Usuarios de GitHub, la mayor plataforma de software libre del mundo, han publicado un listado incompleto de 60 programas informáticos, sitios y servicios restringidos para Cuba por la sinrazón del bloqueo estadounidense, que según el senador Marco Rubio no existe. Ahí aparecen desde la plataforma de videoconferencia más popular en estos tiempos de pandemia, Zoom, hasta la mayoría de las aplicaciones de Google, como Code, Cloud, Maps y Play Publics.
El listado es parcial porque no están los servicios bloqueados hace unas pocas semanas, como Wetransfer, que permite a cualquiera que no viva en Cuba la transferencia de archivos informáticos por Internet y que los periodistas usábamos para enviar fotos, audios o videos a nuestras redacciones. Wetransfer es una empresa asentada en Ámsterdam, que de pronto decidió regirse por las leyes de Estados Unidos y negar ese acceso a los cubanos.
La paradoja es que esto ocurre cuando la Casa Blanca, tan buena gente siempre con los del sur, se ha enfocado en dos ejes de un mismo discurso injerencista: dialogará con los cubanos (entiéndase Miami) para decidir qué nuevas sanciones endosa a la isla, y ha decidido dotar a Cuba de una nueva infraestructura de Internet gratuita para que seamos muy felices.
El diálogo con los cubanos (de Miami), que no quieren plática con Biden, por quien no votaron y aún creen que robó la elección a Donald Trump, es visto como extravagancia de la política exterior estadunidense. David Brooks, corresponsal del diario La Jornada en Estados Unidos, hizo referencia hace unos días al encuentro de Biden con un grupito de cubanoestadunidenses en la Casa Blanca para escuchar opiniones sobre lo que ocurre en la isla, aunque la mayoría de los que estaban presentes no han puesto un pie en nuestro archipiélago en mucho tiempo. El senador Robert Menéndez, por ejemplo, sólo ha visto una palma cubana en fotografías, mientras el empresario Emilio Estefan lleva 58 años sin saber cómo luce la farola del Morro de Santiago de Cuba, tierra que lo vio nacer.
Sin embargo, como afirma Brooks, expertos en política exterior y relaciones bilaterales han confirmado que es único el caso de Cuba, en el que Washington, bajo ambos partidos, consulta con la diáspora de un país dentro de Estados Unidos para elaborar la política hacia esa nación.
Lo de Internet aún es más extraño. Washington acusa al gobierno cubano de ser enemigo de Internet, pero bloquea aplicaciones de uso común en cualquier lugar del planeta. Promete una nueva infraestructura con globos estratosféricos y otras variantes surrealistas, pero ha sometido por estos días a Cuba a toda variante posible de guerra de información en redes y ciberguerra directa.
El bloqueo contra Cuba tiene variantes de guerra en redes y ciberguerra directa
Los usuarios cubanos hemos visto un incremento sin precedentes del despliegue de noticias, fotos y videos falsos desde sitios chatarras en la Florida, que replican incluso trasnacionales mediáticas. Han repetido hasta el infinito videos del 11 de julio como si fueran nuevos, táctica engañosa para dar la impresión de que las protestas se han mantenido hasta hoy, aunque el país está en total calma. Se incita al uso de pasarelas electrónicas (VPN) para burlar la red pública nacional y, particularmente, se publicita el uso de Psiphon, tecnología desarrollada y financiada por la United States Agency for Global Media, la agencia de propaganda de Washington.
Los medios cubanos y los sitios web institucionales han recibido cientos de ataques de denegación de servicios desde suelo estadunidense, donde además se han registrado nombres de dominio con palabras groseras que redireccionan a páginas de la red nacional. Y por si fuera poco, vivimos bajo el acoso de cibertropas organizadas desde Miami que usan granjas de troles y robots para generar en Twitter y Facebook la percepción de caos en Cuba e insultar y amenazar hasta de muerte a los principales dirigentes, periodistas, artistas y otras figuras públicas, además de ciudadanos comunes que se atreven a criticar los disturbios, a llamar al sentido común contra la pretendida intervención militar o simplemente no expresan rechazo explícito al gobierno cubano ni se suman al fascismo con chusmería que inunda las redes.
Hay números, datos y registros sistematizados de hechos que se extravían en medio de tanto fogonazo cotidiano y tanto alarido anticomunista en los oídos de la Casa Blanca. Pero el colmo de todas estas operaciones se puede escuchar en un podcast entre expertos de Miami, cerebros de la comunidad de inteligencia y funcionarios de muy alto rango de la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos. Allí, públicamente, estos señores hablan de presionar a la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) para que cometa violaciones al derecho internacional (por ejemplo, que hagan la vista gorda si se instalan los globos sobre Cuba); reconocen que han introducido teléfonos satelitales para el espionaje y la organización de las protestas en la isla; admiten que Psiphon es pagado por ellos y prometen dinero a raudales a las compañías de telecomunicaciones para que violen la legislación cubana, entre otras lindezas.
El gran argumento es que esto hace ver a Estados Unidos como el bueno de la película, aunque el tema se le cae cuando un joven cubano quiere actualizar su teléfono o descargar un videojuego. Entonces al muchacho le sale en la pantalla un cartel muy educativo: usted vive en un país bloqueado.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico La Jornada el 5 de agosto de 2021.