Dom. 10 Noviembre 2024 Actualizado ayer a las 8:39 pm

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El mensaje de Biden encendió las alarmas en Beijing, al tratarse de una declaración que no tiene precedentes (Foto: Jonathan Ernst / Reuters)

Biden dispuesto a abrir un doble frente militar con Ucrania y Taiwán

Mientras el tablero de la guerra en Ucrania continúa deslizándose favorablemente hacia Rusia, sobre todo después de la rendición del Batallón Azov en la estratégica Mariúpol y la liberación de Popasnaya en el óblast de Lugansk, Washington parece decidido a apostar por una escalada de tensión y provocación contra la República Popular China.

Y no se trata de cualquier apuesta, sino de Taiwán, caracterizado como el punto crítico de la geopolítica de Asia-Pacífico.

Primer viaje a Asia

Desde la semana pasada, Joe Biden se encuentra de gira por Asia, el primer viaje a esta región desde que asumió la presidencia estadounidense a principios del año pasado.

El mandatario ha cruzado el océano con la vista puesta en fortalecer el Diálogo Cuadrilateral de Seguridad (Quad, como es conocido en inglés), una alianza de carácter informal que congrega a Estados Unidos, India, Australia y Japón, y que tiene como objetivo principal contrarrestar la influencia geopolítica de China en la región.

A su vez, desde Tokyo, Biden lanzó el "Marco Económico del Indo-Pacífico", un instrumento de cooperación de libre comercio que vendría a ser un intento de sustituir, con un nombre más rimbombante, el Tratado Trans-Pacífico abortado por Trump en su momento.

Con esto, la administración Biden busca aumentar su presencia en el escenario geopolítico de Asia-Pacífico, ofreciendo un intercambio económico y comercial de mayor alcance con el "Indo-Pacífico", a la par que promueve sus objetivos de militarización de la región, mediante el Quad y la cuestionada alianza AUKUS.

Pese al nuevo nombre, la publicidad que ha recibido y los países del sudeste asiático que se han unido, el "Marco Económico del Indo-Pacífico" está muy lejos de ser un acuerdo con efectos prácticos que pueda competir con la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, sus siglas en inglés) impulsada por China en la 37ª cumbre de la ASEAN, la cual fue suscrita por 15 países que concentran un tercio del PIB mundial, una participación similar en el comercio global y el 30% de la población.

Por otro lado, las relaciones entre Estados Unidos e India al interior del Quad se han resentido por la negativa del país asiático de acompañar la ofensiva de coerción económica contra Rusia. Con una suerte similar ha corrido la alianza AUKUS desde su lanzamiento, recibiendo críticas en el entorno ASEAN, debido al pasado -no tan lejano- de humillación que produjo la colonización anglosajona en la región y que parece querer reeditarse en el siglo XXI.

Saltaron las alarmas

Pero todos estos elementos quedaron en un segundo nivel de importancia tras la peligrosa declaración de Biden sobre Taiwán. El mandatario demócrata afirmó que, ante un eventual movimiento de China en la isla, de carácter militar, Estados Unidos respondería también militarmente contra el país asiático en defensa de Taiwán.

El mensaje de Biden encendió las alarmas en Beijing, al tratarse de una declaración que no tiene precedentes, más allá de que el año pasado el mandatario ya manifestara, en par de ocasiones, su intención de involucrarse militarmente en un posible conflicto armado en la zona.

Sin embargo, a diferencia del año pasado, esta declaración de alto riesgo no fue acompañada por la tradicional matización posterior de la Casa Blanca, con el objetivo de no desatar la ira de Beijing. Aun cuando el presidente demócrata haya dicho posteriormente que su declaración no cambia la política exterior estadounidense sobre el asunto.

La diplomacia china, a través del portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Wang Wenbin, respondió a Biden: "China no tiene ningún margen para el compromiso en esta cuestión, y nadie debería subestimar la determinación del pueblo chino para salvaguardar su soberanía e integridad territorial".

Wenbin insistió en el principio central de que "Taiwán es una parte inalienable del territorio de China", reconocido en la propia Constitución de China y en el sistema internacional vigente, lo cual convertiría cualquier movimiento de orden militar en "defensa" de Taiwán en un acto de guerra por parte de Washington contra la potencia asiática.

Aunque la declaración, oficialmente, no implica una ruptura con el principio de "Una sola China", es decir, el reconocimiento de que existe un único gobierno legítimo en el país al que Taiwán está subordinado, Biden pareciera alejarse definitivamente de la "ambigüedad estratégica" que ha caracterizado el abordaje estadounidense en las últimas décadas.

La "ambigüedad estratégica" hace referencia a que Estados Unidos puede mantener en vigor sus relaciones económicas y de seguridad con Taiwán, en virtud de la ley de relaciones de 1979, pero sin contravenir el hecho de que la isla forma parte de la integridad territorial de China.

A la luz de su declaración, Biden se muestra decidido a elevar su apuesta geopolítica de provocación contra China, empleando un tono de hostilidad abierta que claramente apunta a un escenario armado con consecuencias e impactos incalculables en la realidad internacional.

Que, recientemente, un influyente y versado guerrerista como Henry Kissinger advierta a Estados Unidos mantenerse alejado de un conflicto en Taiwán, ya es suficiente prueba de cómo las ambiciones geopolíticas de los halcones en Washington buscan llevarnos a un choque de poder geopolítico sin precedentes para la paz global.

Datos, importancia y cálculo

Resulta evidente que la gira asiática de Biden tiene como propósito desafiar la influencia regional de China en la zona y remarcar que la potencia asiática sigue siendo su adversario estratégico pese a los esfuerzos invertidos para desangrar a Rusia en Ucrania.

La inteligente posición de China frente al conflicto ucraniano, cuyo abordaje se ha centrado en respaldar a Rusia al mismo tiempo que mantiene una ubicación centrista en la arena internacional, ha frustrado a un Biden que busca por todos los medios posibles exasperar a Beijing para así afectar su liderazgo global y en Asia-Pacífico en particular.

La declaración en torno a Taiwán buscaría sacar a Beijing de esta posición, llevándolo a emplear una retórica más dura y menos diplomática. De esta forma, aspira Washington, se producirá una oleada de temores y preocupaciones de seguridad la cual provocará que los países del sudeste asiático busquen en Estados Unidos una garantía de protección.

Pero más allá del cálculo táctico, Taiwán representa un vector importante en la disputa global por el dominio geopolítico. La isla produce, aproximadamente, el 90% de los semiconductores para el consumo mundial, el material crítico que hace funcionar desde teléfonos inteligentes, vehículos y hasta armamentos de última generación. Casi todos los productos de nuestra vida diaria llevan chips y microprocesadores que se fabrican en Taiwán.

Los semiconductores representan el suministro básico del siglo XXI, y ocupan una posición tan privilegiada como la que tuvo el petróleo en el siglo pasado. A raíz de los efectos de la pandemia, la administración Biden tomó conciencia de la alta dependencia que tiene su infraestructura militar y tecnológica de los semiconductores producidos en Taiwán.

Biden ha intentado revertir esta desventaja estratégica con una inversión de 20 mil millones de dólares para producir semiconductores en casa, no obstante, llegar a un nivel mínimo de autosuficiencia podría tardar años, mientras que China avanza en este campo a una velocidad más acelerada para crear una fuente alternativa de suministro.

La superioridad en la producción y distribución de semiconductores otorga una ventaja comparativa vital sobre el comercio internacional, el desarrollo tecnológico y la productividad de las economías, lo cual se traduce en un evidente diferenciador geopolítico y geoeconómico.

Biden, a sabiendas de que China avanza con mayor solidez en este campo, juega con la posibilidad de un desenlace militar cuyo propósito fundamental es controlar la principal fuente global de semiconductores y debilitar a China.

El "manual" ucraniano

El conflicto que tiene lugar en Ucrania ha actualizado el paradigma de la guerra híbrida en los centros de decisión del Pentágono y la CIA, quienes, desde el 24 de febrero, fecha en que inició la operación militar especial de Rusia en el Dombás, han llevado al terreno las premisas de la guerra indirecta aprovechando el umbral de un conflicto que inició bajo las reglas del combate convencional.

Como reportó POLITICO, en vista de la gira de Biden, Estados Unidos está extrayendo el "éxito" que ha traído consigo la provisión de misiles antiaéreos Stinger y misiles antitanque Javelin a Ucrania para reformular la infraestructura militar de Taiwán en virtud de un eventual conflicto con Beijing.

Citando a altos funcionarios de defensa de Estados Unidos, el medio indica que Washington insta a Taiwán a adquirir armas asimétricas, ampliar su sistema de reservistas civiles y volcar su aparato de defensa hacia pequeñas unidades tácticas con capacidades de manejar el "armamento correcto", con el interés de replicar la experiencia del tablero ucraniano.

Bonnie Glaser, un analista estadounidense citado por POLITICO, aseguró que "al Pentágono realmente le gustaría que Taiwán sacara algunas lecciones de Ucrania, ya que todos han visto que oponer resistencia puede ser uno de los factores más decisivos en tiempos de guerra".

El medio confirmó que, al iniciar los combates en Ucrania, la asesoría estadounidense con Taiwán se intensificó, dando lugar a un entrenamiento más intenso de los reservistas.

Ya en abril pasado, en una audiencia, el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, refiriéndose al "cambio cultural" que requieren los militares en Taiwán, afirmó: "Si tu oponente trata de invadirte, y todos los hombres y mujeres en edad militar están armados y tienen un poco de entrenamiento, eso puede ser un uso muy efectivo".

Con respecto al cálculo militar contra China, el sesgo de confirmación producto de la enorme rentabilidad que para el complejo industrial-militar ha traído la frenética venta de armas a Ucrania, está dando lugar a conclusiones geoestratégicas descabelladas.

El intento de replicar las coordenadas militares de Ucrania en Taiwán, más allá de prolongar la hora loca especulativa de Raytheon y Lockheed Martin, implica un desfase a todo nivel, si se considera que Taiwán, en lo estrictamente geográfico, no ofrece las ventajas de suministro por tierra que ha tenido Ucrania.

Pero si algo indican estos movimientos es que Washington parece dispuesto a preparar el camino para jugar una apuesta arriesgada: abrir un doble frente militar, centrado en China y Rusia, tercerizando el sacrificio en entidades por delegación (proxy).

La extensa literatura de los pensadores imperialistas, desde Zbigniew Brzezinski​ a Henry Kissinger, dicta que forzar la comunión entre ambos gigantes geopolíticos será la tumba del imperio estadounidense.

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