El cálculo electoral es un factor determinante para analizar la conversación entre Elon Musk y el expresidente Donald Trump en su reciente diálogo en un Space de la red social X.
El intercambio, cargado de menciones sobre Venezuela y las acciones de gobierno que emprendería si volviera a la Casa Blanca en noviembre, revela una estrategia narrativa diseñada para movilizar al electorado estadounidense.
Asuntos como la migración, la energía y la inflación, fundamentales en el marco de prioridades del electorado susodicho, son recurrentememente explotados por Trump, especialmente en plataformas digitales como X, donde busca conectar directamente con su base electoral tras el levantamiento de su veto en la red social gracias a Musk.
Trump jerarquizó el abordaje de Venezuela desde una perspectiva migratoria y energética explotando las temáticas que, en términos comiciales, le favorecen y otorgan ventaja desde el punto de vista político y narrativo. A lo largo de la conversación, demostró que Venezuela es un atajo, una vía fácil para potenciar sus fortalezas frente a su objetivo demográfico.
De ahí la saturación de menciones y los diversos recursos retóricos empleados para referirse al país, desde una óptica claramente criminalizadora y hostil.
El Fenómeno migratorio
La frontera sur es uno de los problemas que mayor atención está generando entre la población estadounidense, y no precisamente por el acuerdo comercial que mantienen con México sino por el incremento de los flujos migratorios que se han observado en los últimos años, en especial a finales del 2023, cuando los cruces fronterizos ilegales alcanzaron niveles récord.
Según los últimos sondeos de Gallup (junio de 2024), 55% de los estadounidenses quiere reducir los niveles de inmigración, lo que implica un incremento de 14 puntos en relación al mismo mes en 2023. De acuerdo al estudio de la encuestadora, todos los grupos partidistas muestran una mayor preferencia por la disminución de la inmigración, siendo los porcentajes más altos entre republicanos e independientes.
Con este contexto como telón de fondo en la campaña electoral, no es casual que el expresidente Donald Trump dedicara buena parte de su conversación con Elon Musk a abordar esta materia, tanto para criminalizar la migración en general como para señalar las ineficiencias de la actual administración en ese sentido.
En el discurso de Trump sobre los migrantes destaca la elaboración de un perfil discriminatorio que equipara migrante con delincuente. Para el expresidente: "Estos países (los de origen) se están deshaciendo de las personas improductivas, en caravanas en muchos casos. Y también se están deshaciendo de sus asesinos y sus traficantes de drogas y de las personas que son realmente brutales".
A pesar de la insistencia de Musk de distinguir entre un grupo de migrantes que califica como gente "buena y trabajadora", que contribuiría de forma positiva a la sociedad estadounidense y a su economía, su posición fue inflexible. El candidato republicano apuesta por las deportaciones masivas, la continuación del muro fronterizo y un proceso de migración legal que incluya un riguroso sistema de selección.
Son esas medidas, por cierto, las que más apoyo muestra la encuesta de Gallup; allí se informa que 53% de los consultados apoyaría la expansión del muro fronterizo —13 puntos más que la medición de 2019— y 47% acompañarían una política de deportaciones masivas, 10 puntos más que en 2019.
Las referencias directas que en materia de reducción de delincuencia hizo sobre Venezuela fueron en tono sarcástico: "Nos reuniremos en Venezuela porque será un lugar mucho más seguro para reunirnos que nuestro país (…) Tú y yo iremos a Venezuela y tendremos una reunión y cenaremos porque eso es lo que está pasando. Sus índices de criminalidad están bajando y los nuestros están por las nubes".
El candidato republicano vinculó la disminución de la criminalidad en Venezuela con la supuesta expulsión de delincuentes. A partir de esta premisa construyó un discurso alarmista mediante el que sugiere que todos esos "maleantes" han llegado a Estados Unidos para provocar el incremento inusitado de criminalidad en el país. Trump aseguró, además, que el problema se agravará: "Aun no han visto nada, porque esta gente ha llegado a nuestro país y apenas se están adaptando, y no conocen las reglas de la corrección política, ni saben cómo funciona la ley o cómo funciona la falta de ley".
Durante el intercambio, Trump enfocó el fenómeno migratorio como un asunto global que no se experimenta solamente en América Latina y el Caribe —o en algunos países puntuales como Venezuela o El Salvador, cambiando la retórica usada en ocasiones anteriores— sino que lo planteó como un hecho global, incluyendo esta vez a África y Asia.
Si el candidato republicano resulta electo, las políticas de deportación se convertirían en el eje central de la relación entre Estados Unidos y la región en materia migratoria. Las promesas de campaña de Trump de realizar deportaciones masivas hacen evidente que cualquier acción en este sentido requerirá de una relación formal con los gobiernos implicados, incluido el venezolano.
La variable energética como condicionante de la situación económica
La situación económica es abordada desde la perspectiva de los altos niveles inflacionarios registrados en la actualidad y que han golpeado principalmente a los trabajadores de ingresos medios, a quienes se les dificulta ahorrar o, en el peor de los casos, llegar a fin de mes —que en buena medida son la base electoral que definirá los comicios—.
Y si la crítica se centra en el "gasto excesivo" que mantiene el gobierno federal, para Trump la ecuación energética es fundamental para garantizar una reducción del costo de la energía en general y de la gasolina en particular.
De nuevo el enfoque del expresidente no es casual: 41% de los estadounidenses considera la inflación el principal problema financiero, siendo este dato ligeramente superior al 35% que se mostraba en 2023 y al 32% de 2022. Además, el tema solo está por detrás de la inmigración, el gobierno y la economía en general cuando se les pide a los estadounidenses que nombren el problema más importante que enfrenta el país.
Así, el candidato republicano aborda el ámbito energético comentado que "la gasolina, Elon, es el costo de la energía, no solo la gasolina. Es el costo de calentar y enfriar tu casa. Eso tiene que bajar. Ha subido 100%, 150% y 200%. Eso tiene que bajar".
La solución reside en el regreso a los hidrocarburos, al gas y al petróleo, como lo fue durante su gestión anterior, con la fracturación hidráulica y la activación del oleoducto Keystone XL. Por eso menciona la rehabilitación del proyecto de perforación en Alaska, cancelado por la administración Biden y que podría representar, según el expresidente, reservas como las de Arabia Saudita.
Para Trump los retos científico-tecnológicos a los que Estados Unidos se enfrentará en las próximas décadas —inteligencia artificial y la computación cuántica, por solo mencionar dos— requieren del doble de energía de la que consume actualmente, y no hay una alternativa capaz de sustituir en lo inmediato los hidrocarburos, usado incluso como materia prima para las otras fuentes de energía.
El que la variable energética esté de nuevo, o por lo menos de forma más explícita, en los planes de Trump, reposiciona —para bien o para mal— al país como una fuente estratégica de energía fósil, más allá de los comentarios despectivos realizados con anterioridad sobre la calidad del petróleo venezolano.
Caracas históricamente fue un proveedor seguro y confiable de crudo, justo hasta la implementación del régimen de sanciones que ocasionó que tanto la producción como la comercialización del mismo se redujera, y afectara incluso los mismos intereses geopolíticos de Estados Unidos.
Esta necesidad de energía, dibujada en la expresión "vamos a perforar, baby", es representativa de la urgencia por asegurar fuentes seguras de petróleo, en el que despunta no solo el estadounidense sino también aquellas fuentes cercanas como México y Venezuela.
Migración y energía EN EL INTERÉS ESTADOUNIDENSE
La relación entre una posible segunda administración Trump y América Latina y el Caribe estará fuertemente condicionada por las políticas migratorias y energéticas, en especial por las primeras. En Venezuela, en particular, pervive el recuerdo y las heridas de la primera administración Trump, que acentuó a niveles inusitados —y fallidos— el actual régimen de sanciones que pesa sobre el país.
Por los momentos, podemos estar seguros de que las menciones a Venezuela durante la charla entre Trump y Musk tuvieron como eje vertebrador el cálculo electoral. Sin embargo, sería demasiado pronto para especular sobre su enfoque real si llegara a ganar. Luego del fracaso del proyecto Guaidó y ante la demostrada correlacción entre sanciones punitivas y flujos migratorios e inestabilidad energética, se podría presumir que Trump tantearía una perspectiva diferente a la fuerza, al desconocimiento y al cambio de régimen. Pero es demasiado pronto para saberlo. Por ahora, su retórica hacia Venezuela solo puede analizarse en clave electoral.
Pero también puede que la incertidumbre general, la notoria elasticidad con la que puede contradecirse, junto a los impulsos primarios con los que a veces también se aproxima a los grandes contingentes, ofrezcan una ruta de interacción a partir de estos dos asuntos.