El 7 de septiembre, en horas de la noche, la vicepresidenta ejecutiva de la República, Delcy Rodríguez, informó que Edmundo González, excandidato presidencial opositor, abandonó el país rumbo al Reino de España tras una solicitud personal y voluntaria de asilo político.
González, aseveró Rodríguez, se había refugiado "voluntariamente en la embajada del Reino de España desde hace varios días".
El gobierno venezolano, frente a la solicitud, concedió "los debidos salvoconductos en aras de la tranquilidad y paz política del país", y reafirmó "el respeto por el derecho que ha primado en la actuación de la República Bolivariana de Venezuela en la comunidad internacional".
Posteriormente el canciller español, José Manuel Albares, confirmó la información asegurando que el excandidato, a "solicitud suya, vuela hacia España en un avión de las Fuerzas Aéreas españolas", decisión que cierra un breve pero ruidoso capítulo de especulación en redes sociales sobre la veracidad de lo informado por la vicepresidenta venezolana.
La situación ha generado un revuelo en la opinión pública nacional e internacional por tratarse de un evento que altera estratégicamente el cuadro de la situación política venezolana.
El abandono del país de González ha tomado a todos por sorpresa, y en principio ha supuesto un profundo golpe anímico y moral para el sector de la oposición venezolana conducido por María Corina Machado, quien hasta el día de ayer no ponía en duda el compromiso del excandidato con la ruta de "Hasta el final": forzar un cambio de régimen por vías extraconstitucionales antes del 10 de enero de 2025.
No hay tal "destierro" o "exilio"
El shock político e informativo ha sido tal que desde diversos espacios de opinión del mundo opositor se ha impulsado una narrativa de control de daños para limitar el golpe a la credibilidad del excandidato.
Ese discurso ha estado centrado en proyectar la salida de González del país como el resultado de una negociación entre los gobiernos de España y Venezuela o, en su defecto, entre la PUD y el gobierno nacional.
Sin embargo, varios elementos prácticos confirman la fragilidad y las falencias de este relato.
En primer lugar, la declaración del canciller español. Albares insistió en que la solicitud de González fue voluntaria, de carácter personal, en línea con lo informado por la vicepresidenta Delcy Rodríguez en horas de la noche. En consecuencia, el supuesto "exilio" no fue un hecho acordado.
González ha puesto su interés personal y familiar en primer lugar, y a eso respondió la solicitud de asilo concedida por el gobierno español.
En segundo lugar, la información sobre el avión. El diario El País y otros medios españoles revelaron que la solicitud de asilo tenía días tramitándose y que el avión que finalmente lo trasladó a España aguardaba en República Dominicana a la espera del resultado de la petición, donde el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero medió.
El ministro de Exteriores de Países Bajos, Caspar Veldkamp, reveló que González estuvo alojado en la embajada del reino en Caracas desde el 29 de julio.
De acuerdo con Veldkamp, el excandidato manifestó su intención unilateral de cambiar de residencia y abandonar el país a principios de septiembre.
En definitiva, todo indica que su decisión estaba tomada desde hace algún tiempo, sin estar sujeta a negociaciones entre el gobierno venezolano y español, o con los partidos de la PUD.
Para González, el cálculo personal y familiar privó por encima del cálculo político, intuyendo muy probablemente que la supuesta "transición" que estaba llamado a liderar se encontraba en un callejón sin salida, sin ninguna capacidad concreta de éxito.
Mentiras premeditadas y el madrugonazo a María Corina Machado
Desde que saltó a la palestra en el contexto de la inscripción de candidaturas presidenciales, siempre se alertó que Edmundo González estaba cortado por los usos y costumbres de la oposición tradicional venezolana, en la que impera el cálculo cínico, el juego de apariencias y la búsqueda de escenarios de conveniencia personal como un fin en sí mismo.
No era un outsider, sino un insider de la vieja guardia antichavista: un político más cercano al pragmatismo de Rosales que al dogmatismo fanatizado de María Corina Machado.
Lectura de las condiciones objetivas más cálculo de conveniencia, un principio indoblegable de los zorros viejos de la política nacional.
El 30 de julio, una vez que se desactivaron las líneas maestras del golpe de Estado, el panorama cambiaría.
La apuesta suicida de María Corina Machado lo expuso a una situación de vulnerabilidad, inasumible para alguien que ha hecho del perfil bajo, la diplomacia y las operaciones tras bastidores una obra de vida.
Frente al cambio de escenario, un cambio de actitud. El "doblarse para no partirse" de Ramos Allup volviendo al centro de la escena.
En su carta enviada al Fiscal General el 4 de septiembre ya podía intuirse una modificación de comportamiento. Esta tribuna no falló al caracterizarla como un "vuelco político".
En la misma Edmundo González reconoció las instituciones venezolanas y se desligó de la publicación de las supuestas "actas", en una clara señal de discordancia con María Corina Machado.
Mientras tanto su abogado, José Vicente Haro, asumía la defensa pública del excandidato y afirmaba, ante las dudas de los medios, que no se encontraba alojado en ninguna sede diplomática y que no tenía pensado salir del país.
"Edmundo González va a mantenerse en territorio venezolano", indicó Haro hace tan solo cinco días, en un intento por disminuir la ansiedad en el mundo opositor.
Finalmente, se ha comprobado que González jugaba al teatro de sombras. Al mismo tiempo que, a través de Haro, enviaba un mensaje de seguridad y calma hacia el universo opositor, negociaba en silencio su asilo en España, a vistas claras sin consultar o establecer una negociación con la PUD y María Corina Machado.
Machado fue la primera víctima del madrugonazo de Edmundo. La vicepresidenta Delcy Rodríguez fue quien dio la información inicial que le permitió al país conocer la huida de González.
Horas antes, Machado estaba concentrada al cien por ciento en la presencia policial en los alrededores de la embajada argentina en Caracas, donde se resguardan miembros de su equipo más cercano. Un indicativo de que el movimiento de González no era de su conocimiento, ni estaba entre sus prioridades para ser comunicado.
A través de su cuenta en X, Machado ha querido enmendar la situación con un largo mensaje en el que sugiere que el autoexilio de Edmundo no implica ni un fracaso ni una derrota política.
Sin embargo, su relato no ha logrado calar del todo ni vencer la desilusión ya que es un hecho incontestable que González tomó su decisión en secreto, sin dar explicaciones ni a Machado ni a sus votantes, en una señal de enorme debilidad frente al gobierno de Nicolás Maduro.
Manipulación de la historia y el espejo Guaidó
En términos políticos, la huida silenciosa del país de un "líder político" que teóricamente aplastó al chavismo con una histórica votación de 70%, quien estaba en proceso de conducir una supuesta "transición" para asumir el poder próximamente, solo puede entenderse como una derrota política, con un enorme costo moral y anímico aguas abajo para quienes confiaron en que la caída definitiva de Nicolás Maduro estaba asegurada.
Ahora mismo, a modo de compensación, se ha desplegado una narrativa sobre la base de la manipulación de antecedentes históricos: comparar el autoexilio de Edmundo González con la actividad política de Rómulo Betancourt en el extranjero orientada a la caída de Marcos Pérez Jiménez. De esta forma, se trafica con la ilusión de un regreso triunfal, posterior a una estancia en Madrid proyectada como "necesaria" y "decisiva" para la agenda de cambio de régimen en Venezuela.
Difícilmente este relato pueda tener sustancia política, toda vez que la historia ha confirmado que existe una correlacción directa, en el caso de figuras públicas opositoras, entre huir de Venezuela y perder capital político e influencia. El caso Guaidó así lo confirma.
En el inconsciente colectivo de la oposición radical está demasiado viva la mezcla de rabia y frustración por un Guaidó que, en su momento, también prometió continuar "la lucha" desde el extranjero.
En todo caso, la huida de González confirma el cierre de un capítulo político, en el que se termina de desdibujar la inminencia de la "transición" en Venezuela.
La principal derrotada no es otra que María Corina Machado, quien ha intentando vender cada paso en falso como parte de una "estrategia robusta", que sigue sin tener efectos prácticos en la realidad.