Dom. 10 Noviembre 2024 Actualizado ayer a las 8:39 pm

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Erik Prince, fundador de Blackwater, testificando sobre operaciones mercenarias en Irak frente a un comité del Congreso estadounidense en 2007 (Foto: Getty Images)

Las motivaciones políticas y comerciales de Erik Prince en Venezuela

En un artículo anteriormente publicado por Misión Verdad, el periodista Robert Inlakesh argumentaba que Erik Prince, empresario estadounidense fundador de Blackwater, estaba buscando una oportunidad como contratista militar con la propuesta pública, vía X, de derrocar por la fuerza el gobierno del presidente Nicolás Maduro.

Para ello se sumó a una campaña llamada Ya Casi Venezuela, cuyos fines no están claros y plantean dudas sobre el tipo de operación que pudiera promover el exNavy SEAL con tanta anticipación en las redes digitales.

Según el periodista opositor David Placer, radicado en Madrid, se trataría de una recaudación de fondos con aspiraciones de recoger 600 millones de dólares para fines militares. Pero lo cierto es que hay mucha más especulación que certeza en torno a la intriga.

No sería la primera vez que intentara conducir una misión militar fuera de Estados Unidos en años recientes: en 2022 planteó crear una compañía privada de servicios militares con los soldados remanentes del ejército de Ucrania, en el marco de la Operación Militar Especial rusa, pero no pudo llevarla a cabo por falta de aprobación en los mandos oficiales estadounidenses y propiamente ucranianos.

El prontuario de Blackwater en las guerras de Irak y Afganistán —crímenes de guerra y lesa humanidad incluidos— puso en escrutinio la figura de Prince en contextos de conflicto. Sin embargo, este no ha desistido en mostrarse como un activo operador en el campo de la política y en hacer lobby en Washington desde entonces.

Conexión directa con Washington y el establishment político

Prince ha aprovechado las oportunidades que le ha brindado pertenecer a una familia acaudalada bien ubicada en el ámbito comercial y político en Estados Unidos. De joven fungió de pasante en la Casa Blanca, una experiencia que lo marcó para el resto de su vida, de donde cimentó su relación con políticos del Partido Republicano y figuras de la derecha tradicional y conservadora.

Desde la década del 2000 ha sido un contribuyente usual de legisladores republicanos casi exclusivamente. Su extensivo historial abarca la donación a campañas políticas de representantes y senadores del Partido Republicano, pagos de lobby, financiamiento de apoyo a leyes, etcétera.

Su involucramiento en el campo político condicionó los contratos a favor de Blackwater y se convirtió en una figura citada en medios y libros —incluso biografías laudatorias— en los que aboga por el imperialismo estadounidense.

Los reportes de que Prince, heredero de una fortuna oriunda de Michigan, tiene fuertes lazos con los republicanos y grupos cristianos conservadores datan de 2007; de ahí en adelante estará atado a esos mundillos y a la palestra pública.

En un extenso perfil doble que realizó Vanity Fair a Erik Prince y su hermana Betsy DeVos se sugiere que viene de familia el hecho de trazar sus metas políticas con las comerciales, claro, en un país donde las corporaciones tienen voz y voto, por derecho mercantil, en el establecimiento de las políticas del gobierno federal y del régimen legislativo.

Esta posición se encuentra en concordancia con muchos en el círculo político más cercano a Donald Trump y, en efecto, ambos han sido fieles dentro de los círculos proTrump desde la asunción del magnate como presidente.

La hermana de Prince fue la secretaria de Educación durante la administración Trump y Prince fue considerado un "asesor en las sombras" del presidente republicano. La participación estelar de este en una operación de espionaje contra políticos opositores al presidente republicano minó aun más su figura pública, junto a los escándalos imputados a la compañía que fundó y de la que se desvinculó por razones de marketing político y comercial.

Como ficha de Trump, Prince intentó convertirse en senador por el estado de Wyoming en 2017, pero el establishment republicano no lo permitió. Se le acusaba de querer beneficiarse de la entonces ocupación estadounidense en Afganistán, blanquear su imagen de empresario imputado ante la ley y de promover la agenda trumpista en el Senado.

Un reportaje de NBC News en 2017 comentaba que "Prince ahora dirige Frontier Services Group, una empresa de logística con sede en Hong Kong e inversores chinos. La firma, que cotiza en Hong Kong, adquirió recientemente una participación de 25% en una escuela privada de formación en seguridad y hace poco consiguió un contrato para proporcionar seguridad y logística a una autoridad de inversión en una zona franca de Somalia".

Esto lo combina con su afán político de mantenerse conectado al establishment no solo estadounidense sino también occidental. El 30 de mayo pasado el periodista Ken Silverstein reveló que Prince gestiona un grupo de chat en WhatsApp "para sus allegados que incluye una colección de funcionarios gubernamentales de derecha, agentes de inteligencia, traficantes de armas y periodistas" donde discuten sobre Biden, "marxismo cultural", Israel y Palestina, Yemen e Irán y, por supuesto, medidas explosivas contra dichos países de Asia Occidental.

Silverstein cuenta que en el grupo hay "íconos de la ecósfera MAGA como Tucker Carlson, la figura más venerada entre los participantes del chat grupal, con la excepción del propio líder supremo; Kimberly Guilfoyle, la prometida de Donald Trump Jr. desde hace mucho tiempo; y el teniente general retirado Michael Flynn, el primer asesor de seguridad nacional de Trump condenado y luego indultado. Flynn ha participado, Carlson solo mínimamente y Guilfoyle en absoluto".

Prince es una figura conocida dentro de los círculos de Trump y del Partido Republicano en general, se mantiene activo en la escena de Washington sin éxitos duraderos y probablemente Venezuela entre en su ecuación de volver a insertarse como una figura relevante entre los republicanos, neoconservadores y demás grupos políticos proimperiales en Estados Unidos.

¿Emprendimiento militar?

En una conferencia donde participaron varias figuras comunicacionales de las derechas liberales y conservadoras estadounidenses en Nueva York, año 2019, argumentaba que la mayor amenaza de Estados Unidos no es el terrorismo ni Rusia sino el "socialismo disfrazado de liberalismo. Es el tipo de caballo de Troya que puede colar la 16ª Enmienda en la Constitución y obligar a la gente a pagar impuestos".

Significa que es un convencido de que el "libre mercado" puede arreglar lo que el gobierno federal naturalmente daña. "Tenemos que privatizar siempre que sea posible", dijo Prince en aquella oportunidad, seguido de "el espíritu empresarial hizo grande a Estados Unidos".

Su carrera en los negocios —privada— y la política entran en armonía con estos conceptos, a los que aboga —él mismo se califica de "libertario"— llevarlos a un próximo nivel.

En agosto reciente participó con un pequeño grupo de legisladores conservadores anunciando parte de su propia investigación sobre el atentado contra Donald Trump en julio pasado. El grupo "presentó un panel de testimonios de expertos al estilo de una audiencia del Congreso" vía streaming, aunque no fue un hecho oficial.

Más bien se trata de un intento por instalar una institución paralela a la de los miembros del grupo de trabajo bipartidista oficial que investiga el intento de asesinato contra el expresidente y ahora candidato republicano.

Entre los panelistas se encontraban Erik Prince "y Ben Shaffer, un oficial del equipo SWAT de la policía que estuvo presente en el intento de asesinato del 13 de julio, sentado en una sala a pocas cuadras del Capitolio".

"Liderado por los representantes Cory Mills y Crane, junto con Matt Gaetz, Andy Biggs y Chip Roy, este grupo de legisladores dice que no confía en lo que saldrá de ninguna de las investigaciones que se llevan a cabo dentro y fuera del Congreso", cuenta el reportaje.

Llama la atención que esa desconfianza en las autoridades oficiales para desarrollar la investigación de manera eficiente pudiera ser el mismo argumento de Prince para planificar una operación militar en Venezuela, no oficial pero con grandes visos de marketing político. Otra oportunidad de negocios, con el "socialismo" y la actual coyuntura venezolana de excusa.

El sumamente rentable sector en el que operan los contratistas militares privados está tan profundamente incrustado en el sistema político estadounidense que las empresas de mercenarios tienen sin duda muy poco que temer de un poder político en manos de los republicanos o de los demócratas en Washington. Para los contratistas militares, como Prince, estas son muy buenas noticias.

Ello no quiere decir que, si vende una invasión en Venezuela, automáticamente un hipotético nuevo gobierno de Trump aprobaría el punto de cuenta. De hecho, ha sido todo lo contrario desde que fue acusado por los crímenes de Blackwater en Irak, pero ello no lo ha alejado de sus obsesiones políticas y comerciales. Conviene recordar que, citando el mencionado trabajo de Inlakesh, "de acuerdo con cuatro fuentes citadas por Reuters, en 2019 Prince presionaba la administración Trump con vistas a desplegar un ejército privado en Venezuela para derrocar al líder socialista, democráticamente electo, Nicolás Maduro".

Aclara el periodista radicado en Londres que "según consta, Prince pasó meses tratando de asegurar el apoyo político y financiero para ese proyecto". Es decir, fue otra oportunidad de negocios fallida.

Pero su exposición en X, junto a la expectativa de la campaña Ya Casi Venezuela, pareciera apuntar a elevar su figura entre los republicanos en el escenario de otra administración Trump en el futuro cercano, tal como lo ha mostrado Elon Musk en el contexto postelectoral venezolano.

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