Sábado, 14. Diciembre 2024 - 10:42

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Existen razones históricas, geopolíticas y económicas para seguir provocando la guerra occidental contra Rusia (Foto: Alexey Vitvitsky / Sputnik)

Cerco y contención de la OTAN contra Rusia: un negocio geopolítico

En los últimos días, el mundo ha estado observando de cerca los intentos de los diplomáticos rusos de negociar con Occidente el futuro de la seguridad en Europa y reducir las tensiones en la frontera ruso-ucraniana.

Washington y Bruselas acusan a Moscú de preparar una "invasión", declarando que las tropas rusas están siendo llevadas a la frontera con un Estado vecino. En este contexto, la Organización Tratado del Atlántico Norte (OTAN) está reforzando su presencia en Europa del Este. El 24 de enero se supo del traslado de una fragata danesa al Báltico y cuatro cazas daneses a Lituania, barcos españoles y cazas holandeses a Bulgaria, así como el posible envío de unidades francesas a Rumanía.

Moscú rechaza todos los reclamos y enfatiza que están moviendo tropas dentro de sus territorios. La parte rusa también recuerda que Ucrania no cumple con los acuerdos de Minsk, que prevén un alto el fuego y la retirada de armas pesadas de la línea de contacto.

Las primeras reuniones en Ginebra (entre Rusia y EEUU) aún inspiraban cierto optimismo en el cumplimiento de esos objetivos, sin embargo, la siguiente ronda de negociaciones en Bruselas (Consejo OTAN-Rusia. Primera reunión del consejo en dos años y medio) disipó las esperanzas de un gran avance. Los líderes de la alianza atlántica, de una manera intransigente, se negaron a encontrar un punto de concertación con Rusia sobre el tema de una mayor expansión de la OTAN y la posible admisión de Ucrania en la alianza. Por su parte, Moscú dejó en claro que sin cumplir con sus requisitos clave, no se puede hablar de más negociaciones.

Un bloque concebido para el conflicto no puede traer la paz

Occidente presenta a la OTAN como una fuerza para el bien, la base de la paz y el orden en Europa. Pero la revisión de sus acciones muestra una imagen exactamente opuesta: fue concebida, creada y desplegada contra la Unión Soviética (URSS), y toda su historia consiste en guerras e intervenciones que dejaron huellas en forma de Estados destruidos y millones de refugiados.

El 31 de marzo de 1954, el Ministerio de Relaciones Exteriores de la URSS envió una nota a los países miembros de la OTAN proponiendo que Moscú se uniera a la alianza, siempre que la alianza mantuviera un estatus neutral. Los líderes soviéticos no se hacían ilusiones particulares sobre la reacción de la alianza, tanto el consentimiento como el rechazo serían aceptables para ellos. Un acuerdo reduciría la amenaza militar para la Unión Soviética, ya que su entrada en la OTAN supondría un cambio radical en la esencia misma de la alianza, mientras que la negativa de la OTAN revelaría su verdadera naturaleza, que no está interesada en estabilizar la situación en Europa, sino solo en lograr el dominio hegemónico.

La respuesta de la OTAN siguió de inmediato y fue negativa: no se esperaba a la URSS en la alianza. En otras ocasiones, la Federación de Rusia consideró la posibilidad de modificar el estado abiertamente hostil de las relaciones con el bloque occidental para construir un sistema de seguridad de la región, y ninguna de sus intentos prosperó, pues la OTAN consideró que la confrontación con Moscú era una ocupación mucho más rentable.

A pesar de las declaraciones sobre el carácter "defensivo" del bloque, en 1999, después de que se desintegrara la URSS, la OTAN fue más allá de la zona de su responsabilidad y desató la agresión contra Yugoslavia, pasando por encima de la posición de la ONU e ignorando la voluntad claramente expresada de Rusia, que se oponía a tales acciones. La alianza violó gravemente sus propios documentos fundacionales, los cuales expresan que la unión de sus fuerzas está destinada a "crear una defensa colectiva y mantener paz y seguridad".

Luego, los Estados de la OTAN en 2001 invocaron el artículo 5 y apoyaron la invasión de Afganistán, la UE apoyó la invasión de Irak por parte de los Estados Unidos y varios países de la OTAN que se unieron a ellos. Todas las operaciones se llevaron a cabo sin la sanción de la ONU. La intervención en Libia en 2011 también fue una intervención militar conformada principalmente por países de la OTAN.

Del otro lado de la moneda, Rusia se ha caracterizado por cambiar escenarios de conflicto militar en escenarios de discusiones políticas, tal y como lo refirió el viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Alexander Grushko:

"Rusia históricamente ha detenido las guerras. Entre ellos, detuvo las guerras civiles en Tayikistán, Abjasia, Osetia del Sur, Transnistria, Nagorno-Karabaj. Cada una de estas guerras es un ejemplo de cómo la intervención rusa ha contribuido a la paz al convertir un escenario militar en decisiones políticas", dijo Grushko.

Iniciando la segunda década del siglo XXI, cuando Rusia tomó un rumbo independiente en la arena internacional y fortaleció sus fuerzas armadas, Washington y sus aliados europeos aprovecharon la crisis ucraniana (provocada por ellos mismos) y la posterior entrada de Crimea en Rusia, como pretextos para el retorno de la política de cerco y contención de Moscú.

La necesidad de adoptar ese modelo y destruir deliberadamente los canales diplomáticos con la Federación de Rusia se debe al hecho de que la alianza transatlántica tiene que demostrar nuevas amenazas para justificar su existencia y seguir causando conflictos en lugares de interés geopolítico. Para ello, busca volver a los esquemas de la época de la Guerra Fría emprendiendo el camino de la expansión hacia el Este, provocando inestabilidad en los territorios postsoviéticos que ahora bordean las fronteras rusas, y fomentando los sentimientos antirrusos.

Actualmente, el bloque ha llevado la situación geopolítica a un punto muy complejo. Si Ucrania se une a la OTAN, Moscú tendrá que enfrentarse a una nueva base militar y nuevos tipos de armas de ataque justo en la frontera. Y aunque eso no ocurra, existen otros mecanismos para que Ucrania y otros países vecinos a Rusia, bajo los auspicios de la OTAN, desaten conflictos que amenacen la estabilidad de la región, y es lo que de hecho ha venido funcionando: se entregan armas de ataque sobre la base de relaciones bilaterales, por ejemplo, entre Estados Unidos y Ucrania, Gran Bretaña y Ucrania, como si no tuviese nada que ver con la OTAN.

Es por eso que Rusia, consciente de los crecientes riesgos y las tendencias negativas que surgen como resultado de la política de la OTAN de socavar el equilibrio estratégico de fuerzas en el continente europeo, concentra todos los medios políticos y diplomáticos en obtener garantías de su propia seguridad.

Fabricación de crisis para beneficio del complejo militar-industrial occidental

En los últimos seis años, incluidos los años pandémicos 2020 y 2021, el gasto militar de la Alianza del Atlántico Norte ha ido en aumento. Al mismo tiempo, cada nuevo dólar o euro se destina a la compra de nuevas armas. Así lo dijo el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, sin ocultar su satisfacción, cuando presentó un informe en una conferencia de prensa en línea.

Como dijo en sus declaraciones, a pesar del impacto negativo de la pandemia en las economías de los Estados miembros de la OTAN, el gasto militar de la alianza aumentó 3,9% en 2020. En términos absolutos, el monto del gasto militar de la alianza en 2020 ascendió a 1,107 billones de dólares. Esto incluye los gastos corrientes para el mantenimiento de las formaciones de la OTAN, su traslado, ejercicios y el pago de asignaciones a los militares y funcionarios en la sede de Bruselas.

Otro gasto que se controla de cerca es la compra de nuevas armas y equipo militar. En 2020 se utilizó para esto el 11,6% de todo el presupuesto de la OTAN.

Aunque la cifra es absurdamente alta, en 2014 en Gales, se propuso llevar el gasto militar de la OTAN al 2% del PIB en cada país participante. Washington presionó más activamente por esta idea, llamando a los socios europeos a aumentar el gasto militar año tras año. Y lo más importante, hasta el 20% de estos gastos debería destinarse a la compra de nuevas armas.

¿Y quién las fabrica y está complacido de venderlas? El complejo militar-industrial occidental, especialmente de origen estadounidense. De modo que se entiende la algarabía de empresas como Raytheon y Lockheed Martin al celebrar el deterioro de la situación política entre Moscú y Minsk.

Estados Unidos sigue siendo el mayor exportador de armas del mundo, dicen los expertos del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo. Durante el período de 2016 a 2020, el complejo militar-industrial de EEUU aumentó su participación a escala mundial del 32 al 37%. Se suministraron armas estadounidenses a 96 países.

La manía de la expansión, lo único que unifica

Los intentos de presentar el bloque de la OTAN como una unión de igualdad de oportunidades para todos sus miembros y valores compartidos son solo palabras. En cambio, prevalece el hegemonismo y las conductas coloniales, las órdenes de los fuertes y la falta de voluntad de los débiles.

Los miembros de la alianza hace tiempo que dejaron de ser libres incluso para tomar sus propias decisiones. Basta recordar cómo el embajador de EEUU, no hace mucho tiempo, amenazó literalmente al gobierno alemán en relación con la continuación de la participación en Nord Stream 2. O cómo, a espaldas del gobierno de Emmanuel Macron, sus aliados transatlánticos rompieron el acuerdo de Francia con Australia sobre cooperación técnico-militar. Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia formaron una alianza sin siquiera notificar al resto de la alianza.

El punto cumbre de la fragmentación y la desunión entre los miembros de la OTAN fue la historia de las vacunas contra el covid-19, cuando todos en la alianza desecharon hasta los más simples principios de cooperación, para sustituirlos por el robo y el veto entre ellos.

Finalmente, la manía de expansión se ha convertido en el único valor protegido por Estados Unidos y otros Estados miembros que siguen su rastro. La marca histórica de Occidente.

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