Jue. 19 Diciembre 2024 Actualizado Sábado, 14. Diciembre 2024 - 10:42

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Puente internacional José Antonio Páez entre Venezuela y Colombia (Foto: El Espectador)

Realidades y singularidades del Alto Apure, ángulo sensible de la "guerra difusa"

El desarrollo de la operación Escudo Bolivariano 2021 ha tenido un énfasis en la frontera con Colombia en el lado apureño, produciéndose choques entre las fuerzas regulares venezolanas con grupos armados colombianos, entre ellas grupos criminales y fuerzas llamadas "disidentes" de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) supuestamente comandadas por Alias Arturo y Alias Ferley, quienes se ubican dentro de la facción que comanda Gentil Duarte.

Se ha denunciado ampliamente que grupos irregulares colombianos como Los Rastrojos, Los Urabeños, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), Águilas Negras, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), entre otras, han proyectado sus actividades en otros tramos de la frontera binacional y hacia dentro de Venezuela, habida cuenta de que en diversas instancias estos grupos han encontrado financiamiento y respaldo en las estructuras logísticas y financieras del narcotráfico.

La zona fronteriza es hoy un espacio difuso donde las fuerzas regulares venezolanas han desplegado personal y tareas de aseguramiento del territorio nacional, lo cual implica el desarrollo de la gobernanza y la ratificación del legítimo monopolio de las armas y la fuerza por parte del Estado venezolano.

Sin embargo, el reconocimiento de la existencia de una "frontera porosa", dicho así por las autoridades venezolanas, tiene muchas implicaciones que son oportunas explicar para comprender la complejidad de las realidades fronterizas y lo que implica el pretendido desarrollo de una "guerra difusa" que podría escalar a fases armadas y abiertas con mayores impactos.

La estructura narcotraficante en los llanos colombianos

El territorio llanero tiene particularidades en el desarrollo del conflicto en Colombia. Los registros de choques, tolerancia y en ocasiones convivencia de grupos múltiples en Arauca, Vichada y Casanare, refieren que ese trecho del territorio colombiano sigue ceñido en buena medida al conflicto, incluso luego de los Acuerdos de Paz de 2016.

Arauca es particular. Está atravesado por dos oleoductos que son estratégicos para la actividad petrolera colombiana y que en el pasado han sido objeto de voladuras por parte de las guerrillas.

En 2019 la Defensoría del Pueblo de Colombia y el Instituto de Estudios para el Desarrollo de la Paz (Indepaz) de ese país refirieron en un informe a las Autodefensas Campesinas del Casanare (ACC) como una fuerza activa en Arauca, que, a diferencia de otros grupos, nunca se sometieron al proceso de paz que "desmovilizó" a buena parte de los paramilitares en el gobierno de Álvaro Uribe.

Indepaz también ha referido en 2020 la existencia de un proceso de migración de las otrora estructuras paramilitares, ahora llamadas por el gobierno colombiano como bandas criminalizadas (Bacrim). Una denominación sumamente incompleta para calificar a fuerzas beligerantes de derecha, como Los Urabeños, Los Rastrojos y AGC (tentáculos del Clan del Golfo) y otros grupos que confluyen en menor medida en el lugar.

También, diversos registros de las autoridades venezolanas sobre ingresos ilegales de narcoaviones colombianos al cielo venezolano dan cuenta de esos ingresos por el lado apureño de la frontera, lo cual implica que las estructuras narcotraficantes tienen al llano colombiano como una zona de despegues de despachos del narcotráfico, de ahí que la zona llanera adquiere cualidades logísticas estratégicas que infieren la lucha de los grupos por el control del territorio.

Existe además una estructura compleja y multinacional de la droga, que funciona como un modelo de "franquicias" a favor de los cárteles mexicanos. Esto implica para las estructuras narcotraficantes colombianas el desarrollo de "franquicias territoriales" y construcción de un aparato logístico desde la siembra de hoja de coca, pasando por laboratorios para la fabricación del nitrato de cocaína y hasta las pistas de despegue de narcoaviones, o el zarpe de lanchas o narcosubmarinos.

Parte de esas actividades tiene lugar en los llanos de Colombia a expensas de las particularidades del lugar, tanto como de los grupos de interés que están armados in situ.

El Arauca, el Alto Apure y las fronteras llaneras

El llano de Colombia y Venezuela es, tal como suele decirse en tierras llaneras, uno solo. Es una frase que refiere la ausencia de líneas fronterizas tratándose del acervo, la tradición, los afectos, la cultura y la "llaneridad".

En los llanos fronterizos, el Alto Apure y el Arauca comparten una frontera natural, que es el río Arauca. Es una frontera que además es movediza, dado que se trata de una línea fluvial, precisamente en zonas con sedimentos que cambian la forma de los ríos y alteran con ello la línea fronteriza de manera desfavorable y favorable a ambos países en diversos tramos.

Esto se debe a la ausencia de una sólida política de demarcación binacional, estancada durante décadas, y ahora que es urgente, es más todavía sumamente cuesta arriba por el desconocimiento de Colombia de las autoridades legítimas de Venezuela. Y esto impone nuevas singularidades.

Más allá de las fronteras estrictamente territoriales y sus demarcaciones, existe la denominada "frontera social", que es el desarrollo de vínculos familiares, económicos, socioculturales, entre los habitantes de lado y lado de la frontera.

Estas relaciones históricas suelen ser favorables a Colombia de maneras en que las señales de radio del Ejército de Colombia invaden el espectro radioeléctrico venezolano. Pero más allá de ese despliegue propagandístico, las realidades fronterizas y afinidades extienden las fronteras a los adentros de los países.

La tierra llanera tiene un énfasis que por topografía y por interculturalidad lo facilita. La copla y el pasaje llaneros son idénticos en lo musical tanto como la similitud de los territorios, desde la desembocadura del río Cinaruco en el Orinoco hasta los llanos orientales de Colombia adonde nace. El municipio Páez de Apure tiene un gentilicio que es colombiano y apureño, e igualmente Arauquita, del lado colombiano, tienen un gentilicio que también es venezolano.

La realidad de la zona es propia de la realidad llanera. Su vocación productiva yace en la ganadería extensiva, los grandes potreros, el valor de la tierra por su capacidad de producir buenos forrajes que permanecen verdes gran parte del año y hacen de la actividad ganadera mucho más ventajosa en el sitio.

Además, está la actividad petrolera de ambos países en una misma cuenca común, que ha sido separada por las líneas fronterizas. El comercio, de puerto a puerto, fluye entre El Amparo-Guasdualito y Arauquita a modo de ciudades gemelas separadas por el río.

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Al fondo, puerto de El Amparo, estado Apure, Venezuela, visto desde Arauquita, Colombia (Foto: Jesús Humberto Mejía)

Las nuevas realidades en la zona

Hay nuevas singularidades en el lugar. Una de ellas es el desarrollo de todo un tejido económico de nuevo tipo que se ha gestado a partir de las nuevas realidades de la economía venezolana.

Históricamente la población fronteriza ha tenido una gran vitalidad y simbiosis económica, ahora existe la particularidad de que el peso colombiano y el dólar estadounidense se mueve ampliamente. Si bien ha habido un detrimento del bolívar y una pérdida de la soberanía monetaria en la zona, también es cierto que estas nuevas gravitaciones monetarias han apuntalando mucho las actividades, de manera que ahora Arauquita es un sitio de ventas de mercancías a comerciantes venezolanos de varias zonas llaneras que adquieren a bajo precio (en pesos y dólares) para revender en Venezuela.

En otras palabras, las distorsiones monetarias que ha vivido el país han encarecido tanto los precios de bienes en dólares que ahora los venezolanos "bachaquean" de Colombia a Venezuela.

El tráfico ilegal de combustibles, antes favorable a Colombia, ahora se ha "equilibrado" por el contrabando de combustibles desde Colombia a Venezuela, por la escasez del mismo en el lado venezolano.

La situación económica en Venezuela ha impulsado la fijación de los precios de los bienes raíces en dólares. Estos precios en dólares son costosos acorde a los ingresos de los venezolanos. En términos generales, por la migración venezolana o por movimientos propios y regulares de la población en el país, los bienes inmuebles han ido bajando de precio en dólares y muchos colombianos ahora los compran en Venezuela, situación que ha sido palpable en todo el país.

Esta situación se expresa en los llanos del Alto Apure mediante la compra de fincas. Muchos colombianos compran fincas del lado venezolano de manera vertiginosa.

También se ha denunciado que grupos irregulares han presionado a venezolanos para la venta de sus fincas, a favor de algún comprador colombiano cooptado por las mafias. De ahí que las condiciones comerciales de los inmuebles han facilitado la mutación extensiva de las propiedades de colombianos en la zona del Alto Apure.

Otro elemento de nuevo tipo es el auge que ha tenido el lado apureño de la frontera como punto de salida y de ingreso al país en los últimos años, un fenómeno nunca conocido en el lugar en los niveles actuales.

Si bien los puertos entre El Amparo y Arauquita han sido ruta de migrantes pendulares de manera histórica, el flujo se ha elevado de manera sumamente considerable. Las razones son muchas. El aumento de la migración pendular (personas que van y vienen por periodos cortos de tiempo por razones laborales, comerciales y familiares); el flujo migratorio de ida y vuelta por estaciones o de manera prolongada vía Colombia; el flujo de ida, o vuelta hacia, y desde otros países sudamericanos; el flujo de ida o vuelta para el uso de aeropuertos en Colombia (más económicos en vuelos internacionales que en Venezuela), son todas razones que suman en su conjunto.

Los pasos fronterizos regulares cerrados por la pandemia o por discreción de los gobiernos, las trochas a Cúcuta o Puerto Santander (del lado tachirense en Venezuela), las alcabalas, las restricciones, la inseguridad, la incertidumbre, los abusos de funcionarios, los abusos de trocheros (vigilantes de trochas) e incluso la conectividad para llegar a la frontera (medida en costos y tiempos de viaje), han hecho ahora que salir o regresar por Arauca sea un gran atractivo para muchos.

De ahí que se ha construido un nuevo alto flujo de viajantes en esta zona que teóricamente ha justificado la colocación de ONG en el lado colombiano, así como la presencia de la Oficina de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) como parte de un despliegue "humanitario" en el lugar.

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Migrantes venezolanos y colombianos son recibidos en Arauquita, Colombia, por la Cruz Roja Internacional (Foto: Fabián Yáñez / Revista Semana)

El ángulo sensible llanero

Las consideraciones sobre las posibilidades de una proyección del conflicto colombiano a Venezuela desde este ángulo sensible, calan por circunstancias e inercias históricas en el lugar, que son de suma fertilidad por la permeabilidad fronteriza. Tanto los factores de viejo tipo como los de nuevo tipo se conjugan. Desde la presencia de irregulares y acciones armadas, como la escenografía humanitaria y ONG en el sitio, promueven la internacionalización de un incipiente cuadro de conflicto armado en el lado venezolano.

Las autoridades venezolanas han denunciado el posible interés de los estadounidenses de promover una refriega a gran escala con Colombia, usando grupos irregulares como factores "tercerizados". Este es un elemento de peso para definir el lugar como un espacio difuso en construcción.

Lo que referimos en este texto como "inercias socio-históricas" consisten en circunstancias de hecho (tanto buenas como desfavorables para Venezuela) que se han empleado por parte de las fuerzas irregulares para intentar sedimentar la gobernanza y la institucionalidad de Venezuela en el sitio. La construcción de "microgobiernos" de facto a cargo de grupos armados, aunado a las simbiosis económicas, varias de ellas sustentadas en actividades paraeconómicas e ilegales, son en esencia piezas en la construcción de una zona de inestabilidad.

Todas estas son circunstancias históricas y creadas que son, en suma, un punto de atención para el ejercicio de la seguridad estratégica de Venezuela. Las claras maniobras de disuasión y ejercicio de fuerza legítima venezolana registrados en días recientes en el lugar, dan cuenta de la claridad sobre el asunto, sus componentes, sus riesgos y sus derivaciones.

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