Desde que Donald Trump asumiera la presidencia de los Estados Unidos ha sido confrontado y hasta amenazado de ser depuesto de su cargo bajo procesos judiciales e institucionales, campañas mediáticas y tramas escandalosas desprendidas del ala liberal-demócrata y otros sectores opuestos al magnate.
Es cierto que el presidente republicano ha estado a la altura histórica del cargo, siendo responsable de políticas criminales mal llamadas sanciones sobre poblaciones y estados contrarios a la hegemonía estadounidense y asesinatos políticos de gran envergadura como el martirio del general iraní Qasseim Soleimani. Pero también es cierto que lo hecho en estos cuatro años al frente de la Casa Blanca no dista demasiado de lo que hicieron sus predecesores más inmediatos, quienes iniciaron guerras genocidas y no convencionales en Medio Oriente y otras regiones del mundo.
El conflicto inter-élite en Estados Unidos ha provocado una retahíla de golpes y tramas cruzadas (de distintos espectros) en la que tanto los demócratas como los republicanos han sido puestos en entredicho a los ojos de la población norteamericana y, asimismo, mundial: Russiagate, Ucraniagate, Pizzagate, Obamagate.
Un nuevo elemento ha devenido: el flamante libro de John Bolton, ex asesor de seguridad nacional de la Administración Trump, titulado In The Room Where It Happened: A White House Memoir (En la habitación donde sucedió: una memoria de la Casa Blanca), producción editorial que está siendo usado por tirios y troyanos para dispararle al magnate presidente en un contexto pre-electoral sumido en la crisis económica-financiera, la combustión social y la trágica gestión de la pandemia en Estados Unidos.
El libro comprende un capítulo entero a la estrategia de la Casa Blanca contra Venezuela en los últimos años. Vamos a referirnos primero a lo que escribe Bolton en este apartado para luego entender el contexto en el que sale dicha publicación.
Capítulo “Venezuela Libre”
Los fragmentos publicados en diferentes medios por periodistas y comentaristas políticos antes del lanzamiento oficial del libro, este 23 de junio, han sido reseñados extensamente y no vale la pena sino analizar los tópicos más distinguidos.
Primero que nada, John Bolton solo confirma lo que las mayorías pueden concluir desde hace un tiempo ya: la política exterior del gobierno de los Estados Unidos hacia Venezuela ha sido errática, criminal y poco efectiva a los fines del “cambio de régimen”.
Aunque esta no es una característica propia de la presente administración, sí lo es la maximización de los esfuerzos por asfixiar a la economía y la población venezolanas, en consonancia con la misma estrategia que usa Trump sobre otros países y pueblos como China, Corea del Norte, Cuba, Irán, Irak, Rusia y Siria.
Sin embargo, la política estadounidense contra Venezuela sí encuentra un consenso entre demócratas y republicanos de “línea dura”, dice Bolton, “de manera casi uniforme”. Lo más honesto hubiera sido que abandonara el adverbio “casi”.
Lo cierto es que, como acepta el ex funcionario de la Casa Blanca, los distintos medios usados para deponer a Nicolás Maduro de la presidencia venezolana requerían “de determinación por nuestra parte y presión constante, completa y firme. No estuvimos a la altura”: así comienza el capítulo “Venezuela Libre”, donde Bolton detalla el proceso a la toma de decisiones de la Administración Trump y comenta algunas de sus consecuencias.
Una cosa es segura: tanto Donald Trump como sus asesores tomaron en cuenta un plan para derrocar por distintas vías a Nicolás Maduro luego de que fuera evidente un estrechamiento de los lazos estratégicos que unen a diferentes poderes en ascenso como China, Irán y Rusia. El factor geopolítico siempre ha sido importante y diferencial para los decisores de la política exterior estadounidense siempre y cuando limite su capacidad hegemónica en variadas áreas de interés estratégico, a saber (con relación a Venezuela): los recursos energéticos y minerales.
Bolton juzga que era inaceptable una alianza inter-estatal de gran importancia como la comentada, y que Trump secunda esta opinión. Por ello se trazó un plan que consistía en el reconocimiento de Juan Guaidó como “presidente interino” de Venezuela (medida supuestamente ideada por el ex asesor) y el corte de flujos de capital a través de medidas unilaterales coercitivas contra la economía, las finanzas y el comercio del país.
De hecho, en el capítulo que analizamos se menciona que, luego del intento de magnicidio a través de drones-bomba en agosto de 2018 contra el presidente Maduro y la alta oficialidad militar e institucional venezolana, Trump autorizó a Bolton usar lo que estuviera a su alcance para derrocar al chavismo. Realmente se trataba de una continuación de los diferentes planes que venía aplicando diferentes organismos y sectores de poder en Estados Unidos contra Venezuela: por un lado, las “sanciones” ya tenían en el Decreto Obama de 2015 una ruta de avance bien definida y, por el otro, los grupos de presión en el sur de Florida y en Colombia habían proyectado recursos de distinto calibre con el “cambio de régimen” como fin en los últimos años.
Bolton también menciona en su libro que a Trump le parecía “cool” (“genial”) la idea de una invasión militar sobre Venezuela ya que (según el ex funcionario) a juicio del presidente el país sudamericano es “realmente parte de los Estados Unidos”, y que sus asesores estaban en contra de dicha medida, entre ellos Bolton. Ya sabemos que la “opción militar” siempre estuvo en la mesa, públicamente expresado por el mismo magnate presidente en 2017, sin embargo no parece verídico que el mismo Bolton haya desaconsejado semejante decisión.
Estamos hablando de un John Bolton que literalmente, en años recientes, ha pedido bombardear (incluso de manera nuclear) a Irán y asesinar millones de personas, de un tipo que apoyó la destrucción de Irak, de alguien que abogó por la disolución de todos los tratados de armas por parte de Estados Unidos. Es un reconocido guerrerista quien asegura haber desaconsejado la guerra convencional contra Venezuela, lo que parece un engaño propio de Bolton para imponer un relato de Trump como personaje errático y poco reflexivo.
También, siempre según Bolton, el presidente republicano había expresado cierta admiración por Nicolás Maduro, calificándolo de “muy hábil y muy resistente” (“very smart and very tough”), en detrimento de Guaidó, a quien supuestamente lo compara con Beto O’Rourke, ex congresista demócrata por Texas y ex precandidato a las elecciones presidenciales, por lucir débil y desconocido políticamente ante las mayorías a la hora de su autoproclamación.
En otro momento del relato, el ex funcionario de la Casa Blanca asegura que no existía una relación de dependencia entre la oposición venezolana representada por Voluntad Popular y el gobierno estadounidense. Pero en todo el capítulo se detallan las claras coordinaciones existentes entre una parte y otra, como el episodio del 23 de febrero de 2019, el famoso intento de “ingreso de la ayuda humanitaria”, en el que la ayuda del Pentágono y la USAID fue clave, así como la solicitud de Washington para que el Grupo de Lima y otros países satélites de Estados Unidos reconocieran a Guaidó como “presidente legítimo” de Venezuela. O el apoyo directo de Washington a la junta ad hoc antichavista de Citgo, filial de PDVSA, secuestrada por el aparato de poder gringo.
El bigotón neoconservador asimismo culpa exclusivamente a Steven Mnuchin, secretario del Tesoro; a Mike Pompeo, secretario de Estado; y a Cuba y Rusia de haber minado su estrategia, una aseveración patéticamente jocosa tomando en cuenta que él admite haber intentado sublevar vía Twitter al alto mando de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB). En efecto, usa la figura de Fabiana Rosales, esposa de Guaidó, para lanzarse rosas a él mismo, poniendo en boca de ella que “el régimen se pregunta si la amenaza militar de Estados Unidos es creíble, ¡pero se asusta más cuando John Bolton empieza a tuitear!”.
Lo evidente es que la estrategia de Bolton contra Venezuela fue un rotundo fracaso, y ha sido contraproducente tanto para los fines del “cambio de régimen” como para la población venezolana, que sufre los embastes del bloqueo económico, financiero y comercial de Estados Unidos, al mismo tiempo que el estado venezolano ha reforzado sus lazos estratégicos con los países y pueblos que la Administración Trump ha declarado enemigos directa e indirectamente.
Tampoco puede desprenderse del libro de Bolton una primicia real, alguna información privilegiada, sobre los entresijos de la ofensiva estadounidense contra el gobierno de Maduro y la población venezolana. Los objetivos de la Casa Blanca han sido claros desde que el principio, y, ya dicho antes, no son propios de la presente administración sino del establishment estadounidense y los hilos poderosos que lo dirigen.
En la guerra inter-élite estadounidense
La mayoría de las ideas que se expondrán a continuación provienen de un extenso hilo publicado por Diego Sequera, investigador y columnista de esta tribunal, que se puede leer dándole clic aquí.
Las “memorias” de Bolton sobre su paso por la Administración Trump son el cuarto libro que promueven políticos y medios corporativos estadounidenses como la versión definitiva de los hechos que expulsará al magnate presidente, considerado una “anomalía” según la nomenclatura demócrata-liberal, de la Casa Blanca.
Pero es seguro que, luego de un momento de ruido, la narrativa en torno al libro en cuestión se desinflará y morirá en la irrelevancia, como ha sucedido con los otros libros.
De todas las administraciones de la Casa Blanca han emergido memorias y reportajes, a favor o en contra de tal o cual gestión, pero en este caso ha ido más allá de autobiografías del personal de confianza y los biopics autocomplacientes. El “fenómeno Trump” se ha convertido en una megaindustria en Estados Unidos.
Primero se publicó Fire and Fury (2017) de Michael Wolff. Luego vino Unhinged (2018) de Omarossa Manigault. Le siguió Fear (2018) de Bob Woodward. Ahora este del desequilibrado Bolton. Todas estas publicaciones se vende como versiones de “insiders” en la Casa Blanca.
En el de Wolff se cuela con mayor peso la perspectiva de Steve Bannon, ex jefe estratega de Trump, y Roger Aisle, el difunto fundador de Fox News.
El de Manigault, ex asistente y ex directora de la oficina de relaciones públicas del magnate presidente, proyecta el ángulo racista.
Bob Woodward, uno de los periodistas insignia del Washington Post que se hizo “leyenda” a raíz del caso Watergate, se basó en cientos de horas de entrevistas a personal de la administración.
Todos comparten dos cosas: el “revuelo” y el oportunismo. Retratan a un Trump mentalmente incapaz para gobernar (apelando a la Enmienda 25).
El libro de Bolton, hasta ahora, pareciera retratar más bien a un Trump incapaz y contradictorio, y no tanto como un loco.
Todos estos libros realmente comparten sus posibles consecuencias legales y la expectativa del campo anti-Trump de que, ahora sí, el magnate republicano va a caer, con el valor agregado de las elecciones en apenas cuestión de meses.
Las diferencias del libro de Bolton con relación a los otros, yacen en la primera “memoria” de alguien de alto nivel de la administración; su publicación es antecedida por la campaña electoral más controversial hasta los momentos en Estados Unidos; y el autor es… John Bolton: amado por nadie y odiado por todos.
Su estancia en la Casa Blanca supuso una guerra de goteo entre el Consejo de Seguridad Nacional, el cual lideraba, y el Pentágono. Lo mismo en política exterior. Es su acción insignia, más allá de su fanatismo delirante y destructivo.
Sus propios procedimientos para la promoción de su libro son procedimentales y leguleyos. A meses de salir por la puerta de atrás de la Casa Blanca, “filtra” que va a sacar un libro con información “explosiva” y pone en alerta legal a la Casa Blanca.
La batalla legal por la publicación del libro ha sido ganada por Bolton. Al mismo tiempo, los medios mainstream liberales y pro-demócratas ondean la bandera de la “libertad de expresión”, teniendo en cuenta que su enemigo a batir en las próximas elecciones es el mismo Donald Trump. El producto ya está casi colocado en el mercado.
Lo que ya se ha hecho público del libro parece repetir un patrón: falacias convenientes (el caso Ucraniagate) y caricaturización de su ex jefe (en relación al caso Venezuela) sin afectar las líneas maestras del consenso belicista general en Estados Unidos (contra China, Irán, Rusia). Todo está en la línea para revivir el fracasado impeachment contra Trump y tratar de perjudicar aún más su ya afectada imagen.
No debe haber dudas de que haya mucho de cierto del festival de barbarie que son las escenas que “narra” Bolton sobre su relación “laboral” con Trump. Al mismo tiempo, es difícil de imaginar que lo que dice sobre Venezuela y Guaidó sea cierto, pero al mismo tiempo él también se autoblanquea. Y ese patrón mezclado con verdad, aprovechándose del momento en el que sus “enemigos” defienden sus ataques contra el presidente estadounidense, será una constante de todo esto. Y tendrá su propio ciclo de proyección histérica.
Existen otras razones para juzgar a Trump, pero todo lo que se enmarque dentro de las coordenadas generales del Russiagate y el Ucranigate no son suficientes, ya se ha comprobado. La corrupción de su administración o el desastre por la gestión del Covid-19 en Estados Unidos sí pudieran afectarlo más, pero involucra a mucha gente que conviene no ser tocada. De esta manera se dejan muchas más cosas intactas.
A lo mejor la inestabilidad del momento político en Estados Unidos puede contribuir al impacto de la publicación, y hasta puede usar (y se usa) como una desviación de atención de las protestas sociales. El uso literal del contenido por otro sector del mismo sistema de relaciones de poder de la clase dominante ya lo convierte sospechoso. Y si proviene de John Bolton, mucho peor.
Además, quienes defienden el libro del bigotón ultraimperialista califican su lectura de “tediosa”, tal como lo descalifica Trump. Está por verse cuánto dura la porra de los liberales a Bolton por haberse unido a la “resistencia” contra Trump.
En medio de la escena, Venezuela sigue teniendo el mismo presidente de manera legítima y John Bolton volverá a la cesta del olvido junto con su estrategia chucuta para exterminar al chavismo de una vez por todas.