La victoria del Gran Polo Patriótico (GPP) en las elecciones parlamentarias de este domingo 6 de diciembre confirma la inamovilidad de este bloque cultural y político que ha sido subestimado desde su aparición. Los principales derrotados en esta contienda electoral fueron los que hasta ahora no han sabido interpretar el chavismo y la fuerza histórica que lo compone.
Con los años se ha demostrado que, contra todo pronóstico, el chavismo constituye una realidad que ha sobrevivido a los peores escenarios y aún así no pierde la forma. Y es precisamente esa forma compuesta por el tiempo y las vicisitudes lo que ha generado la costra necesaria para resistir a la guerra, el bloqueo y la "máxima presión".
Además de los propios hechos, siempre es justo recordar que el chavismo no es un fenómeno coyuntural y pintoresco en la historia política del mundo, un partido más con fecha de caducidad. Si bien se ha nutrido de las corrientes y organizaciones revolucionarias que lo anteceden, este es autónomo como fuerza política y vive de sus propias glorias. También ha construido su propia épica a punto de resistir y vivir ante la guerra a muerte declarada por el imperio estadounidense.
Se ha dicho en algún momento que el chavismo y los partidos de izquierda se retroalimentan en una suerte de relación simbiótica donde cada uno le da vida al otro. Sin embargo, la historia y los números ha demostrado que el primero, desde su aparición, fueron pulmón para la izquierda derrotada de siempre. La que quedó anclada en las glorias de hace ochenta años.
Y esto no quiere decir que deba existir una relación de padroteo por parte del chavismo hacia estos partidos ni mucho menos sentir que le deben algo. Políticamente nadie le debe nada a nadie, mucho menos el chavismo.
¿Que hay historia y trayectoria? Claro, es innegable, pero en más de 80 años ninguna organización política tuvo la fuerza para arrastrar y congregar todo el descontento y reivindicaciones históricas en una masa social como lo hizo el Comandante Hugo Chávez y cómo lo sigue haciendo el presidente Nicolás Maduro.
Y esto no se trata de una competencia, sino de entender el momento de mayor sometimiento contra el país y mantener la unidad como forma de resistencia. De construir nuestras propias glorias y asumirlas con dignidad. La altivez de una organización política se convierte en soberbia cuando pretende sujetar lo pírrico a una supuesta razón aliñada con la moral de haber permanecido fiel a unos "principios ancestrales", asumiendo que el chavismo es hambreado y clientelar. Para esa visión ya está la derecha y ya se agotaron los cupos.
Si se fractura una de las partes nos podemos volver a recomponer si nos unimos como brea
Esta victoria es de suma importancia porque se buscaba reinstitucionalizar uno de los poderes del país, desde donde se solicitó el bloqueo de activos y embargo de nuestros bienes en el exterior. Recordemos que la Asamblea Nacional en manos de la derecha le entregó a Estados Unidos un cheque en blanco con la libertad de hacer y de apropiarse de nuestros recursos, como en efecto hicieron.
Por eso no se puede minimizar ni banalizar el triunfo del chavismo que ha construido y sigue construyendo su propia épica. Somos una realidad insoslayable y una fuerza irreductible que sobrevive a la guerra y las vicisitudes. Basta recoger los testimonios de los últimos años para llenar varias páginas con actos heroicos en medio de apagones, bloqueo a la importación de alimentos y otras materias primas vitales para el funcionamiento de la sociedad.
Si bien los resultados demuestran a través de números que la orgánica del chavismo sigue intacta, también hay otros elementos que le dan carácter de inamovilidad en la sociedad y en el mundo. Si Venezuela tiene una voz fuerte y clara es porque ha sabido plantarse a los avatares y a los imperios, incluso es capaz de irradiar su fortaleza a otras naciones. ¿De dónde sale esa fuerza?
En el plano más mitológico, pero igual de cierto y poderoso, podemos tomar como ejemplo el cierre de campaña del 4 de octubre de 2012, cuando bajo aquel aguacero me abstraje un poco de la convulsión y euforia del momento y la masa social que estaba en la avenida Bolívar de Caracas parecía fundirse como un mismo barro, a un único ritmo y en una misma dirección.
Tal vez existan fenómenos similares en el mundo, pero esa metáfora nos sirve para visualizar, más o menos, la imagen totémica del chavismo construida con ese barro ancestral que nadie ve, pero que los que compartimos ese sentimiento tenemos la certeza de que existe. Como tótem estamos fijos en el imaginario global, seguros de que si se fractura una de las partes nos podemos volver a recomponer si nos unimos como brea.
En psicoanálisis existe una noción de que todo lo que se desprende del sujeto, bien sea desechos corporales, sudor, uñas, entre otros, se vuelve un elemento repulsivo y lo rechazamos inconscientemente, se vuelve abyecto. Asimismo esta metáfora la podemos usar para designar a todo lo que se desprende del cuerpo social representado en el chavismo. Todo lo que se aleja se vuelve eso.