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Ilustración de los campos petroleros de Venezuela de Commercial and Industrial Handbook del Departamento del Comercio (Foto: Archivo)

El ADN de la industria petrolera en Venezuela

No nos sería dado hablar de la colonización española sin referirnos a otras colonizaciones posteriores, hablar de las miserias de ayer y callar las de hoy. De la inversión de capitales coloniales será preciso escribir voluminosos libros. Dos estilos o dos maneras en el fondo semejantes. En tal sentido, la Real Compañía Guipuzcoana no difiere mucho de las compañías explotadoras del petróleo.

Enrique Bernardo Núñez, 1949.

El asedio obsesivo de Estados Unidos contra Venezuela posee una ominosa y larga data. Estados Unidos, desde tiempos inmemoriales, posee estructuralmente un carácter expansionista, que viene impregnado desde el Destino Manifiesto.

Sin embargo, para el siglo XX, época de implosión capitalista, el plan con Venezuela no consistía en llevar a cabo una apropiación territorial propiamente dicha, sino de imponer su dominio bajo otros matices.

A inicios de esa era, Venezuela sufre un viraje violento, debido a que siendo un país rural y agrario pasa a ser un país minero extractivista que funciona para intereses extranjeros y transnacionales, principalmente. Siendo Juan Vicente Gómez el que abre las puertas del capital extranjero para armar, lo que vendría a ser, la temprana industria petrolera venezolana.

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Con Juan Vicente Gómez inicia un ciclo de dependencia estadounidense a través del petróleo (Foto: Archivo)

Así, Gómez decidió invitar oficialmente a los inversionistas extranjeros a explotar los recursos, incluso fue creada una comisión de explotación compuesta por expertos de varios países europeos y de Estados Unidos. Para muchos, ese proceso de industrialización era liberador, pero para Venezuela no lo fue.

Los monopolios petroleros, liderados por la empresa estadounidense Standard Oil de John D. Rockefeller, ya tenían amplios conocimientos sobre las condiciones y potencialidades de los hidrocarburos en Venezuela. De hecho, en 1922 el comisionado de comercio, Purl Lord Bell, hace un minucioso manual sobre el comercio y la industria venezolanos para presentarlo en el Departamento de Comercio de Estados Unidos, instancia defensora de los intereses de las empresas estadounidenses.

Para ese momento, los grandes monopolios contaban con la superioridad económica y tecnológica, que servía para forzar la obtención de condiciones privilegiadas para operar en el país, y lo lograron, en principio, con la modalidad de las concesiones.

Ese mecanismo fue mutando al pasar los años pero su esencia se mantuvo a favor de las transnacionales. Luego de la Segunda Guerra Mundial, Venezuela fue el principal surtidor de ganancias del cartel petrolero que integraba la Standard Oil y Shell. Ante el auge del petróleo, las empresas concesionarias construyeron el parque industrial petrolero en nuestro país y, en específico, cimentaron las grandes refinerías, cuyo ADN es estadounidense.

Tal fue el caso de las principales refinerías del país:

  • Cardón, donde la Shell anunciaba el inicio en 1947 de las operaciones de su refinería.
  • Amuay, construida por la entonces Creole Petroleum Corporation, filial de la Standard Oil New Jersey, inició operaciones en 1950.
  • El Palito, construida en 1960 por la Mobil Oil Company.

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Refinería de Amuay, foto de 1950 (Foto: Archivo)

En la actualidad la industria petrolera en Venezuela es propensa a sabotajes o ataques para su paralización. Las transnacionales poseen aún el mapeo completo de la industria petrolera que ellas construyeron en Venezuela, además el informe de la CIA publicado en 1948 titulado "Vulnerabilidades para sabotear las instalaciones petroleras en Venezuela, Aruba y Curazao" hace ver hacia dónde se teje el hilo.

La refinería Amuay, una de las más grandes del mundo, no es ajena a estos planes de ataques quirúrgicos. La captura del espía estadounidense, Matthew John Heath, y claro está, el posterior ataque a la planta 4 de Amuay este 27 de octubre, asoman lo evidente.

Igualmente, continuamos escudriñando la raíz de la gestión transnacional en la esfera petrolera del país: las concesiones.

El juego de las concesiones

La concesión, de manera general, es un mecanismo que se otorga, temporal o condicionalmente, a un particular el derecho a realizar una determinada actividad. En el caso de las actividades petroleras, se debía realizar bajo la fiscalización del Estado.

En la dictadura de Gómez, desde 1905, las primeras concesiones se otorgaron a venezolanos, y éstos posteriormente traspasaban la concesión a las empresas petroleras foráneas. A continuación algunos casos particulares:

  • Andrés Vigas: se le otorgó el derecho de explotar petróleo en todo un distrito del estado Zulia. Luego transfirió su concesión a la filial de Royal Dutch-Shell.
  • Francisco Jiménez Arraíz: obtuvo la concesión en dos distritos de Falcón y uno en Lara. La vendió a los ingleses de North Venezuela Petroleum Company.
  • Bernabé Planas: consiguió la concesión para otro distrito de Falcón y la traspasó a la British Controlled Oilfields.
  • Antonio Aranguren: le otorgaron una de las concesiones más lucrativas: la de explotar asfalto en Zulia. Seis años después la traspasó a una filial de Royal Dutch-Shell.

Los traspasos de particulares venezolanos a las compañías petroleras se volvió rutina en las artimañas de los abogados petroleros y las disimuladas filiales fungían como células de las grandes empresas para seguir abarcando espacios para la futura explotación. Para 1919, Estados Unidos contaba con 65 concesiones compradas a prestanombres venezolanos.

Las concesiones tenían condiciones blandas sin restricción, con bajos impuestos, prórrogas de explotación y el derecho de expropiación del terreno necesario para sus instalaciones, asimismo, se les exoneraba de los derechos de importación sobre la maquinaria y el equipo necesario para tales actividades. Así, bajo estas atractivas condiciones, los inversionistas extranjeros aprovecharon el reparto de los recursos en el subsuelo venezolano.

Las élites estadounidenses no necesitaron para ese entonces indignarse por la dictadura de Gómez; no hubo golpes de Estado ni amenazas bélicas hacia Venezuela. Ya el terreno estaba listo para el perenne objetivo de expansión.

Para 1920, el entonces ministro de Fomento, Gumersindo Torres, elevó una Ley de Hidrocarburos al Congreso que regulaba los beneficios y las áreas de las concesiones para la explotación petrolera. Inmediatamente, los dueños de las compañías petroleras protestaron a Gómez, y éste destituyó a Torres.

El Dr. Álvaro Silva Calderón en el libro Reversión y Nacionalización en el sistema legal de los hidrocarburos en Venezuela señala que Juan Vicente Gómez expresó a su círculo cercano que las compañías petroleras hicieran la ley de hidrocarburos porque ellas eran las que "sabían de eso". Tergiversando las funciones reales de una concesión.

Luego de la destitución de Gumersindo, se convocó a los representantes de tres empresas norteamericanas para que colaboraran con la elaboración de la mencionada ley, la cual fue aprobada en 1922. Establecieron que las concesiones se extendieran a 40 años. Las expropiaciones ya no sólo eran para el terreno adjudicado, también abarcaba las vías de comunicación. Ni hablar de las condiciones, o mejor dicho, las exoneraciones para los impuestos.

La presencia de Estados Unidos en Venezuela, en términos petroleros, se notó con las grandes inversiones hechas en el territorio, sustancialmente por la Standard Oil. En 1912 registraron inversiones de 3 millones de dólares. Para 1932 dieron un gran salto, registrando más de 200 millones de dólares en inversión. Con esto, el monopolio estadounidense casi eliminó del mapa a las empresas petroleras europeas.

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"N'Monster Monopoly": caricatura de 1884 que critica el monopolio de la compañía de John D, Rockefeller (Foto: Granger Collection)

Sin objeción alguna, Gómez postuló al país como patio, o campo petrolero, trasero de Estados Unidos.

Mutación del dominio transnacional

Francisco Mieres detalla el proceso de nacionalización en Venezuela, caracterizado por la generosidad del gobierno de turno con las transnacionales. Fue una nacionalización negociada, satisfactoria para los intereses estadounidenses.

Las empresas admitían la entrega de sus instalaciones a cambio de un acuerdo de asistencia técnica y de comercialización. Esto trataba a fin de cuentas de mantener los vínculos de la operadora nacionalizada con las filiales, es decir, el personal ejecutivo de la concesionaria podía permanecer en la empresa ahora nacionalizada. Ese personal ejecutivo, si bien eran venezolanos en su mayoría, todos estaban formados bajos los cánones de las transnacionales, le servían a esos intereses.

Ambos acuerdos estaban anclados a la dependencia tecnológica, comercial y financiera. Para Mieres, esto era trascendental en la historia de la industria petrolera venezolana, incluso comenta que las empresas petroleras que se constituyeron en el país poseían cierto grado de tecnología propia venezolana que fue transferida a filiales transnacionales.

Sin embargo, esta posición no la contemplaba la Creole (ExxonMobil hoy). En el contrato de asistencia técnica establecen que queda a su discreción si decide entregar o no las mejoras o actualización tecnológicas de la industria, en ese caso, a Lagoven.

Aunado a esto, se incluye que PDVSA deberá recurrir a las transnacionales petroleras para que le preste asesoría de toda índole, quedando así bajo una extrema dependencia tecnológica, clave para la operatividad de cualquier industria.

En 1982, después de la llamada nacionalización, en Amuay se llevó a cabo la modificación de los patrones de refinación, para ello se recurrió a firmas especializadas que mostraban las patentes de los procesos, por ejemplo, los procesos de "flexicoking" y de "flexicracking" eran patentados por la Exxon.

En definitiva, en palabras de Mieres, la dependencia tecnológica reemplazó la vieja y burda fórmula de las concesiones.

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La Creole dominaba los hilos de la industria petrolera venezolana (Foto: Archivo)

Estados Unidos, cuya columna vertebral está articulada bajo los fundamentos expansionistas justificados en el Destino Manifiesto y reforzado con la Doctrina Monroe, continúa moviendo sus fichas para colapsar a la industria petrolera en Venezuela. "Sanciones", espías, infiltrados, ataques selectivos con drones, son algunas de las tácticas empleadas dentro de la vulnerabilidad de la industrias que ellos bien conocen.

Pero sus alarmas se encienden cuando los trabajadores petroleros bandean constantemente un sinfín de maniobras para mantener la operatividad del complejo refinador de tecnología foránea, modificando, ajustando y reparando cada parte que así lo amerite, enfrentando las mañas tecnológicas en las que envolvieron a la industria.

Henry Kissinger, promotor de la fundación de la Agencia Internacional de Energía (AIE) en respuesta a la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), expresaba:

"Los países industrializados no podrán vivir como lo han hecho hasta hoy si no tienen a su disposición los recursos naturales no renovables del planeta. Tendrán que crear un sistema de presiones que garanticen la consecución de sus propósitos".

Justamente, bajo múltiples formas, Venezuela resiste y enfrenta ese sistema de presiones made in USA.

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