En el Washington de Joe Biden, es la autodenominada "comunidad de expertos" en seguridad nacional la que lleva el timón e impulsa la política de la administración respecto a Ucrania.
Una carta abierta poco comentada que apareció en el tabloide de Washington The Hill el 1° de junio puso una cara pública a lo que había sido hasta ese momento un esfuerzo discreto, aunque muy exitoso, por parte de los think-tanks de Washington -muchos de los cuales, como la deshonrada Brookings Institution, están financiados por gobiernos extranjeros- para dirigir la política de la Casa Blanca sobre Ucrania.
La carta dice, en parte:
"Estados Unidos y Europa deben evitar el impulso de animar a Kiev a negociar un alto el fuego que no cumple con los objetivos de Ucrania y que podría relegar a millones de ucranianos al control de Rusia".
Los firmantes de la carta abierta instan a la administración de Biden a mantener el rumbo y seguir armando a Ucrania, para que cuando llegue el momento, pueda negociar desde una posición de fuerza.
Entre los firmantes más destacados de la carta se encuentran ideólogos neoconservadores de larga trayectoria, como el profesor del SAIS de John Hopkins Eliot A. Cohen; Eric S. Edelman, también del SAIS de Johns Hopkins; Paula Dobriansky, del Atlantic Council, financiado con fondos extranjeros; la fallida candidata al Congreso y directora ejecutiva del McCain Institute, Evelyn N. Farkas; John Herbst, también del Atlantic Council; el exasesor de John McCain, David J. Kramer; y, por supuesto, el exembajador y fijo de la MSNBC, Michael McFaul.
Las ganancias rusas y las graves, quizás insuperables, pérdidas ucranianas no parecen haber sido suficientes para cambiar el cálculo predominante en Washington, que sigue siendo financiar a Ucrania con más de 40 mil millones de dólares y esperar lo mejor.
Mientras tanto, la administración y sus apoderados en los medios de comunicación controlados por el gobierno de Estados Unidos y el mundo de los think-tanks han estado llevando a cabo una campaña de mensajes implacable y bien coordinada.
Para comprobarlo, no hay más que ver la última columna de David Ignatius en The Washington Post.
Ignatius, una antigua e infatigable paloma mensajera de Langley, informó a los lectores el 14 de junio que "los avances militares rusos en el oriente de Ucrania este mes han suscitado una creciente preocupación en Occidente de que la balanza de la guerra se esté inclinando a favor de Moscú. Pero los funcionarios de la administración Biden creen que estos temores son exagerados, y que las defensas ucranianas siguen siendo sólidas en esta fea guerra de desgaste".
También el 14 de junio, el Subsecretario de Defensa de Estados Unidos para Políticas, Colin Kahl, dijo a The New York Times: "No vamos a decir a los ucranianos cómo negociar, qué negociar y cuándo negociar... Ellos van a establecer los términos por sí mismos".
Tres días después, el 17 de junio, Missy Ryan, del Washington Post, que tanto hizo para preparar el terreno para una interminable intervención estadounidense en Siria, informó:
"Estados Unidos y sus aliados están haciendo preparativos para un conflicto prolongado en Ucrania, dijeron los funcionarios, mientras la administración Biden intenta negar la victoria a Rusia mediante el aumento de la ayuda militar a Kiev, mientras se esfuerza por aliviar los efectos desestabilizadores de la guerra en el hambre mundial y la economía global".
El informe señala que Ivo Daalder, exembajador de Estados Unidos ante la OTAN que ahora dirige el Consejo de Chicago sobre Asuntos Globales, dijo que Estados Unidos se enfrenta a "una dura elección: seguir ayudando a Ucrania a mantener un statu quo potencialmente sangriento, con las devastadoras consecuencias globales que ello conlleva; o detener el apoyo y permitir que Moscú prevalezca".
"Eso significaría dar de comer Ucrania a los lobos", dijo Daalder, según el informe del Post.
Entregar la representación estadounidense a Volodímir Zelensky -que es lo que Kahl y Daalder y el resto están proponiendo en esencia en el asunto de una guerra que amenaza con engullir tanto a la OTAN como a Estados Unidos- es el colmo de la irresponsabilidad.
Sin embargo, el gobierno de Biden sigue imprudentemente aferrado a una política fracasada de rechazar las negociaciones en favor de armar a Ucrania hasta los dientes.
La pregunta que los ciudadanos estadounidenses de buena conciencia deben hacerse ahora es: ¿Por qué?
James W. Carden fue asesor de la Comisión Presidencial Bilateral Estados Unidos-Rusia en el Departamento de Estado de Estados Unidos. Sus artículos y ensayos han aparecido en una amplia variedad de publicaciones conservadoras como The Nation, The American Conservative, Responsible Statecraft, The Spectator, UnHerd, The National Interest, Quartz, Los Angeles Times y American Affairs. Actualmente es columnista de Asia Times.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Asia Times el 22 de junio de 2022, la traducción para Misión Verdad fue realizada en conjunto por el equipo de redacción y edición de esta tribuna.