Mié. 18 Diciembre 2024 Actualizado Sábado, 14. Diciembre 2024 - 10:42

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Joe Biden tiene buenas relaciones con Colombia (Foto: Presidencia de Colombia)

¿Afectará un triunfo de Biden las relaciones entre Colombia y Venezuela?

A diferencia del resto de América, en Estados Unidos el bipartidismo ha sobrevivido sin cuestionamientos. La alternancia en el poder de los partidos Demócrata y Republicano suele darse sin mayores traumas desde hace casi dos siglos, aunque en esta ocasión el ego y los intereses propios de los sectores vinculados al actual presidente estadounidense estén generando la probabilidad de un tercer escenario que complicaría la situación interna del país.

Aunque el triunfo de Biden parece inminente, aún no hay que descartar ningún escenario y sobre todo hay que recordar que, en el caso de que así fuera y Trump finalmente lo reconociera, no será sino hasta el 20 de enero de 2021 que se realice la entrega de la presidencia y en 70 días muchas cosas pueden pasar.

Sin embargo, su bipartidismo sostenido por un sistema electoral diseñado para equilibrar el poder de los estados más conservadores con los más progresistas y generar una sensación ficticia de poder de decisión del pueblo, no es tema central de este análisis.

Los consensos bipartidistas de la política exterior estadounidense

Lo que sí nos interesa analizar son los consensos en el manejo de la política exterior entre las administraciones de un partido u otro, que parten de la convicción que tiene ese país de poseer un Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe, desde la cual consideran que cualquier intromisión de una potencia externa al hemisferio es un atentado directo a su propia paz y seguridad, lo cual, a su juicio, les arroga el derecho de controlar e intervenir en cualquier lugar del continente, gracias a la suma de ambas ideas convertidas en ideología imperialista.

En esa lógica, tradicionalmente no hay mayor diferencia en la política exterior de ambos partidos hacia América Latina y el Caribe, salvo las que correspondan a los intereses específicos de los sectores corporativos que el gobierno estadounidense de turno represente.

Pero definitivamente, si existe un área del gobierno en el que hay muy pocas diferencias entre republicanos y demócratas, esas son las líneas gruesas de su política exterior, particularmente hacia nuestra región, a la que consideran suya ("el patio trasero").

En este caso, hay consenso en la voluntad de derrocar a la Revolución Bolivariana y en garantizar la subordinación de Colombia y "pacificar" a su pueblo.

La importancia de Colombia y Venezuela en las elecciones estadounidenses

En sendas entrevistas concedidas por Trump y Biden a un importante medio de las corporaciones mediáticas colombianas, cada candidato acusó al otro de ser negligentes con Colombia y Venezuela a solo un día de la apertura de los Colegios Electorales.

Lo que en principio queda claro, es que ambos concedieron mucha importancia en su campaña a la pugna por el voto colombo y venezolano estadounidense.

El colombiano estadounidense significa aproximadamente 250 mil votos solo en Florida, mientras la población venezolana con posibilidad de votar en estas elecciones alcanza solo 50 mil en el mismo estado y aproximadamente 169 mil en todo el país, pero a pesar de ser mucho menor en tamaño, posee un gran potencial movilizador. Primero por su alto nivel de activismo político, segundo porque la mayoría posee grandes recursos económicos (en general muy vinculados a la corrupción y al saqueo de recursos venezolanos como los provenientes de las empresas Citgo y Monómeros ilegítimamente administradas actualmente por el entorno político de Juan Guaidó) y, por último, por su gran cercanía con el poderoso lobby cubano-estadounidense.

Trump se empeñó en vincular a Biden con la izquierda, lo acusó de "castrochavista" y de apoyar a Gustavo Petro, principal candidato del antiuribismo. Esto fue definitivo para que el actual presidente estadounidense se alzara triunfante en Florida, porque una gran parte de la población colombiana y la oposición venezolana en general que viven en Miami, son acérrimas defensoras de Álvaro Uribe Vélez y, a decir de algunos análisis, buena parte de la comunidad latina de ese estado se comió "el cuento del castrochavismo".

Además, a finales de agosto se hizo público que Tomás Uribe financió una campaña de lobby a favor de su padre en Estados Unidos durante el mes de agosto, para tratar de incidir en los avances de la justicia colombiana en la causa en su contra por manipulación de testigos y fraude procesal.

Finalmente el propio Donald Trump felicitó a Uribe cuando una jueza decidió que podía afrontar dicho proceso en libertad, e incluso se refirió a él como un héroe "aliado de nuestra Patria en la lucha contra el CASTRO-CHAVISMO!".

El gobierno de Iván Duque terminó siendo acusado de involucrarse en la campaña a favor de Trump a tal punto que se convocó a la Ministra de Relaciones Exteriores, Claudia Blum, a un debate de control político sobre el tema en el Senado. Además, personalidades del partido de gobierno, el Centro Democrático, publicaron imágenes de apoyo explícito a la campaña, como la senadora de ultraderecha María Fernanda Cabal.

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María Fernanda Cabal, senadora colombiana, abiertamente pro-Trump (Foto: Archivo)

Todo esto puede significar un difícil arranque en las relaciones bilaterales de Duque y de la oposición venezolana con el posible gobierno de Biden. Pero poco a poco irá pasando a un segundo plano.

El uribismo resentirá la pérdida del apoyo de Trump, con quien las afinidades ideológicas han sido públicas y Biden puede centrar su apoyo en otros sectores de la derecha colombiana y también de la venezolana, pero las consecuencias para ambos pueblos serán, grosso modo, las mismas.

No olvidemos que este personaje apoyó el Plan Colombia desde el Congreso y desde su cargo como vicepresidente de Barack Obama, y como tal, también acompañó la Orden Ejecutiva que se dictó contra Venezuela en 2015 (el llamado "Decreto Obama").

Aunque los Servicios Secretos ya decidieron aumentar la seguridad de Biden lo que es un silente respaldo, todo el panorama puede cambiar pues más allá de que Trump logre o no revertir los resultados por la vía de la Corte Suprema, el gigante del Norte quedó internamente muy fracturado.

La polarización de la política como táctica de Trump

Una importante similitud entre Uribe y Trump es su uso de la polarización política como táctica. De hecho, gran parte del crecimiento del que ya es el candidato presidencial más votado de la historia de los Estados Unidos es producto de un voto anti-Trump más que de un respaldo al demócrata.

Esta polarización agudizada por Trump, que en realidad es el producto histórico de un país en crisis económica y política, implica que se ha colocado en el centro del debate por primera vez el arcaico y antipopular Sistema Electoral y también se han fortalecido discursos no tradicionales desde Bernie Sanders que endosó sus votos a su compañero del Partido Demócrata, hasta el movimiento Black Lives Matter. que voluntariamente o no, acabó por reunir votos anti-Trump para Biden.

La misma fue su línea para la política exterior, en la que rompió consensos, atacó acuerdos internacionales, organismos multilaterales y premeditadamente contribuyó a dividir aún más el mundo entre países alineados y no alineados a su país.

Biden en cambio resulta favorecido por quienes prefieren la estabilidad de los bajos niveles de conflictividad interna y eso, por supuesto, puede incluir a importantes sectores del Pentágono.

Un país fracturado, un tigre de papel herido

Termine como termine esta historia, Trump aumentó en casi 8 millones su caudal electoral y sus votantes son muy beligerantes.

Tanto Iván Duque como Nicolás Maduro saludaron ya el triunfo de Biden. El segundo siempre hizo la expresa aclaratoria de que eso no implica que pueda preverse un cambio en la política hacia Venezuela, pero su felicitación fue acompañada de una invitación al diálogo. El primero lo hizo junto a Sebastián Piñera, con cautela, y partió solicitándole que continuara apoyando la recientemente lanzada "Iniciativa Colombia Crece", recordándole que es la continuidad del Plan Colombia.

Es muy probable que, de asumir Biden, el revés electoral del uribismo que ya se tenía previsto para el año 2022, cuente ahora con el apoyo del Partido Demócrata, que bien puede optar por apoyar a Gustavo Petro, Claudia López o a otro candidato o candidata que esté cerca de la derecha de los grupos tradicionales, como el actual senador Roy Barreras u otra persona del partido de Juan Manuel Santos, o liberal o conservador que, aunque tenga políticas menos confrontativas, seguirá representando a un estado penetrado por el narcotráfico y expresado en el paramilitarismo.

Aunque esa persona pueda, por ejemplo, continuar con el cumplimiento parcial de los acuerdos firmados con las FARC-EP en 2016 y retomar el diálogo con el ELN, su única intensión continuará siendo la de pacificar al pueblo colombiano y no la verdadera búsqueda de la paz.

El analista político Darío Azzellini resalta la gravedad de esta polarización interna y señaló, en conversaciones con quien escribe, que Biden puede verse tentado a comenzar una guerra para unificar de nuevo a la población estadounidense. Por tanto, a juicio nuestro, continuaría en el tablero la posibilidad de una agresión militar a Venezuela para tal fin.

En lo inmediato, si por decisión de su gobierno y dada su importancia geoestratégica y política, Colombia continúa dispuesta a seguir sirviendo de cabeza de playa para esta guerra, las relaciones binacionales continuarán en el mismo tenor que han tenido desde hace dos décadas y poco importará quién hable desde la Casa Blanca.

El único escenario en el panorama que podría modificar sustancialmente esas relaciones desde Washington, bajando las presiones contra la Revolución Bolivariana, disminuyendo la injerencia en Colombia y permitiendo la normalización de las relaciones binacionales, sería el de un conflicto interno de grandes proporciones que obligue a los Estados Unidos a dar prioridad a sus asuntos internos, como deben hacerlo la mayoría de los países del planeta.

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