Vie. 20 Diciembre 2024 Actualizado Sábado, 14. Diciembre 2024 - 10:42

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Impacto de un avión en una de las torres del World Trade Center el 11 de septiembre de 2001 (Foto: Seth McAllister / AFP)

El 9 y 11 de septiembre, 20 años después

Es imposible no comenzar con el último estremecimiento en una serie de pasmantes terremotos geopolíticos.

Exactamente 20 años después del 11 de septiembre (11/9) y el subsecuente inicio de la Guerra Global contra el Terrorismo (GGT), el Talibán llevará a cabo una ceremonia en Kabul para celebrar su victoria en esa errónea Guerra Interminable.

Cuatro exponentes clave de la integración euroasiática -China, Rusia, Irán y Pakistán- incluidos Turquía y Catar estarán oficialmente representados, presenciando el retorno oficial del Emirato Islámico de Afganistán. Respecto a los búmeran, este es nada más que intergaláctico.

La trama se complica cuando tenemos al vocero talibán Zabihullah Mujahid declarando categóricamente que "no hay pruebas" de que Osama bin Laden estuvo involucrado en el 11/9. Así que "no había justificación para la guerra, eso fue una excusa para ella", dijo.

Solo días después del 11/9, Osama bin Laden, nunca tímido a la propaganda, emitió una declaración por Al Jazeera: "Quisiera asegurarle al mundo que no planeé los recientes ataques, que parece fueron planificados por gente por razones personales (...) He estado viviendo en el Emirato Islámico de Afganistán y siguiendo las reglas de sus gobernantes. El actual dirigente no me permite ejercer dichas operaciones".

El 28 de septiembre, Osama bin Laden fue entrevistado por el periódico urdu Karachi Ummat. Lo recuerdo bien, mientras me desplazaba sin freno entre Islamabad y Peshawar, y mi colega Saleem Shahzad, en Karachi, lo atrajo a mi atención.

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El video de Osama bin Laden fue emitido por Al Jazeera el 7 de octubre de 2001, el día en que Estados Unidos lanzó un bombardeo de represalia contra algunos sectores afganos alegando complicidad con los terroristas (Foto: AFP / Al Jazeera)

Esta es una traducción aproximada hecha por el Servicio de Información de Radiodifusión en el Extranjero, vinculado a la CIA:

"Ya he dicho que no estoy involucrado en los ataques del 11 de septiembre en los Estados Unidos. Como musulmán, hago lo mejor que puedo para evitar mentir. No tengo conocimiento alguno de estos ataques ni considero que el asesinato de mujeres, niños y otros humanos como un acto estimable. El Islam prohíbe estrictamente causar daño a mujeres, niños y otras personas inocentes.

"Ya he dicho que estamos contra el sistema estadounidense, no contra su pueblo, considerando que en estos ataques la gente común norteamericana ha sido asesinada. Estados Unidos debería tratar de rastrear a los perpetradores de estos ataques en su interior; la gente que forma parte del sistema estadounidense, pero discrepan de ello.

"O aquellos que están trabajando para otro tipo de sistema; personas que quieren hacer del siglo presente como uno de conflicto entre el Islam y el Cristianismo para que su propia civilización, nación, país o ideología pudiera conservarse. Luego están las agencias de inteligencia en Estados Unidos, que socilitan miles de millones de dólares de fondos del Congreso y del gobierno cada año (...) Ellos necesitan un enemigo".

Esta fue la última vez que Osama bin Laden hizo mención pública, sustancialmente, sobre su supuesto rol en el 11/9. Luego desapareció, y al parecer para siempre a comienzos de diciembre 2001 en Tora Bora: estuve ahí, y revisé el contexto completo años atrás.

Sin embargo, como un James Bond islámico, Osama siguió obrando el milagro de morir un día más, una y otra vez, comenzando -dónde más- en Tora Bora a mediados de diciembre, como informó el Pakistani Observer y luego Fox News.

Así que el 11/9 siguió siendo un acertijo dentro de un enigma. ¿Y qué hay del 9/9, que podría haber sido el prólogo del 11/9?

Luz verde de un jeque ciego

"El comandante ha sido baleado".

El escueto email, sobre el 9/9, no ofreció más detalles. Contactar con Panjshir fue imposible; la recepción del teléfono satelital es irregular. Solo al día siguiente fue posible comprobar que Ahmad Sha Masud, el legendario León del Panjshir, había sido asesinado, por dos yihadistas de Al-Qaeda que se hicieron pasar por un equipo de camarógrafos.

En nuestra entrevista con Masud para Asia Times, para el 20 de agosto, él me había dicho que estaba combatiendo una triada: Al-Qaeda, el Talibán y el ISI pakistaní (Dirección de Inteligencia Inter-Services). Tras la entrevista, se marchó en un Land Cruiser y luego se fue en helicóptero a Khwaja-Bahauddin, donde ultimaría los detalles de una contraofensiva contra el Talibán.

Esta fue su penúltima entrevista antes del asesinato y posiblemente las últimas imágenes de Masud vivo, tomadas por el fotógrafo Jason Florio y con mi cámara mini-DV.

Un año después del asesinato, yo estaba de vuelta en el Panjshir para una investigación in situ, basado solo en fuentes locales y constatando algunos detallas desde Peshawar. La investigación se presenta en la primera parte de mi libro electrónico de Asia Times, Forever Wars (Guerra interminables).

La conclusión fue que la luz verde para que el equipo de camarógrafos se viera con Masud provino a través de una carta apadrinada por el señor de la guerra y activo de la red local de la CIA, Abdul Rasul Sayyaf, como un "regalo" a Al-Qaeda.

En diciembre 2020, el invaluable diplomático canadiense Peter Dale Scott, autor entre otros del fundamental The Road to 9/11 (El camino al 11/9, de 2007), y Aaron Good, editor de la revista CovertAction, publicaron una notable investigación sobre el asesinato de Masud, siguiendo una pista diferente y basándose mayormente en fuentes estadounidenses.

Ellos demostraron que probablemente, más que Sayyaf, el cerebro del asesinato fue el célebre jeque ciego egipcio Omar Abdel Rahman, entonces cumpliendo cadena perpetua en una prisión federal estadounidense por su implicación en el primer bombardeo del World Trade Center en 1993.

Entre otras perlas, Dale Scott y Good también confirmaron que el ex ministro de exteriores pakistaní Niaz Naik ya le había dicho a los medios pakistaníes en 2001: los estadounidenses tenían todo lo necesario para atacar Afganistán mucho antes del 11/9.

En palabras de Naik: "Le preguntamos [a los delegados estadounidenses], ¿cuándo piensan que atacarán Afganistán? (…) Y ellos dijeron que antes de que cayera la nieve en Kabul. Eso quiere decir que en septiembre, octubre, algo así".

Como muchos de nosotros hemos demostrado a lo largo de los años luego del 11/9, todo tiene que ver con Estados Unidos imponiéndose a sí mismo como el soberano indiscutido del Nuevo Gran Juego en Asia Central. Peter Dale Scott ahora indica que "la dos invasiones estadounidenses de Afganistán en 2001 e Irak en 2003 estaban basadas en pretextos cuestionables desde el principio y más desacreditados con el paso de los años.

"En ambas guerras subyace la necesidad de Estados Unidos de controlar el sistema económico de los combustibles fósiles, que es la base del petrodólar estadounidense".

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Masud abandona Bazarak en Panjshir después de la entrevista con Pepe Escobar en agosto de 2001, aproximadamente tres semanas antes de su asesinato (Foto: Pepe Escobar)

Masud versus mulá Omar

El mulá Omar le dio la bienvenida al Yihad Inc. en Afganistán a finales de la década de 1990: no solo a los árabes de Al-Qaeda sino también a uzbekos, chechenos, indonesios, yemeníes; a algunos de ellos los conocí en una prisión de Masud a orillas del río en el Panjshir, en agosto 2001.

Los talibanes de la época les proporcionaron bases -y cierta retórica alentadora- pero, por muy etnocéntricos que fueran, nunca manifestaron ningún interés por la yihad global, en el molde de la "Declaración de la Yihad" emitida por Osama en 1996.

La posición oficial del Talibán era que la yihad era incumbencia de sus huéspedes, y que eso no tenía nada que ver con el Talibán y Afganistán. No había prácticamente ningún afgano en Yihad Inc. Muy pocos afganos hablan árabe. No se dejaron seducir por la confusión del martirio y un paraíso lleno de vírgenes: prefieren ser un ghazi: un vencedor viviente en una yihad.

El mulá Omar no podía hacer que Osama bin Laden hiciera las maletas por el pashtunwali -el código de honor pastún– donde la noción de hospitalidad es sagrada. Cuando el 11/9 sucedió, el mulá Omar una vez más rechazó las amenazas estadounidenses así como las peticiones pakistaníes. Luego convocó a una jirga tribal de 300 mulás de alto rango para ratificar su posición.

Su veredicto fue un poco matizado: tenía que proteger a sus huéspedes, por supuesto, pero un huésped no debería causarle problemas. Por ende Osama tendría que irse, voluntariamente.

El Talibán también siguió una ruta paralela, preguntándole a los estadounidenses por evidencia de la culpabilidad de Osama. Ninguna fue provista. La decisión de bombardear e invadir ya había sido tomada.

Eso nunca podía haber sido posible con Masud vivo. Un clásico guerrero intelectual, él era un nacionalista afgano certificado y un héroe popular, por sus espectaculares hazañas militares en la yihad anti-soviética y su lucha sin descanso contra el Talibán.

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Al llegar al valle de Panjshir en uno de los helicópteros soviéticos de Masud en agosto de 2001 (Foto: Pepe Escobar)

Cuando el gobierno socialista del Partido Democrático Popular de Afganistán colapsó tres años después del fin de la yihad, en 1992, Masud pudo haber sido fácilmente primer ministro o el soberano absoluto al viejo estilo turco-persa.

Pero entonces cometió un terrible error: atemorizado de la conflagración étnica, dejó que la pandilla mujahidín radicada en Peshawar tuviera mucho poder, y eso condujo a la guerra civil entre 1992 y 1995 -culminada con un bombardeo despiadado de Kabul por prácticamente todas las facciones- que allanó el camino para la aparición de "la ley y el orden" del Talibán.

Así que al final él era mucho más efectivo como comandante militar que como político. Un ejemplo es lo que pasó en 1996, cuando el Talibán avanzó para conquistar Kabul, atacando desde el este de Afganistán.

Masud fue sorprendido completamente desprevenido, pero igual se las acomodó para retirarse al Panjshir sin una gran batalla y sin perder perder sus tropas -vaya hazaña- mientras batía a los talibanes que fueron tras él.

Estableció una línea de defensa en la planicie norte Shomali de Kabul. Esa fue la primera línea que visité unas semanas antes del 11/9, en el camino hacia Bagram, que fue una -prácticamente vacía y degradada- base aérea de la Alianza del Norte en ese momento.

Todo lo anterior es un lamentable contraste respecto al rol de Masud hijo, quien es en teoría el líder de la "resistencia" contra el Talibán 2.0 en el Panjshir, ahora completamente hecha añicos.

Masud hijo tiene cero experiencia como comandante militar o político, y aunque exaltado en París por el presidente Macron o publicando un artículo de opinión en los medios mainstream occidentales, cometió el terrible error de ser conducido por el activo de la CIA Amrullah Saleh, quien es el ex jefe del Directorio Nacional de Seguridad (DNS) que supervisó de facto los escuadrones de la muerte afganos.

Masud hijo podía fácilmente haber tallado un rol para sí mismo en el gobierno Talibán 2.0. Pero lo arruinó, rechazando serias negociaciones con una delegación de 20 clérigos islamistas enviados al Panjshir, y demandando al menos el 30% de los cargos en el gobierno.

Al final, Saleh voló en helicóptero -podría estar ahora en Taskent- y Masud hijo, tal y como está, se refugia en algún lugar del norte de Panjshir.

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Mulá Mohammed Omar, fundador del Talibán, fallecido, en una foto de archivo (Foto: Wikimedia)

La máquina propagandística del 11/9 está a punto de alcanzar su punto más álgido este sábado, aprovechando ahora del giro narrativo de los "terroristas" del Talibán de nuevo en el poder, algo perfecto para sofocar la absoluta humillación del Imperio del Caos.

El estado profundo (Deep State) va sin tapujos para proteger la narrativa oficial, que exhibe más huecos que el lado oscuro de la luna.

Este un Ouroboros geopolítico de todos los tiempos. El 11/9 era la fundación del mito del siglo XXI; pero ya no más. Ha sido desplazada por un búmeran: la debacle imperial que permite el regreso del Emirato Islámico de Afganistán a la exacta posición de hacer 20 años atrás.

Ahora podemos saber que el Talibán no tuvo nada que ver con el 11/9. Ahora podemos saber que Osama bin Laden, en una cueva afgana, no pudo haber sido el jefe perpetrador del 11/9. Ahora podemos saber que el asesinato de Masud fue un preludio del 11/9, pero de una forma retorcida: para facilitar una invasión de Afganistán planeada de antemano.

Y aún así, al igual que con el asesinato de JFK, es posible que nunca conozcamos todos los contornos del acertijo dentro de un enigma. Como lo inmortalizó Fitzgerald: "así que avanzamos, barcos a contracorriente, arrastrados incesantemente hacia el pasado", sondeando como locos esta zona cero filosófica y existencial, sin dejar nunca de formular la pregunta definitiva: Cui Bono?


Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Asia Times el 9 de septiembre de 2021, la traducción para Misión Verdad fue realizada por Ernesto Cazal.

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