Mar. 24 Diciembre 2024 Actualizado Sábado, 14. Diciembre 2024 - 10:42

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La Reserva Federal de Estados Unidos sube los tipos de interés, no para combatir la inflación, sino para forzar un reajuste global en el control de los activos mundiales (Foto: Nibble Finance)

Las élites bancarias planificaron el colapso financiero de Occidente

La Reserva Federal de Estados Unidos (FED, sus siglas en inglés) impuso el 15 de junio la mayor subida de tipos de interés (el porcentaje al que los bancos comerciales de Estados Unidos se prestan entre sí por periodos cortos). Este es el endurecimiento de su política económica más grave desde la década de 1980.

El regulador, en su comunicado, atribuyó el aumento del 0,75% a la inflación debido al "desequilibrio de oferta y demanda" asociado a la pandemia de covid-19, a los altos precios de los alimentos y la energía, y a la guerra en Ucrania. También dijo que continuaría subiendo las tasas.

Esta decisión tomada por la FED es otro signo más de la proximidad de un colapso económico que Estados Unidos se niega a reconocer obstinadamente. Contrario a los pretextos que menciona la institución, el investigador y autor estadounidense William Engdahl, en su artículo "El tsunami financiero global planificado acaba de comenzar" sostiene que desde que se creó la Reserva Federal hace cien años todos los colapsos del mercado financiero han sido provocados deliberadamente por razones políticas.

"La situación no es diferente hoy en día, ya que claramente la Reserva Federal de Estados Unidos está actuando con su arma de los tipos de interés para hacer colapsar la que es la mayor burbuja financiera especulativa de la historia de la humanidad, una burbuja que ella misma creó".

Engdahl recuerda que las depresiones económicas comienzan con eventos alejados del centro del asunto. Sucedió con la crisis de 2008 y la quiebra del banco Lehman Brothers, de igual manera el aumento de las tasas de interés de la FED están asegurando "una depresión global y algo peor".

En un breve recuento por el proceso de globalización de las últimas décadas, el autor dice que desde que en 1971 el gobierno de Richard Nixon acabó con la convertibilidad del dólar en oro, se fueron elaborando leyes cada vez más permisivas con la especulación financiera excesiva en Estados Unidos y fuera del país, que contribuyeron a la creación de megabancos que el gobierno estadounidense declaró demasiado fuertes como para caer. Engdahl dice que "eso fue un engaño, pero la población lo creyó y los rescató con cientos de miles de millones de dinero de los contribuyentes".

En otra parte resalta que las presiones políticas detrás de la globalización y la creación de la Organización Mundial del Comercio permitieron que Occidente, especialmente Estados Unidos, pudiera migrar su industrialización al exterior, aprovechándose de países con salarios extremadamente bajos para producir sus mercancías. China fue quien le trajo más beneficios, desde entonces aumentaron las inversiones desde Occidente hacia el país asiático y también fue aumentando la acumulación de deuda en dólares de China. "Ahora esa estructura financiera mundial basada en una deuda récord está empezando a desmoronarse", escribe Engdahl.

"Cuando Washington permitió deliberadamente el colapso financiero de Lehman Bros en septiembre de 2008, los dirigentes chinos respondieron con pánico y encargaron créditos sin precedentes a los gobiernos locales para construir infraestructuras. Algunas de ellas fueron en parte útiles, como una red de ferrocarriles de alta velocidad. Otra parte fue un claro despilfarro, como la construcción de 'ciudades fantasma' vacías. Para el resto del mundo, la demanda sin precedentes de China de acero para la construcción, carbón, petróleo, cobre y por demás fue bienvenida, ya que los temores de una depresión mundial se alejaron. Pero las acciones de la Reserva Federal de Estados Unidos y el BCE [Banco Central Europeo] después de 2008, y de sus respectivos gobiernos, no hicieron nada para abordar el abuso financiero sistémico de los principales bancos privados del mundo en Wall Street y Europa , así como en Hong Kong".

Con la crisis de 2008, la Reserva Federal y otros bancos centrales como el Banco de Japón, el BCE y el Banco de Inglaterra, flexibilizaron sus políticas para dar rienda suelta al "dinero helicóptero", metáfora que explica la repartición de grandes cantidades de dinero fiat en ayudas financieras. Se inyectaron 25 billones de dólares al sistema bancario. "La salud de la economía real no era un objetivo", explica el autor. Entonces, ¿qué pasó con el dinero?

"Los mayores bancos de Wall Street, como JP MorganChase, Wells Fargo, Citigroup o en Londres HSBC o Barclays, prestaron miles de millones a sus principales clientes corporativos. Los prestatarios, a su vez, utilizaron la liquidez, no para invertir en nueva tecnología de fabricación o minería, sino para inflar el valor de las acciones de sus empresas, las llamadas recompras de acciones, denominadas 'maximización del valor para el accionista'".

Las medidas sin precedentes tomadas por la Reserva Federal fueron muy útiles para fondos de inversiones, bancos, entre otros. El artículo de Engdahl refleja que desde 2008 hasta julio de 2020 se invirtieron alrededor de 5 billones de dólares en la recompra de acciones, causando el rally bursátil más grande de la historia. 

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La caída de Lehman Brothers fue un símbolo del colapso financiero que se avecinaba (Foto: Oli Scarff / Getty Images)

"Las empresas pagaron 3,8 billones de dólares en dividendos en el periodo comprendido entre 2010 y 2019. Empresas como Tesla, que nunca habían obtenido beneficios, se convirtieron en más valiosas que Ford y GM juntas. Las criptodivisas como el Bitcoin alcanzaron una valoración de capitalización de mercado de más de 1 billón de dólares a finales de 2021 (...) los bancos y los fondos de inversión invirtieron en áreas de alto riesgo y alta rentabilidad como los bonos basura o la deuda de mercados emergentes en lugares como Turquía, Indonesia o, sí, China".

Lo que vino después fue una "absurda expansión de la deuda pública estadounidense". En septiembre de 2019, hubo un cambio de política de la Reserva Federal que hizo que Estados Unidos, en menos de tres años, aumentara su deuda pública en 10 billones de dólares. Más adelante, "la FED volvió a rescatar encubiertamente a Wall Street comprando 120 mil millones de dólares al mes de bonos del Tesoro de Estados Unidos y de Valores Respaldados por Hipotecas creando una enorme burbuja de bonos", añade Engdahl. La pandemia fue otra oportunidad para que Washington, esta vez bajo el gobierno de Joe Biden, tuviera un motivo para entregar más estímulos financieros a privados.

En 30 años, la deuda federal estadounidense ha pasado de 35% del PIB en 1980 a más de 129% del PIB. Esto, dice el autor, ha sido resultado de decisiones como las tomadas por la Reserva Federal con bajar las tasas de interés a cifras casi nulas. "La FED ha empezado a deshacer eso y a retirar liquidez de la economía con ajustes cuantitativos o endurecimiento, además de subidas de tipos. Esto es deliberado".

Sin embargo, el objetivo real de la Reserva Federal y otros bancos centrales, con la subida de los tipos de interés, no es curar la inflación, asegura Engdahl. "Es para forzar un reajuste global en el control de los activos del mundo, su riqueza, ya sean bienes raíces, tierras de cultivo, la producción de materias primas, la industria, incluso el agua". 

La crisis global de inflación apenas está comenzando, dice el autor, y la situación económica en Estados Unidos lo expresa muy bien. Las condiciones de precio para la compra de una vivienda son las peores desde 1978, y para la compra de bienes duraderos, las peores desde 1981. En 2021 hubo un salto récord en los precios de los automóviles desde 1953, y en mayo de este año la inflación mostró el aumento mensual más fuerte en las últimas cuatro décadas.

Engdahl augura una explosión global adicional de los precios de los alimentos y la energía para la época de cosecha de septiembre-octubre. Sin duda alguna, las medidas antirrusas han sido un factor multiplicador de la inflación. Los fertilizantes escasean a nivel mundial, los precios de los recursos energéticos aumentan y, por lo tanto, la producción agroindustrial de alimentos, que requiere tanto de abundantes fertilizantes como energía fósil, también se vuelve más costosa.

Sin embargo, el autor llama la atención con la afirmación de que, en esta oportunidad, la "transición verde" llevada por Occidente en el sector industrial impulsa la crisis de inflación global, "algo que Washington, Bruselas o Berlín ignoran deliberadamente".

"(...) es segura una inflación mucho peor, debido a la insistencia patológica de las principales economías industriales del mundo dirigidas por la agenda anti-hidrocarburos de la Administración Biden. Esa agenda está tipificada por el asombroso sinsentido del Secretario de Energía de Estados Unidos al afirmar que 'compren automóviles eléctricos' como respuesta a la explosión de los precios de la gasolina".

Alemania, la principal economía de la Unión Europea, lidera otras iniciativas "verdes" para nada viables.

"Tanto el gobierno alemán, controlado por los Verdes, como la Agenda Verde 'Fit for 55' de la Comisión Europea siguen impulsando la energía eólica y solar, poco fiable y costosa, a expensas de los hidrocarburos, mucho más baratos y fiables, asegurando una inflación sin precedentes impulsada por la energía".

La retórica de pasarse a fuentes de energías renovables encubría hasta hace poco la práctica real, específicamente en la Unión Europea, de buscar a toda costa cualquier sustituto a los hidrocarburos que produce Rusia, por razones evidentemente políticas. Occidente ya no se esfuerza en manipular con la agenda verde, la guerra frontal contra Moscú los ha puesto en la obligación de reactivar plantas nucleares y de carbón en Europa, decisión que en muchos sentidos socava los esfuerzos mundiales por reducir la huella de carbono.

El corazón del sistema financiero mundial son los bonos, no las acciones, escribe Engdahl, y explica que la subida de los tipos de interés de la Reserva Federal, y los aumentos posteriores prometidos, hará colapsar a ese mercado, ya que los bonos irán perdiendo valor a medida que la inflación avanza. Del mismo se replicará en el mercado global cuando otros bancos centrales hagan los mismos ajustes.

"Los más expuestos a esta pérdida de valor son los principales bancos franceses junto con el Deutsche Bank en la UE, junto con los mayores bancos japoneses. Se cree que los bancos estadounidenses, como JP MorganChase, están solo un poco menos expuestos a una gran caída de los bonos. Gran parte de su riesgo está oculto en los derivados fuera de balance y demás".

A diferencia de 2008, ahora los bancos no pueden volver a usar la estrategia de "los tipos de interés cero y flexibilización cuantitativa" para los próximos diez años. Engdahl finaliza su artículo con una descripción de la salida que están formulando los banqueros:

"Esta vez, como señalaron hace tres años expertos como el exjefe del Banco de Inglaterra, Mark Carney, la crisis se utilizará para obligar al mundo a aceptar una nueva moneda digital de los bancos centrales, un mundo en el que todo el dinero será emitido y controlado de forma centralizada. Esto es también lo que la gente del FEM de Davos quiere decir con su Gran Reajuste. No será bueno. Un tsunami financiero global planificado acaba de comenzar".

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