Mié. 13 Noviembre 2024 Actualizado ayer a las 4:15 pm

Cuatro ideas de Arturo Uslar Pietri sobre el quiebre del modelo rentista

No se puede entender la historia del siglo XX venezolano sin Arturo Uslar Pietri (1906–2001). Quien a lo largo de su vida se destacó como político, pensador, historiador y prolífico escritor, fue una figura esencial en la comprensión de la compleja vida nacional que empezaba a fraguarse con la irrupción salvaje de la explotación petrolera.

Se le recuerda por el concepto “Sembrar el petróleo”, de su autoría, como una apuesta intelectual contra la falsa creencia de que la (abundante) renta petrolera captada por el estado venezolano, en sí misma, representaba el fin de nuestra condición de país subdesarrollado si no se destinaba a forjar un aparato económico propio, no atado a los vaivenes del mercado energético mundial.

Aún hoy, el concepto lanzado por Uslar Pietri sigue siendo objeto de estudio y reflexión, pues las consecuencias sociales y económicas a 100 años de explotación petrolera, y el modelo rentista que encumbró, son más visibles en una Venezuela marcada por la guerra híbrida y el bloqueo financiero que ha cortocircuitado la captación de renta por la vía de los hidrocarburos.

Uslar Pietri es una figura controvertida. Los “liberales” lo odiaron por tener cargos de alta responsabilidad durante el gobierno del general Isaías Medina Angarita, enfrentado a una clase empresarial-importadora en ascenso que veía con incomodidad el “estatismo” del andino. Los adecos, que se cebaron con él luego del derrocamiento de Angarita, siempre lo consideraron un aristócrata con ínfulas de superioridad frente al “partido de la chancleta”. La izquierda lo vio como un conservador más cercano a los intereses de la clase dominante. Incluso la escuela decolonial, tan de moda actualmente, lo ha catalogado como racista y de mirada colonial, ya que hizo del “descubrimiento” un eje central de su obra y vio como un elemento favorable la migración europea (el denominado “blanqueamiento”).

Para bien o para mal, para criticarlo o para alabarlo, Uslar Pietri es un autor de consulta obligada para entender el proceso histórico de la Venezuela contemporánea, sobre todo en lo relacionado a la formación de nuestro país como un petroestado.

Para Uslar Pietri el petróleo nos estaba legando una vida social y económica artificial, inorgánica. La dependencia absoluta a la renta petrolera había tenido como correlato el ahogamiento de la agricultura, la industria y otras fuentes estables para el desarrollo nacional.

Por esa razón decía que

“Somos cada día más una nación fingida. Nada de lo que tenemos tiene existencia y asiento real”.

Un presente y futuro dependiente del precio del barril de petróleo, veía Uslar Pietri, colocaba a la nación en riesgo de catástrofe si dicho precio se venía abajo, pues nuestra capacidad de consumo, la estabilidad económica del país y los servicios más básicos estaban encadenados al petróleo.

Sobre todo le preocupaba la idea de sociedad que nos habíamos formado a raíz de la bonanza: como éramos un país rico que nadaba en petrodólares, no era necesario de producir ni empujar el país hacia adelante para vivir y comer de nuestro propio sudor; todo podía comprarse en el extranjero, desde productos de consumo masivo hasta estilos de vida e ideologías.

El impacto psicológico de la renta petrolera fue el campo fértil para que emergiera una clase empresarial (con la que batalló Uslar) mediocre, ignorante e importadora, cuyo único destino era apropiarse de dólares que no generaba para comprar cosas que no producía y obtener una ganancia rápida y sin esfuerzo.

Esta clase singular de “ricos bobos” (Juan Carlos Zapata dixit) le dio forma a un estado que se desarrollaría con un cuerpo atrofiado, orientado a suplir a realazo las contradicciones sociales y a distribuir una renta que salía del país con la misma velocidad con la que entraba. El resultado a largo plazo se avistaba catastrófico: si nuestro sistema político, nuestras expectativas de vida y metas como sociedad dependían del petróleo y de las posibilidades de consumo que ofrecían, el futuro nos deparaba un quiebre doloroso.

Las lecciones de Uslar Pietri se mostraron vigentes en el viernes negro de 1983, con el “Gran Viraje” (al neoliberalismo) de Carlos Andrés Pérez que ocasionó el Caracazo de 1989, y también durante la crisis bancaria de 1994.

Actualmente, cuando se ha buscado imponer la tesis de que el gobierno venezolano es responsable de una crisis estimulada visiblemente por factores externos, su pensamiento cobra una nueva vitalidad: la crisis, más bien, es de una estructura social y económica que arropa toda nuestra vida y que, desequilibrada por la guerra, nos pone en el urgente escenario de revisar las materias pendientes y su superación.

Uslar Pietri era de la opinión de que el país petrolero crecía por un lado y la sociedad (sobre todo su componente juvenil) lo hacía por otro, generando complicaciones para el desarrollo de las futuras generaciones:

“Cada vez que me encuentro ante un grupo de jóvenes venezolanos me asalta la angustiosa pregunta de si tienen o no un porvenir. En su mayoría son despiertos, ávidos, adaptables, ansiosos de acción y de progreso y, sin embargo, tan solo una pequeña porción de ellos, por el juego de muchos azares, alcanzará a sacar algún sólido provecho de sus aptitudes y sus esperanzas. La inmensa mayoría de ellos no lo puede hacer en el presente y, lo que es todavía más grave, no lo podrá lograr en el futuro. El país en que han nacido no crece con ellos, ni para ellos, ni mucho menos está preparado para convertirlos en la fuerza creadora del progreso colectivo”.

El pensador caraqueño supo captar que el advenimiento del rentismo había creado una relaciones sociales de quiebre y ruptura permanente entre un estado de estabilidad artificial y uno de desilusión progresiva frente a una realidad implacable marcada por la inflación, la crisis del salario y de la oferta de productos (como siempre, importados en su mayoría).

“Si no se modifican nuestras circunstancias actuales un descenso importante de la actividad petrolera significaría una verdadera catástrofe económica y social para este país. No habría divisas para pagar los más elementales e insustituibles insumos de nuestra actividad industrial, las rentas del estado descenderían a niveles insignificantes para las necesidades que hoy atendemos, se desataría una ola de desempleo, de inflación monetaria y de carestía de la vida y el país caería en una caótica y destructiva etapa de desesperación colectiva”.

Uslar Pietri consideraba que Venezuela nunca abandonó, estructuralmente, su condición de país precario de la era prepetrolera. Y esa reflexión, ahora mismo, adquiere una nueva vigencia para comprender que seguimos pensando que existe un país mágico que se nos niega por “errores en la gestión gubernamental”. De esa reflexión también se desprende la necesidad de repensar los mecanismos de subsistencia ante el quiebre del rentismo. Porque esa sociedad (no tan lejana) que se llevaba a la boca y se vestía lo que producía con las manos siendo una opción a revisitar, frente a la idea de ese país rico que descalabró el bloqueo financiero.

“La Venezuela verdadera es sustancialmente la misma nación pobre de 1906. Una nación de bajo nivel de vida, poblada por dos millones de habitantes, dedicados a la agricultura y a unas pocas industrias extractivas, que vivía en modestia casi pobre de lo que producía, del maíz, las caraotas, los plátanos y la carne, que exportaba café, cacao, pieles y otros productos por valor de unos veinte millones de dólares, y con esos dólares pagaba las limitadas importaciones que podía hacer”.

Al historiador le preocupaba que la dependencia a las importaciones, hoy mermadas en el contexto de las medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos, prefigurara una situación de colapso. Justamente, Washington ha sabido leer esta coordenada de nuestra atrofiada formación histórica y ha dado el golpe en donde más nos duele como país: la facilidad que teníamos de comprar todo lo que necesitábamos afuera y el abandono progresivo de lo productivo.

“El hecho final, que quiero destacar y que los resume a todos, es que el petróleo sustenta hoy la casi totalidad de la vida venezolana. Ha enterrado bajo apariencias de riqueza la Venezuela verdadera. Y dependemos de él de la manera más absoluta y trágica. Un solo hecho servirá para pintar la magnitud de esta dependencia. En el sentido más material de la palabra vivimos de la importación. Importamos casi todo lo que necesitamos para vivir. Si la importación se detuviese no tendríamos ni con qué vestirnos, ni con qué comer, ni con qué transportarnos, ni con qué curarnos”.

Los aportes de Uslar Pietri, más allá de todas las críticas que puedan hacerse a su personalidad aristocrática o a los tintes “racistas” de su pensamiento sobre el choque de la colonización hispánica, siguen estando vigentes para reencontrar un sentido a nuestro presente nacional. También para insistir en que los problemas actuales que signan nuestra cotidianidad tienen una huella en el pasado que continúa perdurando, y de la cual también tenemos nuestra cuota de responsabilidad.

Quizás frente a la mediocridad reinante y al oportunismo de cierta izquierda que parece no comprender estas trazas de nuestra historia nacional, la mejor opción sigue siendo ver hacia atrás a ver qué otras revelaciones nos brinda el pasado, a los fines de avanzar en nuestras materias pendientes.

Hay que seguir en el intento de despojarnos de esa idea trágica de que esto lo resolveremos con importaciones, sea de planes de desarrollo ajenos a nuestra realidad cultural o de productos de consumo que nos anestesien frente a lo impostergable.


Todas las citas acá reseñadas fueron extraídas de la edición Cuarenta Ensayos de Arturo Uslar Pietri, a cargo de Monte Ávila Editores (1990).

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