En las últimas semanas ha habido una oleada de extraordinarios informes de los principales medios de comunicación que admiten lo hasta ahora impensable e indecible: La guerra en Ucrania terminó, Moscú ganó y Kiev perdió. De mala manera. Muy muy mala manera.
Quizás el ejemplo más asombroso lo proporcionó un artículo de opinión del 6 de enero publicado en The Spectator, escrito por el "experto en Rusia" titular del medio, Owen Matthews. Acólito de Maidán desde hace mucho tiempo, en junio de 2023 reveló "Overreach, un relato pseudopsicológico" de por qué se produjo la operación militar especial de febrero de 2022. Atribuyó la acción que cambió el mundo a los delirios del Kremlin por engendrar un híbrido moderno ilegítimo del imperio zarista y la Unión Soviética. Sus conclusiones fueron duras, pronosticó una catástrofe inminente y total para Vladímir Putin:
"Putin no solo no dejará un legado ideológico duradero, sino que cualquier legado de prosperidad y estabilidad que pudiera haber creado fue destruido por su propia decisión de declarar la guerra a Ucrania. El precio de sus ilusiones no solo fueron miles de vidas perdidas, sino también un futuro perdido para Rusia".
A día de hoy, Matthews tiene una visión bastante diferente de las cosas. Observa que hay "una verdad brutal en el núcleo de las maniobras de Putin". A saber: "La partición de Ucrania —en gran medida— ya sucedió", y "el reto clave al que se enfrentan los responsables políticos estadounidenses este año será cómo manejar esa realidad":
"Los combates infructuosos del año pasado han demostrado que reconquistar en su totalidad los territorios perdidos de Ucrania requerirá mucha más sangre y tesoro del que ya se ha gastado, dinero que Estados Unidos está cada vez menos dispuesto a proporcionar".
El mayor obstáculo para que el Imperio simplemente admita su derrota es que "nadie en Washington" quiere "explicárselo" al público occidental. En pocas palabras, reconocer la propiedad permanente de Rusia sobre Donetsk, Jersón, Lugansk y Zaporiyia "representaría una profunda humillación para Estados Unidos y sus aliados". Públicamente, al menos. Esto es muy problemático ya que, como reconoce Matthews, "el resultado final de la guerra no se determinará en Kiev sino en Washington".
"Ya no es posible"
A pesar de las repetidas promesas de Biden de apoyar a Ucrania "todo el tiempo que haga falta" desde febrero de 2022, y de que los portavoces de la Casa Blanca afirman sin cesar que depende de Kiev cuándo acabe la guerra, en última instancia "la mano de Washington está en el grifo de la ayuda militar y financiera que es la savia del esfuerzo bélico de Ucrania". Esto significa que Estados Unidos tiene la última palabra sobre cuándo termina la guerra proxy, pero no sobre cómo:
"Con la posibilidad de una administración Trump entrante, Putin tiene todos los incentivos para esperar el resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre antes de finalizar cualquier acuerdo. Pero cualquier acuerdo que Trump pudiera hacer sobre Ucrania sería, de hecho, poco diferente del que estaba a disposición de Biden La separación es el único acuerdo que probablemente esté sobre la mesa".
Matthews, que nunca ha ocultado sus lealtades, sostiene que el objetivo de guerra declarado por Ucrania de restaurar sus fronteras de 1991 "tiene la lógica y la virtud de ser justo según el Derecho Internacional". No obstante, se ve obligado a admitir que incluso si "una reconquista de los cuatro oblasts perdidos fuera militarmente posible", no hay ninguna garantía de que "su reincorporación en Ucrania" hiciera "el país más seguro y más estable". De hecho, podría ocurrir "lo contrario".
Hasta 130 mil residentes del Dombás han estado luchando junto a Rusia en el frente, "por su propio territorio". En muchos casos, su batalla precede desde hace tiempo a la llegada de Moscú en 2022. Matthews cree que no se limitarán a "deponer las armas en masa y dar la bienvenida a los enemigos contra los que llevan luchando desde 2014". Basándose en conversaciones con sus "viejos contactos en Dombás", hay incluso "una fuerte oposición a ser liberados por las fuerzas de Ucrania". Un periodista local le dijo, tras un viaje a Mariupol:
"Algunas personas están enfadadas porque Kiev las abandonó, otras porque Kiev se resistió y causó mucha destrucción. Pero, sobre todo, la gente no quiere que la guerra vuelva a sus casas. No les importa de qué color sea su pasaporte".
Matthews relata cómo, en un episodio poco recordado de octubre de 2019, no mucho después de convertirse presidente, Vladímir Zelenski “estaba dispuesto a aceptar un amaño en forma de "estatus especial" para las autoproclamadas Repúblicas de Donetsk y Luganks dentro de una Ucrania efectivamente federalizada". Negoció "la celebración de un referéndum en el Dombás sobre su futuro estatus en octubre de 2019, que fue cancelado tras las violentas protestas nacionalistas ucranianas en Kiev".
Zelenski sin duda desearía que el referéndum hubiera seguido adelante, lo que probablemente habría evitado la Operación Militar Especial. Seguramente también se arrepiente de haber creído en las promesas de Boris Johnson de un cheque en blanco a cambio de mantener la lucha, después de que el entonces Primer Ministro británico volara a Kiev en abril de 2022 para sabotear las conversaciones de paz. En virtud de esa tregua, Zelenski cedió de hecho Crimea a Moscú y descartó el ingreso de su país a la OTAN. Como lamenta Matthews, hoy "ese tipo de compromiso ya no es posible".
Matthews concluye citando a Myjailo Podolyak, principal asesor de Zelenski y estrecho aliado personal, en el sentido de que "estamos hablando de derrotar a Rusia, no de territorio". Estos comentarios hacen eco directamente de un editorial del New York Times del 27 de diciembre, "Ucrania no necesita todo su territorio para derrotar a Putin". El artículo de opinión argumentaba de manera audaz que "el territorio recuperado no es la única medida de victoria en esta guerra", en franca contravención de todas las declaraciones de todos los funcionarios occidentales sobre la catástrofe de los últimos 22 meses.
Kit Klarenberg es un periodista de investigación que explora el papel de los servicios de inteligencia en la configuración de la política y las percepciones.
Este artículo fue publicado originalmente en inglés en Al Mayadeen el 22 de enero de 2024, la traducción para Misión Verdad fue realizada por Camila Calderón.