Colombia ha superado en las últimas horas los 50 mil contagiados por Covid-19 y ha rebasado la cifra de los 1 mil 600 fallecidos. La agencia EFE reporta que el pasado domingo la nación cafetalera registró una escalada de 2 mil 193 contagios, la cifra más alta de casos activos en un lapso de 24 horas desde que comenzó la emergencia sanitaria internacional.
Aunque todavía Colombia pareciera estar lejos de las terribles cifras que exhiben Brasil, Perú y Chile, los últimos datos del Ministerio de Salud del país vecino confirman que el gobierno de Iván Duque no tiene un control efectivo sobre la curva de contagio y que su respuesta sanitaria sigue siendo limitada.
Los colombianos evalúan que la actuación de Iván Duque en el frente sanitario deja mucho que desear. Pero no es el único frente donde el actual presidente está perdiendo.
La semana pasada se destapó un escándalo político colosal que vincula directamente a la vicepresidenta del gobierno de Duque, Marta Lucía Ramírez. Luego de 23 años de ocultamiento, se conoció que Bernardo Ramírez Blanco, hermano de la alta funcionaria, estuvo preso en Estados Unidos por integrar una red de tráfico de heroína que iba desde Colombia, pasando por Aruba hasta Miami.
Marta Lucía Ramírez habría pagado junto a su esposo, Álvaro Pulido, una fianza de 150 mil dólares por su hermano, quien al poco tiempo de ser arrestado quedó libre tras un acuerdo con la DEA. Cumplió pocos años de condena en correspondencia a la gravedad de los cargos por los que fue procesado.
No es la primera vez que la vicepresidenta se ve envuelta en un escándalo relacionado al narcotráfico y tampoco es una novedad el apoyo recibido por toda la clase política ligada al uribismo. En abril de este año, su esposo fue vinculado a la construcción de un proyecto inmobiliario en un terreno de propiedad del narcotraficante Guillermo León Acevedo, alias “Memo Fantasma”.
El destape de estos escándalos ha debilitado la imagen interna de Iván Duque y la credibilidad de su discurso de confrontación hacia Venezuela, cuya idea-fuerza consiste en acusar a Maduro de dirigir un supuesto “narcoestado”.
La acusación resulta inverosímil para cualquier persona medianamente informada sobre la actualidad política de Colombia.
A su propio ritmo, en Colombia se han suscitado cambios políticos que ponen en vigor el desfase del gobierno actual. El analista Alfonso Cuéllar destaca que la línea de destruir los Acuerdos de Paz ha salido mal:
“Es posible que haya pensado que la guerra, como Álvaro Uribe Vélez, aumenta la popularidad. Pero la Colombia de hoy es otra: en pocos meses la favorabilidad del mandatario se esfumó. Fue derrotado. Ampliamente. Resulta que los amigos de la paz son más que los enemigos. El partido del presidente no es mayoritario”.
Cuéllar afirma que las cartas políticas jugadas por el colombiano en el frente internacional han representado saltos al vacío. El analista considera que Duque:
“Convencido de que al régimen de Nicolás Maduro le quedaban unas horas, se la jugó por Juan Guaidó. Estaba equivocado. Maduro sigue en el poder y Guaidó, cada vez más solo (….) Su apuesta con Donald Trump es un fracaso. Colombia no tiene acceso en Washington; solo críticas en el Congreso”.
A finales de mayo, autoridades estadounidenses informaron de la llegada de la Brigada de Asistencia de la Fuerza de Seguridad (SFAB, por sus siglas en inglés), una unidad élite del ejército estadounidense que asesora y entrena a militares de naciones aliadas en un variado catálogo de operaciones armadas.
La noticia fue todo un escándalo en Colombia y generó reacciones de rechazo por parte de diputados y senadores de distintas orientaciones ideológicas (desde el Polo Democrático hasta el Partido de la U), quienes solicitaron una votación de autorización en el Senado por representar una violación a la soberanía nacional y a la Constitución del país, y por enmarcarse en los preparativos de una guerra contra Venezuela.
Los funcionarios civiles y militares del gobierno de Duque jugaron a los malabares presentando la llegada de los militares de Estados Unidos como parte de la cooperación entre ambos gobiernos y no como un movimiento agresivo dentro de la estrategia de guerra de baja intensidad contra Venezuela.
Esta narrativa no caló lo suficiente y Duque se anotó una nueva derrota en el frente político interno. La narrativa radical del uribismo de convertir a Colombia en un baluarte del anticomunismo continental ha perdido fuelle definitivamente.
Con mirada aguda, el articulista Antonio Caballero destaca lo siguiente sobre las actividades que desarrollara la fuerza élite estadounidense:
“Es difícil saberlo a través de las confusas y profusas y además contradictorias explicaciones del ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, que dice que no están en tránsito, sino que vienen a ayudar. Son las tropas norteamericanas, que empiezan a desembarcar en Colombia en el mismo momento en que empiezan a abandonar Afganistán al cabo de 19 años de estar ayudando allá, a un costo total de 9 mil millones de dólares”.
Caballero profundiza y recalca que es lógico inferir que la Brigada de EEUU tiene que ver con los objetivos de derrocar al presidente Nicolás Maduro:
“Por eso no es raro que muchos hayan interpretado la llegada de la llamada Brigada de Asistencia de Fuerza de Seguridad (SFAB), de no se sabe si 53 u 800 hombres, como la primera cuota de esa otra fuerza largamente anunciada, destinada a presionar el derrocamiento de Nicolás Maduro en Venezuela. A eso se suman los mercenarios privados norteamericanos contratados para las fumigaciones con glifosato de los sembradíos de coca, más los otros mercenarios clandestinos de la fallida Operación Gedeón que se entrenaron en La Guajira colombiana, llevaron armas desde Barranquilla y a continuación se embarcaron en varias lanchas rumbo a Venezuela, donde los detuvieron en un sangriento tiroteo. Sin que lo supiera –tampoco– el despalomado ministro Carlos Holmes, que por lo visto no se entera de nada de lo que pasa en sus narices en sus distintos ministerios”.
El historial de la presencia militar estadounidense en Colombia, y su flexibilidad a la hora de cooperar con paramilitares, no ayuda en nada al relato fallido de Duque. Tampoco lo hace el registro de violaciones y crímenes cometidos con total impunidad contra civiles colombianos.
El senador de Colombia Jorge Enrique Robledo rememora uno de estos terribles eventos:
“Les voy a dar tres casos, colegas y colombianos, para que se impresionen.
“Hace unos años fueron capturados en Tolemaida, un coronel y un sargento norteamericanos. Los cogieron con 30 mil cartuchos, balas, municiones, vendiéndoselas a paramilitares. ¿Y qué pasó? Guante de seda, avión para Estados Unidos, silencio en la prensa y sanseacabó el asunto. Otro caso, también dentro de Tolemaida, una base del ejército colombiano. Un par de soldados norteamericanos violaron a una niña de doce años, y después de violarla, la tiraron en el parque de Melgar. Fueron también cogidos con las manos en la masa. Y otra vez, avión para Estados Unidos y tierra al asunto y sanseacabó”.
Iván Duque no sólo está perdiendo en el frente sanitario, sino también en el político y mediático a causa de los escándalos recientemente destapados. Como indica Cuéllar, sus apuestas en el campo internacional han fallado, y demostración de ello es el fracaso de Juan Guaidó y las críticas que ha recibido Nariño a manos de la Administración Trump.
Es un gobierno que vive un creciente aislamiento externo y que es objeto permanente de críticas y descontento a lo interno.
Aun frente a este cuadro, optan por tensar la cuerda de la guerra contra Venezuela y se exhiben como un aliado confiable de la estrategia geopolítica del Comando Sur de Estados Unidos.
Y en este frente tampoco le está yendo bien, pues a medida que busca iniciar un conflicto armado, sectores políticos colombianos arman un bloque en defensa de la Constitución, la soberanía y la paz entre ambos países que lo sitúa a la defensiva, reduciendo su legitimidad y respaldo.