El pasado 18 de junio, el periodista Erik Schatzker, de la agencia Bloomberg, entrevistó al presidente Nicolás Maduro en el Palacio de Miraflores, siendo la primera que concede el mandatario venezolano a un medio estadounidense de amplio alcance desde que el demócrata Joe Biden asumió la presidencia de los Estados Unidos.
Durante casi una hora y media, Schatzker, conocido entrevistador de la rama televisiva de la agencia, abarcó con sus preguntas un amplio universo de temas que puso en relieve el estado de consciencia actual de un segmento de la élite estadounidense con respecto a la cuestión venezolana.
Como suele ocurrir en la vida cotidiana, también en la política los detalles siempre dan cuenta de lo más importante.
La actitud calmada de Schatzker, perturbada únicamente cuando las palabras correctas en castellano le huían, supuso una diferencia de estilo frente a otras entrevistas que en el pasado han copado la atención de la opinión pública internacional. En esta oportunidad la hostilidad no definió el ambiente del encuentro, y en eso tuvo mucho que ver la propia naturaleza de Bloomberg, uno de los sistemas información y noticias más relevantes del mercado financiero global, cuya clientela está conformada por inversionistas, multimillonarios y formadores de opinión en el ámbito de la economía y las finanzas.
Pese a que pudiera sonar obvio, es evidente que Schatzker no vino a buscar lo mismo que un Jorge Ramos o un Jordi Évole en su momento. Los tres abordaron al mandatario en función de audiencias bien diferenciadas entre sí.
Como se recordará, en junio de 2019, el periodista de Univisión aprovechó la entrevista con Maduro para hostigarlo y con ello ganarse un lugar distinguido en la prensa internacional por varios días. El performance de Ramos, más allá de tener el propósito de rentabilizar su posición de "víctima" frente al "dictador", iba en línea con las necesidades emocionales de la audiencia venezolana de Miami, la cual no pasaba por su mejor momento luego del desplome anímico que provocó la fallida maniobra en Cúcuta y la posterior "Operación Libertad".
El periodista catalán Jordi Évole, en cambio, se aproximó de un modo más inteligente cuando tuvo su oportunidad de entrevistar al presidente venezolano a principios de 2019. El formato sensiblero de su programa "Salvados" fue el marco artificialmente bien intencionado de una cadena de preguntas cargadas de aquello que el director de cine colombiano Luis Ospina llamó "pornomiseria": la mercantilización de la tragedia humana por quienes, en última instancia, disfrutan de ella y la usan como principio de justificación.
A diferencia de Ramos y Évole, el segmento de entrevistas del periodista de Bloomberg TV no es un producto demandado por la barra brava de la intervención militar que vive en Doral, ni tampoco por el español progre que ve los programas de La Sexta para digerir su pesada carga del hombre blanco. Más bien, las preguntas de Schatzker expresaron el vocabulario habitual de la gente adinerada y el foco de sus intereses.
Los temas más importantes de la entrevista giraron en torno al nuevo gobierno de Joe Biden, el proceso de diálogo apoyado por Noruega, la evolución económica del país en los últimos años y la política de "sanciones" unilaterales de Washington que ha provocado la interrupción forzada de la cobertura social del Estado venezolano en ámbitos estratégicos como alimentación y salud.
En cada uno de estos tópicos, las preguntas de Schatzker iban dirigidas a situar a Maduro en un campo minado de dilemas y paradojas, donde se buscaba que cada respuesta del mandatario confirmara las premisas del periodista. La interrogante sobre qué concesiones estaba dispuesto a dar para conseguir un relajamiento de las "sanciones" estadounidenses fue la horma de todas las preguntas siguientes, orientadas a ubicar al mandatario en lugar defensivo y signado por la incomodidad.
Maduro hábilmente interpretó que al frente de él no solo había un famoso periodista estadounidense, sino un pasadizo para comunicarse con una audiencia mediatizada por un discurso monopólico y cargado de violencia contra Venezuela. El principio de la política como arte de la adaptación se puso de manifiesto, y a sabiendas del marco de referencias de la audiencia de Bloomberg -y más allá- el presidente venezolano comparó el bloqueo económico con la "masacre de Vietnam" y elevó el reclamo contra este instrumento de guerra asimétrica usando conceptos como la libertad económica y comercial.
Las dos formulaciones tocan hondo, y en dos sentidos opuestos.
La catastrófica de derrota de Estados Unidos en Vietnam ha sido la pauta histórica sobre la cual evaluar el papel de la política exterior del Imperio hasta la actualidad. Aun hoy continúa representando una frontera que divide opiniones y bandos, entre la paz y la guerra, convirtiéndose en un mito del eterno retorno. Por esta razón se le ha dado el nombre de "Síndrome de Vietnam" al periodo posterior de malestar y división social y política que produjo la intervención del ejército estadounidense en el país asiático.
Así que referirse a Vietnam, o producir equivalencias dentro de su significación histórica, tiene un impacto sentimental no menor, y sobre todo en los demócratas que consumen Bloomberg.
Por otro lado, el uso de conceptos como libertad económica y comercial, inscritos en la cartografía ideológica liberal que encarna Bloomberg, en palabras de Maduro provocaron una contradicción estratégica entre la premisa de la no intervención del Estado defendida por Estados Unidos y sus "sanciones" unilaterales que, paradójicamente, implican la intervención del Estado en el libre funcionamiento del mercado.
Dicho de otra manera, empleando las nociones económicas más defendidas por la élite estadounidense, el mandatario situó a los inversores, bonistas y empresarios en una dialéctica de conflicto antagónico con la administración Biden, dado que sus prácticas de negocios riesgosos y especulativos, encumbradas a tal punto de ser el aspecto distintivo del proyecto ideológico estadounidense, chocan en la actualidad con una política gubernamental que les impide inyectar capitales en Venezuela.
Con un Biden ahora en la Casa Blanca esta contradicción ha alcanzado niveles mayores, pues con la salida de Trump se suponía que Estados Unidos abrazaría nuevamente las ideas de la globalización y el libre mercado. No obstante, mientras las "sanciones" unilaterales sigan en vigor continuarán bloqueando las capacidades de inversión petrolera y financiera de las compañías estadounidenses en Venezuela, un escenario de disputa con el que Maduro intenta fracturar el consenso de poder en torno al bloqueo económico, centrándose en la base de apoyo empresarial que dotó a Biden de recursos de campaña para ganar la carrera presidencial.
Justamente el dueño de la agencia, Michael Bloomberg, que figura en el puesto nueve de la selecta lista de las personas más ricas del mundo, financió la campaña de Biden en Florida con 100 millones de dólares. El empresario neoyorquino abandonó la carrera para ser candidato a la presidencia en el Partido Demócrata en marzo del año 2020.
La entrevista también puede ser vista como la cristalización audiovisual de la cobertura que la agencia estadounidense ha realizado en Venezuela durante los últimos años con la perspectiva de configurar las pautas del debate político nacional bajo la hipótesis de que Maduro ha girado hacia el campo neoliberal.
Los periodistas de Bloomberg encargados de cubrir los acontecimientos en Venezuela han intensificado esta línea editorial, distorsionando las políticas económicas emprendidas por el gobierno venezolano y presentándolas como privatizadoras y neoliberales. En la entrevista Schatzker dirigió varias preguntas en esta dirección, y de manera contundente Maduro afirmó que lejos de ser privatizaciones, la política de su gobierno está orientada a un nuevo engranaje de cooperación público-privado, en el contexto de una economía de guerra, para desarrollar áreas productivas del país que ahora mismo no pueden ser impulsadas por la sequía forzada de los ingresos petroleros.
En 2015, la agencia Bloomberg modificó sus parámetros de cobertura de noticias para especializar su contenido. Un memorándum de ese año del editor jefe, John Micklethwait, estableció un nuevo propósito para el medio: "…ser la 'crónica del capitalismo' definitiva, capturar todo lo que importa en los negocios y las finanzas globales".
La nueva línea de Micklethwait, periodista británico de élite que ha trabajado en revistas como The Economist, partía de una nueva concepción geográfica de la evolución del capitalismo global. "Bloomberg todavía está demasiado enfocado en los mercados desarrollados, las finanzas establecidas y el mundo occidental (especialmente Estados Unidos) (…) Por el contrario, el capitalismo se está moviendo hacia los mercados privados y el mundo emergente. Para narrarlo, debemos seguirlo", expresaba Micklethwait en el memorándum ya citado.
Parece que Venezuela, en esta reorganización de propósitos oficializada en 2015, ha sido un campo fértil para ampliar los horizontes de la agencia. En noviembre de 2020, los periodistas de Bloomberg Patricia Laya y Alex Vásquez publicaron un reportaje donde dibujaban una Venezuela roturada por la desigualdad, bajo una "dolarización darwiniana", que estaría siendo promovida por el mismo Maduro para "aferrarse al poder". Las publicaciones en esta dirección son abundantes y han constituido la premisa básica de la línea editorial de "Bloomberg Venezuela": encubrir el bloqueo, pero explotar narrativamente sus consecuencias y, al mismo tiempo, proyectar internacionalmente a Maduro como un izquierdista reconvertido en neoliberal.
Como afirma el escritor estadounidense Eric Zuesse, los periodistas de Michael Bloomberg se han desplegado por el mundo para legitimar y promover las agresiones estadounidenses contra países no alineados, destacando el caso de Rusia, desde una perspectiva que en apariencia está cargada de buenas intenciones y que opera con la cartilla liberal de los "derechos humanos" y la "libertad" en sus expresiones civiles y económicas. Siguiendo la explicación de Zuesse, es difícil creer que una agencia conectada orgánicamente a los negocios de Wall Street se muestre genuinamente preocupada por la proliferación de bodegones y hoteles de lujo en Caracas o Valencia.
Bloomberg se inscribe dentro de lo que el profesor Pranav Jani, de la Universidad de Ohio, denomina como imperialismo liberal.
"El discurso del imperialismo liberal seduce a su audiencia bien intencionada con una fantasía de poder. Quizás el gran poderío económico y militar de Estados Unidos podría finalmente ser ejercido en nombre de los desamparados", afirmar el académico en un artículo publicado a finales del año pasado.
Con todo esto, es evidente que la agencia Bloomberg asienta las bases "humanitarias" del cambio de régimen en Venezuela con arreglo al paradigma descrito por Zuesse y Jani, en el cual Maduro ya no debe ser derrocado por ser una amenaza socialista para la región, sino por supuestamente impulsar un tipo de capitalismo "injusto". Distinto tono, mismos fines.
Pero otras razones de corte ideológica están operando. Y la fundamental es la cruzada contra la izquierda que sostiene la agencia a lo interno de Estados Unidos, pero que se proyecta hacia afuera. Un reportaje del The Wall Street Journal publicado en febrero del año 2020 realizó un perfil de los votantes de izquierda que se habían decantado por apoyar a Michael Bloomberg cuando anunció su candidatura para las primarias demócratas. Según lo citado por el medio, el votante de izquierda de edad avanzada, habitante de la urbe, progresista en ideas, y firme creyente del ascenso individual, vio en Bloomberg una alternativa confiable frente al radicalismo de Bernie Sanders.
Las publicaciones, además, han influido notablemente en los pequeños círculos de la "izquierda" venezolana, que ha encontrado en la línea editorial de Bloomberg una fuente de argumentos para acusar a Maduro de suprimir el legado de Chávez y tomar un camino proempresarial. A su vez, con este repertorio discursivo, han justificado su separación político-electoral del chavismo para impulsar una plataforma propia. Y es que, atendiendo a este principio de realidad, la agencia ha encontrado un punto de anclaje sobre el cual endurecer su cobertura, con el propósito de socavar ideológicamente al chavismo y confundir a sus bases de apoyo social.
Por otro lado, esta ofensiva narrativa tiene una proyección proporcional al alcance global de Bloomberg, donde el chavismo es proyectado como una especie de caso testigo que evidencia el fracaso de la izquierda. En febrero de 2019, el periodista y columnista Tyler Cowen publicó un artículo titulado "Venezuela no es solo un Estado fallido. Es un fracaso de la izquierda", en el cual ataca la política de nacionalizaciones de la era de Hugo Chávez, así como su discurso contra el libre mercado. Este y otros juicios de valor que Cowen intenta presentar como "verdades irrefutables", tras citar algunas cifras económicas, son el abreboca para embestir a figuras intelectuales de izquierda que han apoyado el proceso venezolano, como Greg Grandin.
Un mes después de publicado el artículo de Cowen, Noah Smith, otro columnista de Bloomberg, escribió un texto titulado "'Neoliberal' no debería ser una palabra sucia en la izquierda". Aunque Smith no menciona a Venezuela, es ilustrativo su enaltecimiento de las ideas neoliberales. El autor le sugiere a la izquierda en Estados Unidos abrazar los principios básicos de la desregulación para contener "los impulsos más ambiciosos de los socialdemócratas".
El multimillonario Michael Bloomberg y su poderosa agencia se han tomado en serio la estrategia de redefinir las nuevas fronteras ideológicas de una izquierda adaptada a sus intereses, dentro y fuera de Estados Unidos. Y en ese punto, durante la entrevista, Maduro demostró estar dos pasos adelante.