La posibilidad de un ataque israelí a las instalaciones energéticas de Irán sumaría un nuevo capítulo en el deterioro de la estabilidad de Asia Occidental, un escenario que pondría en jaque el suministro global de petróleo.
El mercado global de ese sector se vio sacudido el pasado 3 de octubre cuando el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, abrió otro frente de incertidumbre al declarar que estaba "discutiendo" con la administración de Netanyahu los posibles planes para atacar la infraestructura petrolera de Irán.
Como respuesta, las autoridades iraníes advirtieron que cualquier intervención de los "partidarios de Israel" provocaría una respuesta que afectaría sus intereses estratégicos en la región, y que podría desencadenar una escalada militar de mayor magnitud.
Las amenazas de represalias directas subrayan la gravedad de la situación y el riesgo de que la tensión se convierta en un conflicto más profundo.
El mercado reacciona
Aquella semana, el impacto de este panorama se sintió de inmediato en el mercado petrolero, donde los precios del barril subieron hasta 5% debido al temor de que un conflicto de tales características interrumpiera el suministro. El incremento, el mayor en varios meses, fue una reacción al riesgo de que las presiones derivaran en una crisis energética tanto por el abastecimiento de hidrocarburos como por la obstrucción de las vías comerciales de tránsito.
Sin embargo, la situación dio un giro el 14 de octubre, cuando el periódico The Washington Post publicó una exclusiva que reveló que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, le había comunicado a la administración Biden que estaba dispuesto a llevar a cabo ataques, pero de manera más selectiva.
En lugar de apuntar directamente las instalaciones petroleras o nucleares de Irán, Netanyahu planteó la posibilidad de vulnerar objetivos militares específicos. Esta postura sugiere una estrategia de disuasión a los fines de dar continuidad a la ofensiva militar contra Palestina y Líbano.
Al respecto, el mercado reaccionó: el precio para el West Texas Intermediate (WTI) se redujo 4,89%, ubicándose en 70,22 dólares, mientras que el Brent cedió 4,73%, quedando en 73,80 dólares. Esta corrección en los precios refleja la cautela de los inversores, que interpretaron la postura del sionismo como una reducción del riesgo inmediato de un conflicto que pudiera alterar la cadena de valor de los hidrocarburos.
En análisis previos, Misión Verdad señaló que es poco probable que una ofensiva de gran envergadura se ejecute a un mes de los comicios presidenciales en Estados Unidos. La administración Biden se encuentra en pleno auge de su campaña electoral, y cualquier interrupción significativa en los suministros de crudo tendría consecuencias desastrosas para la economía estadounidense, lo que afectaría negativamente la percepción pública de la gestión económica de su gobierno.
A pesar de la aparente estabilidad temporal, la historia reciente del mercado energético global muestra que las dinámicas han cambiado de forma significativa. Décadas atrás cualquier conflicto en Asia Occidental desencadenaba aumentos bruscos en los precios por barril.
Hoy en día, la mayor diversificación de fuentes de energía, el surgimiento de nuevos productores y la capacidad de los gobiernos para gestionar las reservas estratégicas han moderado estas reacciones. No obstante, estas medidas no serían suficientes para sostener el mercado en caso de una crisis prolongada, especialmente si el conflicto incluye a uno de los principales nodos regionales de exportación de hidrocarburos: la República Islámica de Irán.
En un escenario hipotético en el que Israel atacara la infraestructura de hidrocarburos de Irán, las implicaciones serían profundas. Aunque las exportaciones de crudo iraní están severamente sancionadas, China ha sido un comprador constante al importar alrededor de 1,4 millones de barriles diarios en septiembre.
Una ofensiva que interrumpiera estas exportaciones obligaría a Beijing a buscar otros proveedores, lo que crearía una ventana de oportunidad para otros países exportadores de crudo. Pero este cambio no podría detener el aumento de los precios a escala global porque la afectación de la capacidad exportadora de Irán alteraría el equilibrio del mercado por estar involucrado un país consumidor como China y, sobre todo, por la eventual respuesta que lanzaría Irán contra instalaciones sensibles de Israel.
lA CLAVE ES EL estrecho de Ormuz
El impacto potencial de un conflicto en el estrecho de Ormuz es otro factor crítico a considerar. Este paso natural, que conecta el golfo Pérsico con el mar Arábigo, es una de las rutas marítimas más importantes para el comercio de petróleo a escala mundial.
De acuerdo con datos de la Administración de Información de Energía de Estados Unidos (EIA), en 2023 pasaron por su curso en promedio 20,9 millones de barriles diarios (b/d), mientras que por el canal de Suez transitaron unos 8,8 millones b/d.
Un cierre de esta vía como respuesta a los ataques por parte de la administración de Netanyahu tendría un efecto inmediato y conmocionante sobre los precios globales del recurso, incluso considerando las alternativas disponibles, como los oleoductos de Arabia Saudita, que no tienen capacidad de compensar totalmente el volumen que transita por Ormuz debido a que a través de ellos pasarían unos 5 millones de b/d.
Un bloqueo o conflicto en esta área podría llevar los precios del crudo a niveles históricos. Incluso el analista Bjarne Schieldrop, del banco sueco SEB, ha señalado que si el estrecho de Ormuz se cerrara por un mes, o más, el marcador Brent podría dispararse a 350 dólares por barril, lo que desataría una crisis económica global, con un colapso posterior de los precios al superarse la escasez inicial.
Las repercusiones de un escenario así serían devastadoras, afectarían la economía mundial a grandes proporciones.
Si la dinámica de embates directos a infraestructuras energéticas se normalizara, toda la región, desde el Mediterráneo oriental hasta el golfo Pérsico, podría convertirse en un campo de batalla y se pondría en peligro el suministro diario de hidrocarburos.
Las economías de los países dependientes de los ingresos por hidrocarburos sufrirían un golpe considerable, hasta repercutir en sus planes de diversificación económica, además de que crearía problemas graves para financiar sus programas nacionales.
Posturas en la Casa Blanca
A este complejo panorama geopolítico se suma la incertidumbre que rodea las elecciones en Estados Unidos y el posible cambio en la Casa Blanca. Durante la campaña, la administración Biden ha pedido a Israel que se eviten ataques a las instalaciones petroleras o nucleares de Irán, pero esta posición responde en gran medida a conveniencias electorales.
En contraste, el expresidente Donald Trump sugirió, en un evento de campaña el 4 de octubre, que recomendaría a Israel enfilarse primero hacia las instalaciones nucleares.
Aunque las diferencias entre ambos candidatos son notorias en el discurso público, la realidad subyacente es que ambos comparten una postura de apoyo a Israel y oposición a Irán, aunque con distintos enfoques sobre el momento y la forma de actuar.
La continuidad de la política de apoyo a Israel por parte de Estados Unidos es un hecho prácticamente garantizado, independientemente del resultado electoral. La estrategia de mantener sanciones ilegales a países productores de crudo, que restringen las exportaciones y fragmentan los mercados, seguirá siendo una herramienta fundamental en la política exterior estadounidense.
Estas medidas no solo limitan la capacidad de países como Irán de competir en el mercado global, sino que también refuerzan la incidencia de Washington sobre los flujos energéticos mundiales.
El escenario que se perfila en Asia Occidental es uno de alto riesgo, donde la estabilidad del mercado petrolero global es frágil. La diversificación y las reservas estratégicas ofrecen cierta protección frente a los vaivenes de la geopolítica, aunque el riesgo de una crisis mayor sigue siendo latente.