Sin lugar a dudas, el envío de cinco buques iraníes cargados con gasolina y aditivos químicos para las refinerías venezolanas representa el hecho más relevante de lo que va de año en el país suramericano.
El trayecto y llegada escalonada de estos cinco buques tiene una implicación geopolítica notable: la cooperación entre la República Islámica de Irán y Venezuela en materia petrolera ha desafiado el embargo estadounidense y ha colocado a la Administración Trump en una posición complicada para defender en la opinión pública su campaña de “máxima presión”, que incluye el uso de sanciones económicas agresivas con el propósito de asfixiar la vida social de la población venezolana e iraní.
La tensión fue el atributo común de esta semana, y a medida que los barcos se acercaban al mar Caribe, crecían las especulaciones sobre si Estados Unidos tomaría una represalia directa contra los navíos, como ya lo se lo había comentado un funcionario estadounidense a Reuters bajo condición de anonimato.
Sin embargo, hasta que llegue el último buque y descargue su contenido en territorio venezolano, no puede afirmarse con seguridad que Washington no tomará ninguna acción, aprovechando el despliegue aeronaval en el mar Caribe del Comando Sur ordenado por Trump en el marco de una operación antinarcóticos a principios de abril.
Desde distintos medios de comunicación comenzaron a surgir informaciones que indicaban que podrían tomarse acciones que interfirieran con el destino de los buques, dado que sobre ambos países recaen sanciones ilegales que han intentado obstaculizar la comercialización de sus productos petroleros.
Irán y Venezuela advirtieron ante instancias de Naciones Unidas de esta posibilidad y de las implicaciones que tendría. La Armada y la Aviación venezolana anunciaron que escoltarían los buques para garantizar su acceso seguro a las aguas territoriales del país.
El buque Fortune, el primero de los cinco de los tanqueros que han viajado más de 12 mil kilómetros, ya ha entrado a Venezuela y se dirige hacia la refinería El Palito, ubicada en la región central de Venezuela. Se espera que en las próximas horas y días entren al país el resto de la flotilla enviada desde el país persa.
El tema de los buques de Irán se posicionó en el centro de la agenda política y mediática, suscitando reacciones de todo tipo.
Como es ya una costumbre, el ala extremista del antichavismo representada por el diputado Juan Guaidó cuestionó el envío de la gasolina y recalcó su acompañamiento ciego de la campaña de “máxima presión” de Washington que ha provocado la escasez de gasolina en el país, afectando consigo el transporte de alimentos, medicinas y de pacientes de Covid-19.
Juan Guaidó emitió un comunicado para darle orden al relato y caldear a su fanaticada. Con los malabarismos habituales, el comunicado satanizaba a Irán (vinculándola sin pruebas al “terrorismo internacional”) y subestimaba el poder de daño de las sanciones ilegales contra el país persa.
En la lógica de Guaidó, el envío de gasolina desde Irán “demostraba” que las sanciones no repercuten negativamente en las actividades petroleras de ambos países. Un nuevo intento por achacar a la gestión gubernamental del gobierno venezolano la actual situación de escasez de combustible.
El texto sugiere que a Irán le sobra la gasolina y que las sanciones de Washington no han afectado su producción petrolera y actividades de refinación.
Sin embargo, esta narrativa impulsada por Guaidó no sobrevive a los datos de la realidad. Miente, nuevamente, con el propósito de blanquear los efectos negativos que han traído el escalamiento de las sanciones, gestionadas desde su presidencia imaginaria.
Irán es víctima de sanciones desde el año 1979, con algunos periodos de relajamiento y endurecimiento a medida que ha avanzado la agenda geopolítica occidental para destruir el liderazgo regional de la nación persa.
En el año 2009, ya en marcha la cooperación con Venezuela en materia petrolera impulsada por el presidente Hugo Chávez, Venezuela acordó el envío diario de 20 mil barriles de gasolina, debido a la debilitada capacidad de refinación de la República Islámica.
Esto sería un apoyo coyuntural mientras Irán buscaba alternativas para elevar su capacidad de producción de combustible debido a las sanciones contra el gobierno de Mahmud Ahmadineyad.
Para aquel entonces, Irán importaba el 40% de la gasolina que consumía.
Desde ese año hasta la actualidad la situación no ha cambiado tanto. Las sanciones reforzadas durante la Administración Trump han lesionado la industria petrolera iraní de forma sustancial.
Hace 10 días, un reporte de la consultora Oil Price, indicaba que “Debido a las sanciones, al menos una cuarta parte de las plataformas petroleras, o 40 de 160, en Irán ahora están sin trabajo, ya sea inactivas o en reparación, informó Reuters, citando documentos financieros y fuentes de la industria”.
“Las sanciones de Estados Unidos al sector petrolero de Irán están impactando la capacidad de la República Islámica de aumentar potencialmente la producción a largo plazo”, remata Oil Price.
Las medidas de Washington han provocado que en lo que va de año la producción petrolera de Irán caiga en un 12%, mientras las autoridades del país esperan que esta cifra caiga mucho más para finales de año. Esta sería la caída más agresiva desde la guerra con Irak en la década de los 80.
A medida que ha caído la producción petrolera también lo ha hecho la refinación de gasolina. A finales del año pasado, Irán estableció un límite de 60 litros al consumo de gasolina para cada vehículo, con el objetivo de racionar el combustible. El año 2019 estuvo marcado por las filas para surtir gasolina en el país persa, un hecho que colocaba en vigor los efectos negativos de las sanciones estadounidenses.
Un medio de comunicación europeo relataba a finales del año pasado que el país “tiene enormes reservas de energía, pero está luchando por satisfacer sus necesidades nacionales de combustible debido a la falta de capacidad de refinación. Las sanciones internacionales se suman al problema al limitar el suministro de repuestos para reparar y mejorar las instalaciones”.
El gobierno también se vio obligado a aumentar el precio de la gasolina como una medida para relajar el consumo interno y sostener la producción de su circuito refinador afectado por las sanciones.
En tal sentido, a Irán no le sobra la gasolina que envía a Venezuela y sus exportaciones de combustible a países vecinos (Irak y Afganistán) se pueden contar con una mano. Los buques enviados a Venezuela representan un esfuerzo titánico para la nación persa.
Las sanciones estadounidenses han afectado las refinerías y la producción petrolera de Irán, al igual que ha ocurrido en Venezuela en los últimos años.
El intento de Guaidó de blanquear las sanciones de Washington está basado en una mentira. Otra vez.