Todos los chavistas debemos saber siempre por qué votamos y por qué invitamos a votar. Porque nosotros no votamos por personas, por grupos, por partidos, por gremios, aunque así lo establezca la norma. Nosotros votamos por una propuesta suprema que nos heredó el Comandante Chávez y a la cual consagró enteramente su existencia hasta que lo asesinaron.
Cuando Chávez nos convocó por primera vez a votar por él no nos ofreció casas ni trabajo, ni estudio ni ningún bien material, nos invitó a juntarnos para fundar un país, a no seguir siendo una mina en este territorio con dueños extranjeros, y para ello nos pidió que fuéramos a una Constituyente, que rompiéramos los moldes de la cultura esclava instaurada por el poder extranjero en este territorio. Nos invitó a vivir, a saber quiénes éramos.
Desde entonces hemos superado traiciones de Miquilena, Peña, Barreto, Luisa Ortega, Rafael Ramírez, e indignos oficiales del ejército, y algunos otros políticos que en sus ambiciones egoístas abandonaron la opción de construir otra cultura y se secaron acariciando las tajaditas de riqueza con que les paga el capital por su entrega. Pero eso en vez de amilanarnos más bien nos ha curtido el pellejo, y en estas elecciones lo demostraremos otra vez. La ambición de todo chavista es superar las actuales condiciones de producción y crear otra cultura.
Hace aproximadamente cuarenta años el cantante de música llanera Santiago Rojas, en una canción de su autoría, nos describió la situación del país en su exacto caos. En uno de sus versos describe a las carreteras de Venezuela como un "cuevero de ratón", sin embargo, iniciado el gobierno de Hugo Chávez la cantaleta de la oposición sobre el descalabro de las carreteras y autopistas no paraba de escucharse por radio y televisión, como si todo hubiera comenzado con el gobierno presidido por él.
El gobierno se trazó un plan de recuperación de las vías y en gran medida lo logró, pero hasta la fecha no existe un cartelito, una pequeña nota, un programa de radio o televisión en donde se mencione este logro. Simplemente pasamos raudos y veloces como si eso siempre fue así, ni chavistas ni escuálidos nos sentimos inclinados al reconocimiento aunque el logro sea evidente.
Así mismo pasa con los hospitales, las escuelas, las universidades, la vivienda, la comida, el estudio y otras tareas cotidianas dentro del capitalismo, que siempre están en el ámbito del espasmo que continuamente prestas para la demagogia llevada en tiempo de elecciones a niveles de excelsitud, tal y como lo expresa este demagogo de profesión: "No hay en Venezuela una carretera que sirva, todas son guillotinas contra el pueblo oprimido, es por esto que en mi gobierno mi prioridad es arreglarlas todas, que nunca más haya un hueco, porque dedicaré un funcionario por hueco en cada carretera, porque la eficiencia será mi norte, como se merece el humilde pueblo venezolano".
O este otro: "El sistema de salud es un juraco sin fondo, en donde campea la corrupción y el gobierno como si no fuera con él, no podemos ser egoístas, cuando ustedes me elijan para gobernar a esa tarea me dedicaré con tesón hasta que los hospitales, dispensarios, incluidos los barrio adentro, sin importar quién los haya creado, sean puestos como una tacita de oro en cada calle o caserío si es posible, y lo lograremos, instalaremos hospitales de todos los tipos para que apenas la gente sienta un leve malestar acuda a su centro de salud porque será particularizado, que es lo que se merece este endémico pueblo, que cada quien tenga su médico particular y sus especialistas, y por otro lado los trabajadores de la salud y todo el pueblo en general ganarán salarios acorde con sus profesiones, que nadie gane menos de mil dólares al mes, desde el de la limpieza hasta los médicos y administrativos tendrán su escala salarial como le corresponde a este encadenado pueblo".
O este otro pedagogo, perdón demagogo: "Moral y luces como dijo el Libertador, pero este gobierno infernal no tiene moral y mucho menos una vela para alumbrar los cerebros de la niñez abandonada a la cual acogeré en mi ceno y los convertiré en los Einstein que nos merecemos, porque la juventud con todo, las mujeres y los negros y los indígenas y los demás géneros y religiones y razas que habitan este consternado territorio por el cual sufro cuando me voy de vacaciones a Miami hostigado por el régimen, que es lo único que sabe hacer con sus preclaros y prominentes hombres como yo, que humildemente sé cómo solucionar todos los problemas, sí, yo traeré las mejores universidades y school privadas del mundo, para que todos seamos unos CEOS caribeños del mercado mundial, emprendedores exitosos, envidia del norte y el Asia lejana, sí, mis flagelados congéneres, voten por mí y verán cómo cambio este territorio de negros, indios y zancudos por uno de sangre azul, prosperidad, mente abierta y que no quede un solo rancho sin ser dignificado con su aire acondicionado y antena de Directv, y por último como si fuera poco, los obligaré democráticamente a que todos aceptemos y entendamos los valores occidentales, que es como nos merecemos vivir".
Así como estos embaucadores, encantadores de serpientes, vendedores de milagros, aparecen los hacedores de ríos, los calmadores de huracanes, los somete terremotos, los amansa ríos en desborde. Estos trúhanes de siempre, sostenidos en la fuerza de la costumbre, en la falta de memoria de las grandes mayorías, cada vez que hay unas elecciones brotan ellos como salvadores de la patria, aunque hayan quemado y volteado su bandera, burlado su himno y pisoteado su escudo, aunque hayan pedido que extranjeros invadan militarmente el territorio, aunque nos hayan denigrado en el afuera, aunque nos hayan llamado país de salvajes, bárbaros, incultos, negadores de los grandes valores de la democracia y la libertad de la sacrosanta cultura occidental.
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Sí, estos son los mismos que hoy se presentan con su cara bien lavada a pedirnos el voto, los mismos que negaron el CNE, los mismos que nos hablaron de fraude reiteradamente, los que dieron y promovieron golpes de Estado, magnicidios, guarimbas, los que quemaron gente viva, que promovieron una guerra bacteriológica con puputov, que gritaban desaforadamente que murieran todos los chavistas, los que se vendieron y están al servicio del gran capital y fungen como mercenarios, en el ámbito político, militar, cultural, profesional y académico, sí, estos son los mismos que nos han gobernado desde hace quinientos años, los que han entregado el país a los extranjeros, los que siempre que tienen un conflicto invocan a las luminosidades imperiales para que vengan a salvarlos y a cambio les regalan el país.
Sí, estos asesinos mediocres hoy se nos presentan como niños impolutos que vienen desde Miami, Bogotá o España a salvarnos del salvaje chavismo.
A ellos se les aferran algunos desmemoriados de izquierda que no tienen honor ni respeto por sus muertos y torturados, porque sus principios son de la boca para afuera y les da lo mismo cualquier mamotreto de país, porque solo son herederos de consignas vacías, panfletos y clichés que usan en política como un quita-y-pon con tal y se les den algunas migajas de la plusvalía que a diario el capitalismo extrae de nuestras fuerzas.
En estos azarosos años, los chavistas hemos aprendido lo complicado, lo difícil que es intentar crear el otro pensamiento que nos conduzca a los planes de generar otra cultura, pero la obstinación del vivir nos obliga todos los días a superar los obstáculos y a tener la certeza de que lo que hacemos es lo que hay que hacer colectivamente. Por eso, este 21 de noviembre de 2021, llueva, truene o relampaguee, los chavistas, los venezolanos, votaremos indudablemente por la vida, porque somos leales con lo que somos: una sublime forma de la vida, y para muestra este hermoso botón.
¡Ha nacido Araya! De cómo ese valle hermoso llegó a nuestras vidas
(Narración de Carlos Mendoza)
Cuando nos enteramos que íbamos a ser padres de nuevo, ya Sofía tenía como cuatro semanas de embarazo. En ese momento fueron muchos los sentimientos encontrados, ya que no fue algo que esperábamos tan pronto, nuestra pequeña Carmelia apenas tenía un año y cinco meses. Lo pensamos bien y resolvimos echarle bolas. Empezamos con las conversas de cómo y dónde iba a ser el parto, si parimos en una clínica u hospital o si sería en casa. Cuando Carmelia nació fue en un hospital y los traumas de ese maltrato aún estaban vivos en el cuerpo de Sofía, por lo tanto decidimos que eso no era opción, así que concluimos tener a la cría en casa. De una nos montamos en la vuelta y cuadramos con Yoya, una partera recomendada por muchos amigos (la cual después de esta historia se volvió nuestra comadre, hermana y amiga). Hablamos con ella y cuadramos todo.
Fueron nueve meses de muchos procesos y cambios (quiero acotar que nunca fuimos a un control y solo nos hicimos un eco cuando tenía ocho semanas, el único control fue el seguimiento que nos hizo Yoya durante el embarazo). Al final todo fluyó bien, con investigación, estudio y ayuda de Yoya nos preparamos para el momento, un parto en casa es una idea bonita pero necesita su preparación.
Hace tres semanas Sofía empezó a botar el tapón mucoso y comenzó el corre-y-corre de llamar a Yoya y las demás personas que estaban pendientes de ese parto en casa y que querían acompañarnos en ese hermoso momento. La primera en llegar fue Julia, una hermana que nos regaló la vida y desde que llegó fue una fiesta de alegría junto a sus dos hijos Lluvia e Imarú. En esos días Yoya estaba atendiendo otro parto por lo cual no se podía llegar de inmediato, pero nos afirmó que "apenas termine aquí salgo para allá", y así fue. Una semana después llegó Yoya con esa energía única de ella (los que la conocen saben de qué hablo), ¡ahí sí, ya estamos ready para parir! Pero como nos dijo Yoya, los partos en casa son una idea que se tiene en la cabeza y nunca salen como los planeas, así tengas todo fríamente calculado, lo cual no entendí hasta el día que llegó el parto, pero me estoy adelantando.
Esas dos semanas fueron de ejercicios, respiraciones, baños clientes, fogatas, cantos y jodederas, en la espera de que empezará el proceso de parto (cabe acotar que en la semana que Yoya llegó, ya Sofía tenía cuarenta semanas; entonces solo teníamos dos semanas para parir, si no, teníamos que acudir a un hospital, lo cual nada más pensar en la idea nos causaba temor). Cuando llegó la semana cuarenta y dos, ya estábamos en un punto de muchas emociones, porque se supone es el límite y además a esta fecha aún no nos habíamos hecho más ecos. Así empieza la costumbre a hacer estragos en las personas que no entienden nuestra decisión, comentarios de que "se iba a envejecer la placenta", de que "se le iba congelar el cerebro al bebé", que "estábamos en riesgo", que "había que inducir el parto", que "éramos unos hippies", y aunque hasta cierto punto sentimos molestia, entendíamos también que era preocupante la situación, no es tarea fácil romper con mitos arraigados en nuestro cuerpo.
Un día antes de que empezara lo bueno nos ofrecieron hacernos un eco para corroborar que todo estaba bien; como nos sentíamos en un tiempo límite, aceptamos. Al siguiente día nos buscarían a las 7:30am para hacer el eco y fue a las 5:30am que empezó Sofía su trabajo de parto como tal, con contracciones y dolores, así que ya a las 7am se había cancelado el eco.
Yo estaba activo con el fogón, para tener el agua caliente y llenar la piscina donde iba a ser el parto. Le avisé a mi mamá para que estuviera lista que la iba a buscar, mientras Sofía caminaba con Julia en busca de agua de coco. De regreso a casa, el día transcurrió normal, entre risas, música y masajes en la cadera para que fueran más llevaderas las contracciones.
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Como a las 3:30pm llegaron Paz y Warrior. Vinieron a darnos todo su apoyo y también a hacer registro del proceso, con fotos y videos. Para esa hora las contracciones estaban más fuerte y más seguidas. Continuamos con las cuclillas, los masajes y full respiración. En medio de la faena, Sofía decide que quiere bañarse con agua caliente, entonces nos fuimos al baño con un tobo de agua tibia, empecé a echarle agua y fue ahí cuando en una cuclillas rompió fuentes. En ese momento nos llegamos a la piscina donde se había planeado el parto, pero algo estaba pasando que ninguno nos habíamos dado cuenta, solo Yoya que es la que tiene experiencia con más de cien partos asistidos, estando en la piscina después de varios pujes, Yoya nos detiene y dice: "Hay que irnos a un hospital, la cría se hizo pupú y no es una buena señal".
Es ahí donde veo que eso marrón que salía era pupú, cuando empecé a sentir una crisis de ansiedad, pero tuve que controlarme para no alterar más la situación. Además no se trataba de mí; pregunté: "¿Y si ya se hizo pupú cuál es la diferencia que para aquí, a que para en un hospital?", y Yoya me dice que en tal caso ellos lo pueden aspirar de mejor manera ya que es un peligro que el bebé trague pupú (Yoya durante todo el proceso estuvo escuchando con un pinar el corazón de la cría, lo cual nos mantuvo en calma al saber que sus latidos estaban bien).
Nos dice: "Le voy a dar tres contracciones más, si no, nos vamos de una". Pasaron las tres contracciones y Yoya me dice: "Papá, vete a prender la camioneta que nos vamos". Salgo corriendo a cambiarme y al estar solo en el cuarto, de los nervios no encontraba qué ponerme, caí en llanto porque sóolo veía que se repetiría la historia. Me controlé, cambié y salí, prendí la camioneta y la dejé afuera del portón para volver por Sofía. Cuando entro a la casa ya Sofía estaba en un mueble pujando y con una mirada me dijo que no íbamos para ningún lado, ahí me volví a montar en la jugada y le sostuve los pies con fuerza, empujando sus piernas hacia atrás. Por un lado sostenía Paz y por otro Julia, mientras Yoya quedaba en posición para recibir a la cría, mi mamá estaba con Carmelia dándonos apoyo, las dos desde atrás.
Por cierto, Carmelia (dos años) se portó excelente en la espera y nos fue de gran ayuda, o por lo menos eso me dijo Sofía, que sentía que le daba fuerza, cada vez que la veía ahí con el agua de coco esperando que la mamá pidiera. Comenzó la pujadera y la tensión aumentaba cada vez más, al ver que algo medio se asomaba por esa puerta de la vida. En algún momento Yoya volvió a mencionar el hospital, pero Sofía estaba decidida. En un puje fuerte empezó a salir algo, pero no definíamos qué parte del cuerpo era. Es ahí cuando Yoya nos dice: "¡Viene de culo! ¡Vamos mamá, puja que ya está aquí!". Entre miradas, gestos y casi desmayos logra salir el cuerpo. Yoya, en un acto de extrema sabiduría, aplica una maniobra y logra sacar la cabeza; de una la cría aspira con la boca y pegando un fuerte grito, nos dimos cuenta de que todo había salido perfecto.
Yoya puso a la cría en la teta y de una empezó a mamar, en una siguiente contracción salió la placenta. Ya el ambiente había cambiado entre abrazos, llantos de alegría, risas. Preguntamos por el sexo (el cual no sabíamos porque nunca nos hicimos más ecos), nos dicen "¡Es varón!". La emoción inundó la casa, llegó el momento de llevar a Sofía a la cama para que descanse y esté en una posición más cómoda. Hasta ese punto la placenta y el cordón seguían pegados a la cría. Me la entregan y nos vamos al cuarto. Paz iba llevando un bol de vidrio con la placenta. Cuando Sofía se acostó, le concedo la cría y le reviso las entrepiernas y es para mi asombro el ver que en realidad era una hermosa hembra a la que decidimos llamar Araya, que significa valle hermoso.
Hoy a varios días de su nacimiento aún hay muchas historias por crear y contar, pero ésta es la de cómo ese valle hermoso llegó a nuestras vidas un 3 de noviembre de 2021.
Este ejemplo de perseverancia colectiva nos sirve para continuar adelante en la dura batalla de inventar el país que soñó el Comandante y que nosotros seguiremos soñando despiertos, que es decir pensando y haciendo, hasta el último suspiro.
Sabemos lo difícil, lo tortuoso, lo incómodo que es vencer la gran fuerza de la costumbre. Los pueblos conscientes entendemos que sustituir el sistema que esclaviza a la especie nos llevará esfuerzo y tiempo, pero los venezolanos, los chavistas, somos como dicen los llaneros: "Ante el compromiso, somos del tamaño que se nos presente", porque tenemos con qué.