Mié. 18 Diciembre 2024 Actualizado Sábado, 14. Diciembre 2024 - 10:42

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(Foto: El Cayapo)

El capitalismo quiere mayorías suicidas no pensantes

Los niveles masivos de suicidio en los centros desarrollados -Europa, Japón, Estados Unidos- son alucinantes, justo donde supuestamente la gente debería ser clara, contenta, definida, con un futuro esclarecido, con sus ejes vitales sostenidos porque han logrado lo que se les ofreció y por lo que luchó, sus altos salarios, sus seguros, pensiones, jubilaciones, su seguridad, el estado de bienestar, sus condiciones superiores de existencia con respecto a los habitantes de todos los países minas, pero de la noche a la mañana se fueron al carajo, se esfumaron, y la democracia, la libertad, la civilización, el crecimiento económico, el progreso, el desarrollo, se van por el tobogán de la más deslumbrante y abrumadora acumulación de capitales, que nunca jamás haya existido pero que nadie quiere ver, más que los interesados en sus beneficios.

Todo esto es obra del capitalismo y su dinámica. No juzgamos si está bien o mal, eso que quede para los creyentes, pero después de 500 años de ofrecer democracia, civilización, progreso, desarrollo económico, en donde millones y millones de personas donaron o sacrificaron sus vidas obligatoria o alegremente a la construcción de lo que hoy somos, 8 mil millones de esclavos que en su inmensa mayoría no andan contentas incluso en los llamados centros de acumulación de la riqueza, como los casos de Francia, Inglaterra, Alemania, España, Estados Unidos por nombrar algunos, en donde percibimos a miles y miles y miles de obreros molestos protestando porque están mal por el aumento de la cantidad de años por jubilación y la jornada laboral y la reducción del salario real; pero más allá de eso, por no comprender qué nos pasa realmente.

Nos percatamos de que esos trabajadores, al igual que nosotros, sufrimos las mismas consecuencias, sin importar en cuál parte del planeta trabajemos, porque el sistema económico que gobierna en aquellos territorios es el mismo sistema que gobierna en donde nosotros habitamos.

Entonces, llegamos a la conclusión de que las cosas no están bien en el planeta, que el problema no son los gobiernos, que el capitalismo dejó de ser la quimera agradable que mantenía a los esclavos en su aparente eje vital, diciéndonos que podíamos ser prósperos, pero hoy después de tanto trabajo, trabajo y más trabajo, terminamos zombificados, sin darnos cuenta de lo que está pasando, llenos de fentanilo, opiáceos, cocaína, marihuana, alcohol o cualquier otra droga televisiva, religiosa, telefónica, internáutica, digital, legal o ilegal; al final, los efectos son los mismos.

Todos, como zombis, caminamos drogados en mil formas hacia la nada, se repite infinitamente, deseando de manera desenfrenada ser el único, sin percatarnos que la ficción ideológica de la felicidad, los derechos, la libertad, la soberanía, el progreso y otras martingalas alucinógenas para esclavos nos convirtió en el único esclavo real, que trabaja solitariamente acompañado de millones de únicos y solitarios esclavos que se creen únicos en su infinito consumo de ideología adictiva, creyendo salir de abajo hasta que, cansados de trabajo y soledad, morimos de "sobredosis de amor", esperanzas, ilusiones, utopías, sin comprender que ese camino nos pierde de nosotros mismos en un laberinto ideológico que no permite el encuentro con los otros, y peor aún: con nosotros mismos sin poder tejer juntos aquello pensado que nos haga vida de nuevo.

Las grandes mayorías en el planeta están altamente deprimidas, es generalizado, gente vuelta trizas con niveles de depresión altísimos, gente que no quiere ser quien es, la mujer no quiere ser mujer, el hombre no quiere ser hombre, los abuelos no quieren ser abuelos, las abuelas no quieren ser abuelas, las madres no quieren criar hijos, los padres muchísimo menos, los hijos no quieren ser hijos, los nietos no quieren ser nietos, mientras perros, gatos, cochinos, culebras, tigres, ornitorrincos son convertidos en mascotas objetos de los afectos comerciales enfermos, que por miedo a ser lastimados no se pueden transmitir los alienados esclavos, mientras el capitalismo brinca en una pata promoviendo el negocio jugoso de las mascotas que viven mejor que los esclavos, y por supuesto consumen más y cada vez más. Y sin pensar, vamos sobreviviendo entre drogas y mascotas creyendo que algún día seremos felices.

La gente quiere ser lo que le vende la red. La idiotez pura, pero detrás de eso está el interés manifiesto de comprar y vender, hay todo un aparato de propaganda a nivel mundial trabajando en función de que el individuo cada día sea más individuo dejando de ser hombre o mujer. Por ejemplo, ya han posicionado en el imaginario colectivo la inteligencia artificial y nos la venden como panacea del desarrollo científico y gran bien para la humanidad, sin decirnos que forma parte de una nueva acumulación de capitales, una de las formas de cómo los grandes se tragan a los pequeños productores. Pero también es una manera de eliminar a millones de trabajadores, y como toda tecnología en el campo del capitalismo no es inocente, en medio de la guerra no sólo puede generar desinformación masiva sino que consigue obligar a las grandes mayorías a la aceptación de cualquier mito que se les ocurra a las élites para continuar imponiendo sus dominios o controles.

Pero estos ejemplos, ¿acaso son una causalidad, un fenómeno, un hecho mágico, o tienen un propósito? Desde la aparición del capitalismo como generador de cultura hasta estos días, ya nada es casual, mágico o sin propósito. En este caso, estamos ante el más colosal reacomodo del capitalismo. Nunca antes, ni siquiera en la segunda guerra promovida a ex profeso por las transnacionales para asesinar los vestigios poderosos que habían dado como resultado del Tratado de Westfalia, se había producido un reacomodo tan monumental como el que hoy está viviendo el capitalismo, en su fase imperial absoluta en todo el planeta, por tanto, desde su base, desde el núcleo familiar en adelante, ya nada le sirve, todo es un estorbo, ninguna institución le sirve al capitalismo.

Hablamos que en su inmenso reacomodo no sólo está procesando fábricas y corporaciones, tragándose unas a otras, destruyendo muchas, botando millones de trabajadores, destruyendo o readaptando infraestructuras, también está eliminando o reacomodando instituciones académicas, como las escuelas, liceos, universidades, en donde ya no necesitan maestros, profesores, intelectuales, porque en su repetición infinita con la inteligencia artificial les basta y sobra para resolver los problemas que presentan las circunstancias, ya que al no producirse pensamiento no ocurre otra acción que merezca atención particular, pero tampoco nos sirven a nosotros. ¿Para qué sirve que nos enseñen a ser esclavos?

Instituciones políticas reivindicativas, ya los partidos o sindicatos serán sustituidos por las ONG que mediarán para resolver el problema de los servicios sociales, salud, educación, vivienda, y otras; instituciones diplomáticas, reglas, acuerdos, llámense ONU, OEA, cancillerías, al desaparecer los Estados-naciones, no sólo en los continentes minas, sino en el planeta entero, estas instituciones se vuelven obsoletas; a partir de entonces, la nueva acumulación del capital en su estado imperial impondrá sus nuevos requerimientos de acuerdo a como vaya avanzando el capitalismo, sus reglas se amoldarán a estas circunstancias. A partir de entonces, una sola droga reinará sobre la Tierra. El capitalismo en su fase imperial.

Nos toca desde esa perspectiva revisar por qué no le sirven al capitalismo estas instituciones que creó y asimiló en su momento y que tanto le sirvieron, pero no por eso vamos a defender la familia, la iglesia, el Estado, la propiedad privada, la ONU, la OEA, las universidades, escuelas o liceos, la salud, la educación o la arquitectura capitalista en general, porque estaríamos volviendo al pasado y no entendiendo que el capitalismo, la guerra, la competencia, la apropiación, el robo o la familia no son naturales, porque la familia la creó el capitalismo para la transmisión de la herencia de la propiedad privada sobre los medios de producción, incluida la ilusión de propiedad en el esclavo, y así justificar la precaria legalidad de ese botín producto del robo y el crimen.

El capitalismo avanza porque destruye un modelo de sociedad donde todo el mundo, la familia, la gente, los clanes, las tribus, todos obedecen a un ser superior, pertenecen al rey como ser absoluto, con poder absoluto. Si bien el humanismo rompe con esa regla, no es menos cierto que construye otras reglas también anti-natura como es la familia moderna, como es el reacondicionamiento del Estado que esconde el verdadero poder de los dueños, no resuelve ningún problema sino que agrava los problemas que se arrastran desde hace 15 mil años, porque no sólo sirve de árbitro a las disputas inter-dueños, sino que remacha con más fuerzas las cadenas de la violencia a nuestros tobillos.

El progreso del capitalismo, como sistema físico conceptual, necesita con urgencia desbaratar esas instituciones que éste mismo construyó para poder edificar otras que se adapten a esa compra-venta violenta, directa, que se está planteando. Ya no hay hijos, ya no hay padres, ya no hay madres, no hay abuelos, ese núcleo familiar desaparece. El Estado también desaparece, la institucionalidad internacional también debe desaparecer. Porque la idea es que lo que intermedie entre un ser y otro sea la compra-venta, pero ¿en qué nivel?

En que habrá organizaciones de vendedores que en este caso son las transnacionales, las grandes corporaciones que requieren negociar con un individuo absoluto, uno que no pertenezca a nada. Imaginemos, si cuando se fundaron partidos proletarios y se fundaron sindicatos, los obreros, los campesinos, los pescadores fueron masacrados, que no pasara con el individuo absolutamente en su orfandad, el individuo único y solo, temeroso, ignorante, sin conocimiento de su existencia y además abrumado por el gran poder de una corporación negociando su fuerza de trabajo, con unas ONG trabajando a favor de las corporaciones, sospechemos por un momento: somos 8 mil millones de personas en manos de una corporación diciéndonos "véndeme tu fuerza al precio que a mí me dé la gana y cómprame el producto de tu trabajo al precio que yo te quiero vender". Eso en esencia son las verdaderas reglas que está planteando el capitalismo financiero especulativo, y para ello todas las redes, los televisores, los medios de información masivos que tienen a su servicio en función del logro de sus objetivos. Eso explica todo lo que está ocurriendo con todo el mundo.

A cualquier iluminado, luchador social o anticapitalista enfebrecido se le puede ocurrir la peregrina idea de que el capitalismo está muriendo porque las instituciones de las que se valió para desarrollarse están jodidas. Sí, los luchadores sociales en distintas épocas siempre plantearon la muerte del capitalismo, y este ante cada crisis resurge fortalecido, pero va destruyendo la base que lo hace posible, y es una discusión que tienen que tener los luchadores sociales de ahora en adelante porque el capitalismo no es un sistema que puede desaparecer por sí mismo, "bueno, llegué hasta aquí y desaparezco", no. Como objetivo, tiene un límite infinito, aunque haya producción finita en ambiciones infinitas.

Es verdad, eso afecta enormemente al capitalismo, pero como este sistema se basa en construcciones muy poderosas y tiene el control del planeta, así sea una monstruosidad como capacidad para obtener la plusvalía que requiere, va a seguir existiendo, sea como dictadura absoluta, sea lo que sea, como lo nombren, y funcionará eternamente mientras no aparezca en las personas afectadas por el sistema un pensamiento que le sustituya como modo de producción generador de otro dato cultural, porque así como la gente no es violenta por naturaleza, el capitalismo tampoco es un hecho natural.

El capitalismo es un concepto que derivó de 15 mil años de guerra que fueron sistematizados por los poderosos a lo largo de la historia de esta especie. La única manera de que el capitalismo pueda desaparecer, es sustituyéndolo por otro modo de producción que generaría otro dato cultural, otra forma de relacionarse. Ahora, si seguimos peleando contra el capitalismo para tener casa, carro, estudios, para que el gobierno funcione bien, para tener, tener, tener y tener, el capitalismo aplaudiría feliz esa lucha, aprovechándose para robustecerse y seguir. Así, masivamente nos desgañitemos gritando día y noche: "¡Muera el capitalismo!".

El capitalismo no es una amenaza habitual ordinaria y peligrosa contra el mundo, es una aplastante realidad que sufre el planeta, incluido el territorio donde se asientan las oficinas que controlan la acumulación y fuerza del poder.

Cuando el capitalismo, con su destino manifiesto, con su ropaje religioso, igualitario, democrático y libertario atracó, robó, asesinó, saqueó en las costas de este continente desde hace 500 años, nadie imaginó nunca la tragedia que su ambición desataría, no sólo en el continente americano sino en el mundo entero. Desde entonces, su acción criminal, su robo, su saqueo, su terrorismo, su guerra permanente, no se ha detenido y de ello pueden dar fe las casi 400 invasiones que desde entonces han practicado contra el planeta sus bellas construcciones conocidas en el mundo como corporaciones, transnacionales, factorías, trust, monopolios. Quienes en nombre de su libertad, superioridad, derecho manifiesto, democracia y todas las demás engañifas con las que su modo de producción y dictadura imponen al mundo a la cultura humanista superior, bella y preciosa que nos acoquina pero que los esclavos tanto amamos.

Sí, señores, no es una amenaza, es un hecho, una realidad física tangible, ideológicamente deseable por sus esclavos. Incluso aquellos que se le oponen practican o desean practicar sus fundamentos, sus progresos, sus libertades, igualdades, democracias, sus crecimientos, desarrollos, en términos militares, políticos, diplomáticos, artístico-culturales, científicos, productivos, pero el capitalismo nunca ha conversado con nadie sino torciéndole el brazo o apuntándole con una pistola a alguien para lograr sus objetivos, en función de sus egoístas intereses. Su diplomacia es abusiva, controladora, chantajista, en sus relaciones comerciales siempre se propone ganar, ganar y ganar él solo. Esta es la única verdad, practicada y establecida; lo demás son utopías, esperanzas, quimeras e ilusiones de esclavos.

Los países-mina dentro del marco del capitalismo siempre han jugado el papel de compradores compulsivos, o mejor dicho, obligados por los dueños para adquirir maquinarias, productos que en su momento producen las grandes corporaciones y necesitan vender cumplido el stock, inmediatamente inician políticas para sustituir importaciones porque en el devenir la necesidad de compra es otro producto. No existe en ninguno de estos territorios-mina una sola política económica industrial comercial que sea una decisión propia de los políticos o intelectuales o escritores o poetas o profesionales o académicos, sino que por el contrario, todo forma parte del plan de las grandes corporaciones que, bien sea asentadas en un país cualquiera o bien por decisión propia, deciden dominar con sus propios intereses las políticas o decisiones que aparentemente son democráticas, independientes, soberanas en estas minas, pero la verdad verdadera es que el imaginario colectivo en estos territorios, en el planeta, son todos influenciados por el imaginario de progreso, civilización, desarrollo y superioridad expresado por el modelo de los dueños.

Hoy se abre una gran rendija, porque si bien el capitalismo está en reacomodo, no es menos cierto que ya dejó de pensar como posibilidad futura. Todo su pensamiento de hoy está radicado en permanecer, y para ello se repite infinitamente. El pensamiento liberal burgués construye, administra, desarrolla y perpetúa en el tiempo el modo de producción capitalista y logra todo el deslumbre que hoy conocemos. Los grandes edificios que superan las grandes catedrales, las grandes autopistas que superan los caminos reales de la Edad Media, los grandes sistemas agrícolas e industriales, la producción de transporte masivo, de transporte de lujo como yates, jets, aviones de lujo, es decir, el flujo y la producción de la mercancía es muy alto en este sistema, y logra llevar todo el concepto de la compra-venta a niveles superiores jamás imaginados. Que los niveles de información sean llevados de un punto a otro al instante no quiere decir que nos estemos comunicando: eso quiere decir que nos están informando y generalmente malinformando, porque son verdades ideológicas que nos están diciendo personas interesadas en que creamos lo que estamos escuchando, viendo, sintiendo. El interés de esas personas es que consumamos o consumirnos, ambas son válidas.

Todo llegó a niveles inimaginables. El arte se desarrolló impresionantemente, llámese poesía, escultura, pintura, cine, teatro, lo que haya sido, en el humanismo logró niveles impensables de desarrollo. En ninguna cultura anterior eso había sido posible, pero a partir de 1920, aproximadamente ese pensamiento creativo que es el humanista deja de aparecer como pensamiento creador y comienza un gran deterioro en todas sus ramas, llámese liberalismo, comunismo, anarquismo, utopismo, en cualquiera de esas ramas empieza un deterioro. La gente comienza a regurgitarse, repetirse, a vomitarse a sí misma, y ya no hay nada por lo que valga la pena que alguna generación se sacrifique, que vaya hacia un sitio lejano, que tumbe una montaña, que atraviese el mar, o vaya a una guerra donde no tiene ningún interés más que la ilusión misma de participar en la guerra, porque le dijeron que allí estaba realizada su vida, su sueño. Hasta que un tiro le apaga las luces y baja el telón.

Entonces, las construcciones de ese pensamiento comienzan a generar elementos más que todo defensivos, todo lo que piensan hoy los tanques de pensamiento (think tanks) es en función de la defensa del humanismo, y vuelve de nuevo a algo que parecía podía haberse extinguido en algún momento que era la guerra. Alguien habló en algún momento que la guerra será una entelequia y la gente negociará por otra vías, pero la verdad es que estamos en el tiempo en el que se vuelve de nuevo a la guerra como único estado de diplomacia, cumpliéndose la máxima de Sun Tzu: "La guerra es muy antigua, por eso siempre será nueva".

No es un tiempo agradable, no va a ocurrir en el inmediato algo bonito, donde la gente se va a poner a trabajar en función de una idea, y a partir de allí eso prosperará y el país será bien bonito, y todo lo que le venden a uno, eso realmente no es lo que va a ocurrir en el ya, y cuando decimos ahora nos referimos a muchos años, tantos que supera las generaciones de nuestra existencia, nuestros hijos y nietos.

La vida no se suicida, de eso estamos absolutamente convencidos, por eso aprovechemos esta rendija que nos brinda a regañadientes el capitalismo: para crear otro pensamiento, y este guante se lo lanzamos a los 8 mil millones de esclavos.

En los símbolos y claves de una cultura, mora por siempre su memoria. Si la memoria de una cultura es la esclavitud colonial, entonces esa cultura estará destinada por siempre a la esclavitud, en tanto no sea capaz de pensar y sobreponerse a esa tragedia heredada.

Ahora bien, la memoria de la cultura por construir debe vivir aferrada a lo más recóndito del ser colectivo que la haga posible. Cuando en el futuro se hable de la otra cultura, cada símbolo, cada clave, no han de ser un mito sino que deben ser la historia real de los seres que la hagan posible, y éstos a su vez habrán de conservarlos en su memoria colectiva practicando con el cuerpo el cotidiano hacer que siempre, por distinto, por nuevo, los hará vida. A diferencia de la cultura existente que se sustenta en mitos y creencias que en el marco de la violencia se repite como muerte.

Su historia debe reflejar a gente de carne y hueso con sus fortalezas y debilidades y no a seres superiores dotados de condiciones sobrehumanas. El territorio en donde se desarrolle su acción no puede estar concebido de dificultades más allá de las propias que obedecen a cada territorio. Nada, ni la gente ni el territorio, ni sus circunstancias, pueden ser expresadas como imposibilidades que no pueda resolver el ser común y corriente que decide llevar adelante soluciones de problemas, que toma decisiones sobre hechos y circunstancias reales.

Mano de obra, trabajador moderno, esclavo o como nos guste ser llamados / No vayamos por quimeras ilusiones o esperanzas / No corramos tras horizontes que se acercan o se alejan / No es verdad lo de los ríos de leche y miel o el vivir cobijado por el señor que nos roba el trabajo / Olvidemos para siempre a las iguanas azules y los unicornios / Suspendamos todo andar hacia la nada / Ya no más cielos, utopías ni paraísos terrenales / Que los anaqueles guarden bien con llave a los héroes y los mártires, ya está bien de sacrificios / Es tiempo para usar el cerebro / Afuera de nosotros aún cantan los pájaros despreocupados de nosotros / Las aguas de los ríos viajan en su devenir sin importarle nuestra existencia / El viento no deja de acariciar la superficie añil del mar, aunque lo surquen mil barcos / Los árboles, sin saberlo, se entrejuntan en un verde que inunda los ojos / Sí, ahí sigue la vida / Fuera de la tragedia y lo que pensamos de ella / También está el cerebro vivo para preguntarnos desde la alienada muerte / ¿Es posible un futuro con esta especie viviendo y no el remedo que hoy somos?

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