Con la administración de Donald Trump creció el cúmulo de políticas y declaraciones contra la República Popular China, y bajo el gobierno de Joe Biden parece que no aminoran sino todo lo contrario. Eso sí, bajo un montón de contradicciones recientes que hacen pensar en que Estados Unidos no tiene idea de cómo lidiar con su contraparte asiática.
Durante la era liderada por el magnate republicano no solo se desplegó una guerra comercial sino también hubo un mayor reconocimiento y apoyo de Taiwán por parte de Washington, con visitas regulares de funcionarios estadounidenses de alto nivel, así como un aumento en las ventas de armas. Esto prendió las alarmas en Occidente por las posibles implicaciones guerreristas de un escenario en el que Estados Unidos provoca militarmente a Beijing en un asunto trascendental.
El fomento de la autonomía de Taiwán, contrario a la política "Una sola China", está minando las relaciones china-estadounidenses, que no dejan de inflamarse con cada acción o declaración que algún funcionario de alto nivel de Washington emite. Tanto en la era Trump como en la de Biden existe una continuidad de política antichina, por más desordenada que parezca.
No en balde Estados Unidos creó una nueva OTAN para el Pacífico, ya que mientras la primera se dedica a atacar a Rusia de manera multifactorial, el llamado Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (mejor conocido en inglés como Quad, integrado por Estados Unidos, India, Japón y Australia) hace lo mismo con China.
Así que cualquier cháchara sobre multilateralismo y diplomacia "suave" por parte de Biden y su equipo no debe tomarse en serio, sobre todo si tenemos en cuenta que los objetivos de seguridad de Estados Unidos no cambian de rumbo tan fácilmente.
En todo caso, según un artículo de Alastair Crooke, "la diferencia clave" entre la diplomacia Trump/Pompeo y la ejercida por Antony Blinken "está en el estilo: el nuevo Secretario de Estado lo dice en un francés excelente, mientras que Trump simplemente no hizo la 'delicadeza europea'. Sin embargo, la continuidad siempre estuvo presente".
Mientras las autoridades estadounidenses refuerzan con el pasar de las semanas la retórica antichina, describiendo a Taiwán como "democrático", "aliado de Estados Unidos" y que "comparten ideales", en oposición al gobierno de Xi Jinping, se van acentuando las contradicciones de su política.
Retórica vacía
Octubre ha sido un mes movido en cuanto a declaraciones y acciones diplomáticas de Estados Unidos sobre China. Hagamos un breve recorrido para entender las contradicciones que indicábamos anteriormente.
- El 6 de octubre Biden reafirmó, ante su homólogo Xi, el compromiso de Estados Unidos con el principio de "Una sola China", que establece que Taiwán es una provincia de China y que constituye la base de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y China.
- El 7 de octubre Jake Sullivan, el Asesor de Seguridad Nacional de Biden, se reunió con Yang Jiechi, diplomático y miembro del Comité Central de Partido Comunista Chino, para "evitar la confrontación" y "volver a poner las relaciones sino-estadounidenses en la senda del desarrollo sano y estable".
- Sin embargo, ese mismo día el director de la CIA, William Burns, anunció la creación de un nuevo "Centro de Misiones" para "contrarrestar a China" a la que califica como "la amenaza geopolítica más importante" y "cada vez más adversa" frente a Estados Unidos.
- Más aún, nuevamente el 7 de octubre, un funcionario del gobierno Biden advirtió que "tropas estadounidenses han estado desplegadas en Taiwán durante al menos un año", lo cual es una clara violación del principio de “Una sola China” y similar a una invasión del territorio de China.
- El 22 de octubre, Biden dijo que Estados Unidos estaba comprometido a defender Taiwán en caso de una ofensiva militar desde Beijing, cambiando la estrategia de "ambigüedad estratégica" que llevó a cabo Washington durante las últimas décadas.
- Pero unas horas después la Casa Blanca contradijo al presidente en una declaración, diciendo que de hecho no hubo ningún cambio en la política de Taiwán.
El gobierno chino considera que cualquier incumplimiento del compromiso estadounidense de "Una sola China", asumida en 1972, "es una violación -dice Crooke- de las líneas rojas más rojas de China".
Aunque Biden puede ser sincero cuando dice que su administración no busca la guerra con China, y repite que solo quiere con ella "competencia justa, prácticas justas, comercio justo", su gobierno ha minado abiertamente la política de "Una sola China" con una serie de movimientos pequeños y aparentemente inocuos, como proponer una oficina de representación cuasi diplomática estadounidense en Taiwán, una acción que podría esperarse de un Trump.
Taiwan is a critical partner to the United States and a democratic success story. Taiwan should have meaningful participation in the @UN system, especially as we face an unprecedented number of global challenges.
— Secretary Antony Blinken (@SecBlinken) October 26, 2021
Ello solo puede indicar que Estados Unidos no ejerce la diplomacia sino que acumula retórica vacía en favor de la política real que lleva a cabo el establishment gringo contra China.
¿Aires de guerra?
El presidente Xi Jinping, por otro lado, está totalmente comprometido con la reunificación de Taiwán con China.
Para Beijing es notable que la administración Biden "está siguiendo -afirma Crooke- una política sigilosa para alentar la independencia de Taiwán (…) que da la impresión de que Estados Unidos, en última instancia, respaldaría un acto unilateral de independencia de Taiwán. La respuesta de China es inequívoca: eso significaría la guerra".
Si Washington está tan comprometido con la secesión definitiva entre Taiwán y China, ello solo podría significar mayor intervencionismo estadounidense. Guerra híbrida a la carta con visos de guerra convencional, si Estados Unidos se atreve a más.
Esto se expresa de manera más nítida en un largo artículo escrito por un "anónimo" y publicado por Atlantic Council, tanque de pensamiento que promociona el atlantismo otanista, en enero de este año, que propone la nueva estrategia estadounidense contra China.
Joe Biden está íntimamente ligado a Atlantic Council (por ideología y negocios), organización financiada por los contratistas de armas Raytheon y Lockheed Martin, por lo que este llamado de reescribir la estrategia antichina hacia movimientos más agresivos podría tratarse de un consenso en el seno del establishment estadounidense. Llama la atención el "anonimato" de quien lo sugiere, en un think-tank que desde su creación ha aupado la confrontación militar primero contra la Unión Soviética y luego contra Rusia.
La estrategia del Atlantic Council propone repetir lo hecho contra Irán, sintetizado por Crooke:
"Abrir una brecha en el liderazgo del Partido Comunista Chino; dividirlo contra sí mismo; montar un menú de cuestiones de puntos de presión para imponer costos a Xi y sus aliados (Taiwán ocupa un lugar destacado en la parte superior de la lista); y especifica el factor más importante que podría contribuir a la caída de Xi: el fracaso económico".
Ante esto, sentencia Crooke: "Todas estas políticas idénticas fracasaron estrepitosamente en Irán, nunca aprenden".
Al parecer los pasos seguidos por los altos funcionarios estadounidenses contra el gigante asiático se basan en la estrategia filtrada por Atlantic Council, que pretende "preservar" la supremacía estadounidense (francamente en decadencia) y "cambiar con éxito -concluye Crooke- la toma de decisiones de los altos funcionarios chinos de cuya cultura política no tienen ni idea. Es muy probable que esta estrategia termine en un desastre o incluso en una guerra catastrófica".
Lo que no deja dudas es que Estados Unidos se encuentra azuzando las banderas de la guerra, una vez más, actuando de manera errática en el costado diplomático con el objetivo de intervenir por todas las maneras posibles a la República Popular China.
Es muy probable que la aceleración de esta estrategia no llegue a buen puerto, sino más bien repita el fracaso fáctico que ya ha experimentado Estados Unidos ante Irán, siendo China un actor mucho más poderoso e influyente en la arena internacional.