Al día siguiente del anuncio del presidente de Rusia, Vladímir Putin sobre la operación especial de desmilitarización y desnazificación en Ucrania, el canciller alemán, Olaf Scholz, ordenó al Ministerio de Economía del país europeo que retirara el informe sobre el gasoducto Nord Stream II a fin de paralizar su certificación. Además casi en paralelo, la administración de Biden agregó la empresa del proyecto Nord Stream 2 AG a la lista de sanciones.
En adelante, las últimas administraciones estadounidenses han mantenido una permanente fijación hacia este gasoducto, y las razones, aparte de estar en la órbita geopolítica, tiene sus rasgos históricos.
Desde la URSS
Una de las principales preocupaciones de Estados Unidos es la dependencia de Europa al suministro de gas ruso, la cual existe desde que la Unión Soviética (URSS) desarrolló una importante red oleoductos y gasoductos y se posicionó como el principal proveedor de energía del continente.
Era 1963, cuando Kennedy intentó detener la construcción del oleoducto Druzhba, aplicando un embargo a todas las fases del proceso de construcción y a los países alineados con la URSS. Con esto, presionaba especialmente a Alemania occidental, que era un importante exportador de tuberías de acero. En esa década, Europa occidental solo importaba el 6% de su petróleo del URSS.
Este oleoducto no es poca cosa. Representa una de las redes energéticas más grandes del mundo, con sus ramificaciones que cruzan por Belarús y arropa a Ucrania, Polonia, Hungría, Eslovaquia, Hungría, Croacia, República Checa y Alemania. Y cuenta con una capacidad de envío de 1,2 a 1,4 millones de barriles de crudo por día, con posibilidad de aumentar hasta 2 millones.
En una investigación para la revista “The International History Review”, Charles William Carter indicaba que, para agosto de 1969, el canciller alemán Kurt-Georg Kiesinger informó por primera vez a Richard Nixon la iniciativa de los soviéticos para construir gasoductos de gas natural, específicamente con Alemania Occidental, lo que representaría una importante línea de proveeduría energética e intercambio entre ambas naciones.
Para Nixon esto implicaba que, si Europa Occidental expandía drásticamente el comercio con la URSS, las relaciones entre Estados Unidos y Europa Occidental podrían estar en peligro, así que impuso sanciones económicas y comerciales contra la URSS con la finalidad de presionar.
Años después, en 1981, la Unión Soviética estaba construyendo el gasoducto Yamal o actualmente conocido como Bratstvo, que va desde Rusia hasta Europa Occidental, pasando por Ucrania. Ronald Reagan, al verlo como otra amenaza, trató de persuadir a Francia y Alemania, para que se unieran a su embargo no sólo para los equipos de construcción del gasoducto, sino también para la financiación.
En este episodio el giro fue inesperado. Los europeos occidentales se negaron a sacrificar sus propios intereses económicos para cooperar con los Estados Unidos:
- El canciller de la aquella Alemania Occidental, Helmut Schmidt, declaró que “se construirá el oleoducto”.
- El gobierno francés anunció que ignoraría la segunda ronda de sanciones de Washington y ordenó a la empresa Alstom proceder con la fabricación de los rotores de turbinas desarrollados bajo licencia de General Electric.
En la Cumbre de Ottawa de 1981, Reagan siguió una estrategia discutida anteriormente en el Consejo de Seguridad Nacional que preveía una ofensiva destinada a convencer a los europeos occidentales de que abandonaran su participación en el proyecto Yamal, ofreciendo suministrar energía a Alemania Occidental en forma de carbón, pero la propuesta también fue rechazada.
En 1982 Reagan levantó las sanciones al gasoducto soviético.
El rechazo de los europeos pudo ser por múltiples razones, pero los números hablaban por sí solos. Alec Nove, en su libro de la Historia Económica de la URSS, explica que entre 1965 y 1970 la producción soviética de gas natural se incrementó en un 74%. Asimismo, durante una década, de 1970 a 1980, las exportaciones soviéticas de gas a Europa occidental aumentaron considerablemente, de 3,6 bcm por año a 26,5 bcm anuales.
La creación de redes de oleoductos y gasoductos en la región euroasiática abrió brechas geopolíticas entre Estados Unidos y Europa Occidental. Las administraciones estadounidenses, acostumbradas a poseer el control y la influencia política en la producción y distribución de la energía, perturba las oportunidades a desarrollar un intercambio de energía bajo condiciones de paz, estabilidad y equilibrio.
Nord Stream II: ¿Se repite la historia?
Sobre el gasoducto Nord Stream II, hemos publicado distintas investigaciones que pueden encontrarlas aquí, aquí o aquí. Así que, en esta continuidad de los acontecimientos que rodean la trama del gasoducto, es menester recordar que antes de que Angela Merkel dejara el poder el año pasado, el presidente estadounidense Joe Biden quiso, en un último intento de socavar el proyecto, convencer a la funcionaria de frenar el Nord Stream II.
Pero el resultado de esa reunión fue una simple declaración de "no se debe permitir que Rusia use la energía como arma para coaccionar o amenazar a sus vecinos".
Es curioso leer estas repetidas narrativas desde las cúpulas de poder de EE.UU., cuando la historia reciente asoma con detalle que la coacción forma parte de su modus operandi, sobre todo cuando se trata de energía. Así lo confirmaba el ex subsecretario de Energía de EE.UU., Dan Brouillette, en el Foro Global de Energía 2019 del Atlantic Council en Abu Dhabi en 2019:
- “Después de una larga batalla en los EE.UU. entre la regulación y la innovación, la innovación finalmente prevaleció. La innovación ha estimulado una revolución tecnológica que conduce a un progreso asombroso debido a una cascada de avances tecnológicos”.
- "Al exportar su energía, EE. UU. está utilizando su abundante suministro como una herramienta de liberación, no de subyugación. Estamos liberando a amigos, aliados y socios comerciales de la dependencia de cualquier país que emplee su suministro de energía como arma".
Ambas claves van en consonancia con la política de Estado de EE.UU en el sector energético.
En la primera, la innovación fue fundamental para desarrollar la técnica de perforación fracking y así inundar el mercado con petróleo shale, generando un cambio en la geopolítica petrolera, donde el predominio en el referido sector estadounidense comenzó a destacar.
Así lo refleja Brouillette en el segundo comentario, disfrazando la coacción con una supuesta "herramienta de liberación", ya que según su lógica, ellos no emplean el petróleo o el gas como arma.
Sólo basta hacer una revisión noticiosa de estas ultimas semanas y darse cuenta de la coacción real mediante sanciones al sector energético de Rusia de la mano de bloqueos en el sistema SWIFT. La política estadounidense de naturaleza excepcionalista, considera que las sanciones son recursos diplomáticos destinados a refrozar la posición de autoridad del imperio a través de medidas económicas ofensivas cuyo propósito es dañar la economía del adversario.
Estamos en presencia de la apliación del ABC de sanciones ilegales como un patrón que se mantiene hasta nuestros días. En la actualidad, las circunstancias son diferentes, pero también es cierto que Rusia se venía para preparando para el escenario actual. En cambio, Europa, parece haber olivado el episodio con Reagan y las consecuencias positivas que trajo no plegarse a los intereses estadounidenses, en aquel entonces vistos como una interferencia en sus asuntos internos.
La soberanía europea, hoy en discusión, ni la de ningún país, es comprendida en la Casa Blanca.
El gasoducto Nord Stream II duplicaría el suministro de gas a Europa sin pasar por los países de tránsito tradicional, Ucrania y Polonia, y además haría de Alemania un poderoso centro de distribución de este recurso al resto de los países de la zona. Las proyecciones muestran la disminución gradual del tránsito de gas ruso a través de Ucrania hasta el año 2025 y la parada total del tránsito de gas ruso hasta el año 2030.
El cambio de las rutas de suministro ha sido primordial, ya que, en el pasado, hasta el 80% de las exportaciones rusas de gas natural a Europa transitaba por Ucrania. Con la puesta en funcionamiento del Nord Stream en 2011, el paso por Ucrania del gas ruso cayó un 50%.
Ese año, la compañía estatal de tránsito de gas de Ucrania, Ukrtransgaz, estimó que el gasoducto Nord Stream agotaría los ingresos de tránsito de gas en hasta 720 millones de dólares al año a partir de 2012.
Tal parece que el objetivo estratégico de Estados Unidos en la confrontación de la OTAN con Rusia en lo relativo al gasoducto, es:
- Disparar los precios del petróleo y el gas con el objetivo de monopolizar el mercado petrolero y aislarlo del petróleo y el gas rusos.
- El aumento en las ganancias por un tiempo prudencial de este recurso, proporcionaría la inversión para nuevas tecnologías e innovación en materia de shale.
- No menos importante: evitar que Alemania aumente su influencia en Europa. Se recuerda como Donald Trump presionó a Angela Merkel para que se comprometiera a gastar mil millones de dólares en la construcción de nuevas instalaciones portuarias para que los buques cisterna estadounidenses descarguen gas natural para uso alemán.
Iniciando marzo, el ministro de Economía de Alemania, Robert Habeck, declaraba que Alemania todavía depende de los combustibles fósiles rusos. Habeck expresó que "No defendería un embargo sobre las importaciones rusas de combustibles fósiles. Incluso me opondría… necesitamos estos suministros de energía para mantener la estabilidad de precios y la seguridad energética en Alemania".
Es incomprensible la postura de Alemania con Estados Unidos dejando de lado su interés nacional. Hasta ahora, la dinámica de sanciones contra Rusia ha tenido como centro importantes bancos rusos, pero excluyendo aquellos asociados con las transferencias de pago al gas ruso.
Ahora bien, Rusia y sus aliados no se han quedado de brazos cruzados, con paciencia estratégica han pulseado el escenario geopolítico. Mientras sigan estas conocidas acciones de bloqueo por parte de Estados Unidos y sus vasallos, se abren más caminos, nada fáciles, para ese orden mundial multipolar centrado en una Eurasia económicamente integrada, que se nutre del proceso de desdolarización internacional ya iniciado por Rusia y China.
Mientras se está trabajando activamente en el gasoducto Soyuz Vostok que enviaría gas natural a Mongolia, que sería la continuación del gasoducto ruso "Power of Siberia - 2" y permitirá el suministro de hasta 50 mil millones de m3 de gas ruso por año a China, el mercado de gas de más rápido crecimiento en el mundo.