Dom. 10 Noviembre 2024 Actualizado ayer a las 8:39 pm

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Todos perdemos en la guerra mundial contra los agricultores (Foto: Carsten Koall / Getty Images)

El Gran Reinicio Alimentario ha comenzado

Francia está en llamas. Israel está haciendo erupción. Estados Unidos se enfrenta a un segundo 6 de enero. Sin embargo, en Países Bajos, el establecimiento político se tambalea por un tipo de protesta completamente diferente, una que, quizás, más que cualquier otra en la actualidad, amenaza con desestabilizar el orden global. La victoria del Movimiento Campesino-Ciudadano (BBB en holandés) en las recientes elecciones provinciales representa un resultado extraordinario para un partido antisistema formado hace poco más de tres años. Pero, de nuevo, estos no son tiempos comunes.

El BBB surgió de las manifestaciones masivas contra la propuesta del gobierno holandés de reducir las emisiones de nitrógeno en un 50% en el sector agrícola del país para 2030, un objetivo diseñado para cumplir con las normas de reducción de emisiones de la Union Europea (EU en inglés). Si bien las grandes empresas agrícolas tienen todos los medios para cumplir estos objetivos, al usar menos fertilizantes nitrogenados y reducir la cantidad de ganado, las granjas más pequeñas a menudo se verían obligadas a vender o cerrar. De hecho, según un documento de la Comisión Europea, este es precisamente el propósito de la estrategia: "intensificar la agricultura, en particular mediante la compra o liquidación de las granjas con el objetivo de reducir la ganadería", esto sería "primero de forma voluntaria, pero no se excluye la compra obligatoria si es necesario".

Entonces, no sorprende que los planes provocaran protestas masivas de los agricultores, que lo ven como un ataque directo a sus medios de vida, o que el eslogan de BBB “Sin granjas, no hay comida” resonara claramente entre los votantes. Pero, aparte de las preocupaciones sobre el impacto de la medida en la seguridad alimentaria del país y en una forma de vida rural de siglos que es parte integral de la identidad nacional holandesa, la razón detrás de esta medida drástica también es cuestionable. La agricultura actualmente representa casi la mitad de la producción de dióxido de carbono del país, sin embargo, los Países Bajos son responsables de menos de 0,4% de las emisiones mundiales. No es de extrañar que muchos holandeses no comprendan cómo estos ingresos tan insignificantes justifican la revisión completa del sector agrícola del país, que ya es considerado uno de los más autosustentables del mundo: en las últimas dos décadas, la dependencia del agua para cultivos clave se ha reducido 90%, y el uso de pesticidas químicos en los invernaderos se ha eliminado casi por completo.

Los cultivadores también señalan que las consecuencias del recorte de nitrógeno se extenderían mucho más allá de los Países Bajos. El país, después de todo, es el mayor exportador de carne de Europa y el segundo mayor de rubros agrícolas del mundo, justo detrás de Estados Unidos; en otras palabras, el plan provocaría el colapso de las exportaciones de alimento en un momento en el que el mundo ya enfrenta escasez de alimento y recursos. Ya sabemos cómo podría ser esto. El año pasado fue llevada a cabo una prohibición similar de los fertilizantes nitrogenados en Sri Lanka, con consecuencias desastrosas: provocó una escasez artificial de alimentos que hundió a casi dos millones de habitantes en pobreza, lo que provocó un levantamiento que derrocó al gobierno.

Gracias a la irracionalidad de esta política, muchos agricultores creen que simplemente no pueden ser responsabilizadas las "élites verdes" que dirigen el gobierno holandés actualmente. Sugirieren que una de las razones subyacentes de la medida es sacar a los cultivadores pequeños del mercado, lo que les permite ser comprados por gigantes multinacionales de la agroindustria que reconocen el inmenso valor de la tierra del país, que no solo es muy fértil, sino que también está localizada estratégicamente con fácil acceso a la costa atlántica norte (Rotterdam es el puerto más grade de Europa). También señalan que el primer ministro Rutte es colaborador de la agenda del Foro Económico Mundial (WEF en inglés), que es bien conocida por ser impulsado por las corporaciones, mientras que su ministro de finanzas y el ministerio de asuntos sociales y empleo también están vinculados al organismo.

La lucha que se desarrolla en los Países Bajos podría parecer parte de un juego mucho más grande que busca "resetear" el sistema alimentario internacional. Actualmente se están introduciendo o considerando medidas similares en muchos otros países europeos, incluyendo Bélgica, Alemania, Irlanda y Gran Bretaña, donde el gobierno está alentando a los cultivadores tradicionales a abandonar la industria para liberar tierra para los nuevos labradores "sustentables". Como el segundo mayor contribuyente de las emisiones de gases de efecto invernadero, después del sector energético, la agricultura naturalmente ha terminado en la mira de los defensores del Net Zero, es decir prácticamente todas las principales organizaciones internacionales y globales. La solución, se nos dice, es la "agricultura sustentable": uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, que forman su "Agenda 2030".

Este problema ahora ha sido priorizado en la agenda global. La reunión del G20 en Bali el noviembre pasado pidió una "transformación acelerada hacia la agricultura, sistemas de alimento y cadenas de suministro sostenible y resilientes" para "garantizar que los sistemas alimentarios contribuyan mejor a la adaptación y mitigación del cambio climático". Apenas unos días después, en Egipto, la Cumbre Climática de la Agenda Verde anual de la COP27 lanzó su iniciativa destinada a promover "un cambio hacia dietas sustentables, resistentes al clima y saludables". Dentro de un año, su organización para la agricultura y la alimentación tiene como objetivo lanzar una "hoja de ruta" para reducir las emisiones de efecto invernadero en el sector agrícola.

El desenlace se insinúa en varios otros documentos de las Naciones Unidas: reducir el uso de nitrógeno y la producción ganadera mundial, reducir el consumo de carne y promover fuentes de proteína más "sustentables", como productos de origen vegetal, cultivados en laboratorio, o incluso insectos. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, por ejemplo, declaró que el consumo mundial de carne y lácteos debe ser reducido en un 50% para el 2050. Otras organizaciones internacionales y multilaterales han presentado sus propios planes para transformar el sistema alimentario global. La estrategia de la Unión Europea De la granja a la mesa "tiene como objetivo acelerar nuestra transición a un sistema alimentario sustentable". Mientras tanto, en el plan de acción contra el cambio climático del Banco Mundial para el 2021-2025, se dice que el 35% del financiamiento total del banco durante este período se dedicará a transformar la agricultura y otros sistemas claves para enfrentar al cambio climático.

Junto a estos organismos intergubernamentales y multilaterales, una amplia red de stakeholders ahora se dedican al "reverdecimiento" de la agricultura y la producción de alimentos: fundaciones privadas, asociaciones público-privadas, ONG y corporaciones. Resetear la Mesa, es un informe de la Fundación Rockefeller de 2020 pidió alejarse de un "enfoque en maximizar los rendimientos de los accionistas" a un “sistema más equitativo centrado en rendimientos justos y beneficios para todos los stakeholders. Esto puede sonar como una buena idea, hasta que uno considera que el "capitalismo stakeholders" es un concepto fuertemente promovido por el Foro Económico Mundial, que representa los intereses de las corporaciones más grandes y poderosas del planeta.

La Fundación Rockefeller tiene vínculos muy estrechos con el WEF, que a su vez alienta a los cultivadores a adoptar los métodos "climáticamente inteligentes" para hacer la "transición a sistemas alimentarios Net Zero y positivos para la naturaleza para 2030". El WEF también es un gran promotor de la necesidad de reducir drásticamente la ganadería y el consumo de carne y cambiar a "proteínas alternativas".

Podría decirse que la organización público-privada más influyente dedicada específicamente a "transformar nuestro sistema alimentario mundial" es la Comisión EAT-Lancet, que se basa en gran medida en el enfoque de "la gobernanza multipartes" de Davos. Esto se basa en la premisa de que la formulación de las políticas globales debe ser moldeada por una amplia gama de "partes interesadas" no electas, como instituciones académicas y corporaciones multinacionales, trabajando mano a mano con los gobiernos. Esta red, cofundada por Wellcome Trust, consiste en agencias de la ONU, universidades de renombre en el mundo y corporaciones como Google y Nestlé. La fundadora y presidenta de EAT, Gunhild Stordalen, una filántropa noruega que está casada con uno de los hombres más ricos del país, ha manifestado su intención de organizar un "Davos de la comida".

El trabajo de EAT fue apoyado inicialmente por la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero en 2019 la OMS retiró su respaldo luego de que el embajador de Italia y representante permanente ante la ONU en Ginebra, Gian Lorenzo Cornado, cuestionara la base científica del régimen dietético impulsado por EAT (centrado en promover los alimentos de origen vegetal y la exclusión de la carne y otros alimentos de origen animal). Cornado argumentó que "una dieta estándar para todo el planeta" que ignore la edad, el sexo, la salud y los hábitos alimenticios "no tiene justificación científica alguna" y que "supondría la destrucción de dietas tradicionales milenarias y saludables que son parte integral del patrimonio cultural y la armonía social en muchas naciones".

Quizás más importante aun, dijo Cornado, es el hecho de que el régimen dietético recomendado por la comisión también "es nutricionalmente deficiente y, por lo tanto, peligroso para la salud humana" y "ciertamente conduciría a una depresión económica, en especial en los países en desarrollo". También expresó su preocupación sobre "la eliminación total o casi toda de alimentos de origen animal" destruiría la ganadería y muchas otras actividades relacionadas con la producción de carne y productos lácteos. A pesar de estas preocupaciones, planteadas por un miembro destacado del principal organismo de salud pública del mundo y compartidas por una red que representa a 200 millones de pequeños agricultores en 81 países, EAT sigue desempeñando un papel central en el impulso mundial para la transformación radical de los sistemas alimentarios. En la cumbre de Sistemas Alimentarios de las Naciones Unidas de 2021, que se originó a partir de una asociación entre el Foro Económico Mundial y el secretario general de la ONU, Stordalen tuvo un papel destacado.

Esta completa difuminación de los límites entre las esferas pública y privada-corporativa en los sectores agrícola y alimentario también está sucediendo en otras áreas, con Bill Gates en algún lugar en el medio. Junto con los seguros médicos, la agricultura es el foco principal de la Fundación Bill y Melinda Gates, que financia varias iniciativas cuyo objetivo declarado es aumentar la seguridad alimentaria y promover la agricultura sostenible, como Gates Ag One, CGIAR y la Alianza para una Revolución Verde en África. Sin embargo, las organizaciones de la sociedad civil han acusado a la fundación de usar su influencia para promover los intereses corporativos multinacionales en el Sur Global y para impulsar soluciones de alta tecnología ineficaces (pero muy rentables) que en gran medida no han logrado aumentar la producción mundial de alimentos. Las actividades agrícolas "sustentables" de Gates tampoco se limitan a los países en desarrollo. Además de invertir en empresas de proteínas de origen vegetal, como Beyond Meat e Impossible Foods, Gates ha comprado grandes cantidades de tierras agrícolas en Estados Unidos, hasta el punto de convertirse en el mayor propietario privado de tierras agrícolas del país.

El problema con la tendencia globalista que todo esto encarna es obvio: en definitiva, la agricultura a pequeña y mediana escala es más sustentable que la agricultura industrial a gran escala, ya que generalmente se asocia con una mayor biodiversidad y la protección de los huertos. Las granjas pequeñas también brindan toda una gama de bienes públicos: ayudan a mantener vivas las áreas rurales y remotas, preservan las identidades regionales y ofrecen empleo en zonas con menos oportunidades laborales. Pero aun más importante, las pequeñas granjas alimentan al mundo. Un estudio de 2017 encontró que "la red alimentaria campesina" (la red diversa de pequeños productores desconectados de la Gran Agricultura) alimenta a más de la mitad de la población usando solo el 25% de los recursos agrícolas del mundo.

Sin embargo, la agricultura tradicional está sufriendo un ataque sin precedentes. Los pequeños y medianos cultivadores están sujetos a condiciones económicas y sociales en las que simplemente no pueden sobrevivir. Las granjas campesinas están desapareciendo a un ritmo alarmante en Europa y otras regiones, en beneficio de los oligarcas alimentarios del mundo, y todo esto se hace en nombre de la sustentabilidad. En un momento en el que casi mil millones de personas en el mundo aún se ven afectadas por la hambruna, la lección de los agricultores holandeses no podría ser más urgente o inspiradora. Por ahora, al menos, aún hay tiempo de resistir el Gran Reset Alimentario.


Thomas Fazi es un columnista y traductor de la web UnHerd. Su último libro es The Covid Consensus, en coautoría con Toby Green.

Este artículo fue publicado en UnHerd el 28 de marzo de 2023, la traducción para Misión Verdad fue realizada por Camila Calderón.

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