Jue. 19 Diciembre 2024 Actualizado Sábado, 14. Diciembre 2024 - 10:42

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Iván Simonovis junto a Carlos Vecchio, miembros del clan Guaidó (Foto: Alexander Drago / Reuters)

Militantes del caos

Fracasados todos los mil millonarios intentos por derrocar al chavismo, le toca el turno al paramilitarismo colombiano y sus franquicias criollas. El crear el caos, explica atragantado de sadismo Iván Simonovis en un video, tipo villano de Batman, donde cuenta su plan secreto cual pollos antes de nacer, celebrando una victoria que nunca llegará.

El caos, esa ha sido la propuesta de un grupo de psicópatas sifrinos reclutados por Washington como sus sicarios políticos. El caos para un país que desprecian, que no es sino una teta de donde chupar hasta secarla, para venderla en pedazos mientras les quede a ellos una tajada, como siempre había sido, como un buen día chavista ya no fue.

El villano de Batman se felicita porque la banda de El Coqui hace llover balas en Caracas y sincronizado con los narcoparacos colombianos en la frontera apureña. Celebra el logro el Guasón Pingüino porque, como el mismo explica, su plan para nuestro país -no el suyo- es sembrar el caos.

El caos de convertir a sanguinarios delincuentes en víctimas del gobierno que los combate. Criminales sifrinos y sus secuaces de barrio y monte. Rastrojos todos, ellos, los paracos, los periodistas que los blanquean, las ONG que los elevan a mártires libertarios. Criminales que no disimulan el placer que les causa la muerte de nuestros soldados, que no tienen derechos humanos, claro, porque el caos es también despojar de humanidad a todo aquel que defienda a Venezuela del caos.

El caos una pandemia sin vacunas, sin medicinas, please, con millones de bolsas de cadáveres que no fueron. Bloquean vacunas y exigen vacunas para todos, mientras sufren por los muertos que no dejamos morir.

Caos para evitar otro mundo posible. Que no coman todos los niños, que no todos tengan escuela. Que los esclavos lo sigan siendo, que se apague la alegría, que lo arrope todo el sufrimiento y la desesperanza, que es la única esperanza de los sembradores de caos.

El mismo caos del golpe de Estado, el sabotaje petrolero, las guarimbas en todas sus ediciones, cada vez más violentas... el caos de la guerra económica de Lorenzo en guerra, el caos de las sanciones, del tarado interino y su gobierno de moco, el caos del saqueo que ellos, gestionan y firman a cambio de migajas millonarias que llenan las nevera de Fabi y Lilian.

El caos que metabolizó el odio y lo convirtió en moral y buenas costumbres, lo mismo que el cinismo. El odio y el cinismo que justificó la quema de personas vivas, que deshumanizó a sus víctimas, que aplaude cada agresión contra Venezuela, que permite que Simonovis cuente el plan macabro de sus dueños como si fuera una proeza. El que condena el hambre que sus sanciones generan, mientras meriendan muertos de la risa en una terraza cinco estrellas madrileña. El que denuncia la corrupción con los bolsillos derramando billetes del saqueo, con sus parientes parásitos derrochando su obsceno nuevoriquizmo en Miami, Madrid y Bogotá y y no hay entre ellos quien se indigne, sino el hecho de que no han podido derrocar a Maduro.

El caos que se apoderó de la oposición secuestrada por el sifrinaje podrido, pulverizándola, inmovilizándola, dejándola sin otro recurso que no sea el caos. Como una serpiente que se muerde la cola y que aún tiene atrapada en su círculo de odio y violencia a algunos que no saben cómo salir de ahí, que no entienden que la política sí sirve, que esa mierda que sus dirigentes les arrastraron a vivir no es política nada, que sospechan de quien quiera trabajar por su país y lo acusan de “colaboracionista” en el mejor de los casos, de chavista en el peor de todos.

El caos opositor aún secuestra a muchos que, aunque horrorizados por tantas agresiones contra este país que aman, no saben cómo levantar la voz para defenderlo, sin antes pedir excusas, porque el caos les impuso que defender a Venezuela es cosa de chavistas -a mucha honra-.

El caos que contenemos como sea: con coraje, con las uñas, con los dientes, con cabeza fría y nervios de acero, con dignidad y conciencia, y sí, con mucho dolor, pero con cada golpe más fuerza y más convicción de que nosotros venceremos. ¡Venezuela vencerá!

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