De todas las tramas conspirativas que involucran a Venezuela, que no son pocas, la menos imaginada se relaciona con el choque entre los intereses de las corporaciones estadounidenses.
Bien se sabe que Chevron y ExxonMobil, las dos mayores compañías energéticas de Estados Unidos, perfilan en gran medida la política nacional e internacional de hidrocarburos del imperio, pero esto no significa que jueguen en tándem o tengan proyectos unificados en torno a sus objetivos.
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Las dos empresas tienen sus sedes principales en el estado de Texas: ExxonMobil en Irving y Chevron en Houston.
La denuncia expuesta en días recientes por la vicepresidenta ejecutiva y ministra de Hidrocarburos, Delcy Rodríguez, sobre el lobby de ExxonMobil para que Chevron frenara sus operaciones en Venezuela de manera indefinida, vía sanciones del Departamento del Tesoro, muestra un conflicto de intereses entre ambas corporaciones, en competencia directa por la primacía y el dominio monopólico de los mercados donde participan.
El documento mostrado a la opinión pública nacional e internacional por la alta funcionaria, titulado "Sanciones en el petróleo de Venezuela: menos dinero significa menos poder", entre cuyos autores figura Peter Williams, vicepresidente senior de operaciones globales de ExxonMobil, pone en evidencia que efectivamente se está librando una guerra intercorporativa en Estados Unidos, con los dos gigantes del petróleo y gas de dicho país teniendo cuentas por saldar.
Disputa en Stabroek
Las dos compañías están en conflicto por el bloque petrolero Stabroek en Guyana, ubicado en la zona marítima del territorio en controversia con Venezuela, el Esequibo, debido a la propuesta de adquisición de Hess por parte de Chevron en octubre de 2023, por el valor de 53 mil millones de dólares.
Este acuerdo de fusión ya ha sido aprobado por los accionistas y también obtuvo la autorización de la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos.
Pero ExxonMobil interpuso un recurso de arbitraje ante la Cámara de Comercio Internacional, con sede en París, Francia, el 6 de marzo del año pasado, lo cual no permite la totalización de la fusión ya que dicha empresa reclama las operaciones de Hess en Stabroek, cuya participación es de 30%.
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ExxonMobil es el principal operador del bloque, con 45%.
Con el arbitraje, afirma que tiene el derecho de tanteo para comprar la participación de Hess en el bloque —con ganancias en 2023 de 1,88 mil millones de dólares—, pero Chevron niega cualquier clase de irregularidad, con ansias de continuar las operaciones de la empresa absorbida.
El proceso comenzará en mayo próximo, con la decisión tomada para finales de agosto.
Más aun, la disputa podría retrasar los desarrollos planificados en el bloque Stabroek.
De modo que si ExxonMobil gana el fallo podría evitar que Chevron compre Hess y aumente su participación en el bloque petrolero.
En una nota anterior de Misión Verdad, publicada en 2024, consideramos que la disputa también podría afectar la valoración de las acciones de ambas compañías.
Stabroek es uno de los principales desarrollos de petróleo crudo de más rápido crecimiento en el mundo, del que ExxonMobil se ha lucrado con 2,9 mil millones de dólares nada más en 2023, en el territorio en controversia entre Venezuela y Guyana.
Y esta área es considerada un depósito de gran importancia estratégica para la industria petrolera mundial.
Competencia monopólica inter pares
El arbitraje y el lobby para que el gobierno de Donald Trump sancionara a Chevron en relación con Venezuela revelan una ofensiva de ExxonMobil contra su competidor.
¿Cuáles son los motivos detrás de estos movimientos?
Las razones se encuentran en la aguda competencia por el monopolio de los mercados.
En enero pasado la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos aprobó dos de las mayores fusiones en la historia reciente: Exxon-Pioneer —por 64 mil 500 millones de dólares— y Chevron-Hess.
La movida de Exxon duplica con creces su producción en la Cuenca Pérmica —con tecnología fracking—, con aproximadamente 1,3 millones de barriles equivalentes de petróleo por día, con una estimación para 2027 de 2 millones.
Por su lado, Chevron anticipa diversificar su cartera con los intereses en Stabroek, más los que están en la formación Bakken con enormes yacimientos de petróleo de esquisto, donde se ubica la cuenca Williston, uno de los puntales en el aumento de la producción petrolera en Estados Unidos.
De acuerdo con Oil & Gas Journal, "el acuerdo aumenta las tasas de crecimiento estimadas de la producción y el flujo de caja libre de Chevron para los próximos cinco años, que, según la compañía, se extenderán a la próxima década".
Así, ambas compañías se encuentran en una carrera por la mayor cantidad de yacimientos bajo su dominio y participación en los mercados en Estados Unidos y en otras partes del mundo.
Si Chevron llegara a concretar la fusión con Hess, su posición en el polémico —y configurado bajo condiciones de ilegalidad— bloque Stabroek aumentaría. Algo que ExxonMobil no podría permitir, sobre todo si seguían sus operaciones en Venezuela, tanto en proyectos de crudo pesado y extrapesado en la Faja Petrolífera del Orinoco Hugo Chávez —bajo el formato de empresa mixta, donde el Estado tiene la mayor participación— y en el occidente venezolano.
Esta sería una razón de facto por la que una empresa socava el flujo operacional de la otra.
Pero también existe una explicación más oscura aun: en el supuesto negado de que la administración de Donald Trump, o la siguiente, concretara un cambio de régimen en Venezuela, Chevron no tendría la delantera en el mercado debido a su posición casi ininterrumpida durante 100 años de operaciones en el país.
En cambio, la Exxon salió de Venezuela en 2007 tras no haberse apegado a las leyes nacionales que obligan a producir en conjunto con la estatal PDVSA con una participación menor, y no bajo la estructura de concesiones que tanto daño hizo a la industria petrolera venezolana durante décadas.
Desde entonces, esta empresa se ha embarcado en una serie de recursos de arbitraje en tribunales internacionales, los cuales ha perdido y en otros ha invertido en lobbies para fallar contra Venezuela.
Pero esta vez, para dañar a un país, también tenía que arremeter contra su competidor inmediato. Y lo logró en gran medida, teniendo en cuenta que las refinerías en Nuevo México y Texas están adecuadas a la dieta de crudo pesado y extrapesado de la que Venezuela goza con las mayores reservas petrolíferas del mundo.
Y, a los fines de un cambio de régimen, ExxonMobil aprovecha el catecismo sancionatorio de Estados Unidos para intentar dañar los flujos de caja de Venezuela y de Chevron. Lo segundo está dando resultados momentáneos en su carrera por el monopolio; con lo primero tendrá mala suerte, en la medida en que aumenten las inversiones petroleras en el país.
No sería la primera vez que Venezuela sufre este tipo de trato criminal con fines lucrativos, cuando ha logrado sortear las dificultades asociadas con el bloqueo y las sanciones ilegales con esfuerzo propio.