Es verdad que el diseño conceptual de las ciudades le ha correspondido, casi siempre, a pensadores y planificadores de todo cuño. Lo que sí ya no es “tan verdad” es que las tareas de pensar una ciudad y la de construirla en el territorio físico deban ser tareas distintas o separadas una de otra. De allí que, en la búsqueda del ser humano capaz de pensar otra ciudad, sea necesario acudir a quienes han padecido a la ciudad actual, a la que va quedando atrás, y a quienes a partir de lo que hay se han lanzado a planificar o al menos a imaginarse, no otros territorios, sino a su propio territorio reconfigurado, transformado y relanzado.
En la búsqueda de ese filósofo-constructor, que tal vez sin saberlo es expresión una de las premisas del materialismo histórico, hemos ido a ver en qué anda, qué le preocupa, qué le gusta y qué le hace arrugar la cara a la comunera en formación de comunidades como El Viñedo y Caigua, ambas en el municipio Simón Bolívar de Anzoátegui. La primera, porque allí ha florecido como en casi ninguna otra comunidad la práctica del reciclaje, como parte de la política de transferencia de competencias y potestades del municipio a las comunas. Y la segunda, porque si varias claves de la sociedad comunera venezolana en construcción están en el ancestro indígena, que ejercía una especie de socialismo germinal sin haberlo planificado, hacia sus herederos deberían dirigirse algunas miradas analíticas.
"Limpio y saludable"
De las propuestas o parcelas transformadoras que se organizaron con los comuneros de la capital anzoatiguense, el reciclaje y la gestión de desechos sólidos es la más concreta, en términos de adecuación a su enunciado teórico: “transferencia de competencias a las comunas”. En El Viñedo, comunidad situada al suroeste de Barcelona, donde comienza la carretera hacia Anaco-El Tigre, la práctica de la recolección organizada de desechos sólidos, ha alcanzado altos grados de organización y eficiencia. Los datos y reflexiones que se recogen aquí fueron recabados en una conversación en El Viñedo con activistas de la Comuna Esperanza Revolucionaria El Viñedo.
En el área de la comuna viven unas 41 mil personas, agrupadas en 7.800 familias. Luego de dos años de trabajo informativo, organizativo y administrativo, a esa comuna le fue transferida la potestad de la gestión de desechos sólidos: el reciclaje, el cobro del servicio de recolección, la organización de los procesos dentro de la comunidad.
Carolina Machado, del Comité Ejecutivo de la Comuna, hace un resumen organizado del proceso. Las 4.238 viviendas del sector son atendidas de lunes a sábado. Es decir, por ese sector pasa la unidad compactadora recogiendo los desechos, que suman un promedio de 7 toneladas en un día. El camión, que es propiedad de la Comuna, y responsabilidad de su Empesa de Producción Social de Desechos Sólidos, finaliza cada jornada de recolección con un viaje al vertedero de Cerro de Piedra, ubicado a unos 18 kilómetros de la comunidad de El Viñedo. El programa integrado de reciclaje y recolección fue activado y lanzado bajo el lema “Por un Viñedo más limpio y saludable”.
Veintitrés personas de la comunidad trabajan en 27 sectores, en los que se han designado fiscales encargados de verificar que se cumplan algunas normas como el horario de recolección y la disposición de los desechos de manera que se evite la acumulación y la formación de puntos críticos: el clásico punto de toda ciudad donde nos acostumbramos a arrojar basura sin control, y que nos acostumbramos a aceptar como el lugar donde se desborda la basura, así sin más. A mediados de abril de 2021, la tarifa del servicio de recolección de desechos por vivienda era de 100 mil bolívares al mes.
Paréntesis probablemente accesorio: en el momento de informar sobre este punto, los comuneros dijeron que la tarifa era de cien bolívares. “¿Cien o cien mil?”, preguntamos los visitantes. Uno de los comuneros se sacó del bolsillo dos billetes de 50 mil: “Esto es lo que se paga”, dijo. Aquí, como en toda Venezuela, la denominación de los billetes y la percepción o intuición ciudadana del valor tiende a quitarle tres ceros a lo que dicen los billetes, esas víctimas instrumentales de la hiperinflación.
Los saldos favorables de ese ejercicio de organización comunitaria, identificados por los propios habitantes, son la conciencia de que el servicio debe pagarse, la conciencia de la importancia de la clasificación de desechos “en el origen” (las viviendas) y la formación de un peculiar sentido de propiedad colectiva centrado en el camión-compactadora, a la que le han puesto un nombre: “Luchita”. Esta unidad cumple otras funciones aparte del específico de recolección: en situaciones de emergncia ha servido como ambulancia, vehículo funerario y transporte de algún pasajero necesitado de trasladarse por alguna urgencia.
"Para lograr una Ciudad Comunal necesitamos que pueda ser autosustentable"
También suele cumplir funciones de recolección en sectores de la ciudad Barcelona cuando se le ha requerido. Últimamente (abril 2021) el servicio se ha visto retrasado por la escasez de gasoil.
Respecto al asunto del reciclaje, los comuneros José Mora y Yusmely Barreto aseguran que una rotunda mayoría de la población comprendió la importancia de la clasificación y reciclaje de desechos, porque ya se han beneficiado de esa práctica. Los habitantes de El Viñedo clasifican “en origen” el plástico, el vidrio, el cartón, el metal. El empleo de las comillas en la denominación tradicionalmente utilizada para designar a esa práctica, “clasificación en origen”, es una acotación de quienes redactan este texto: el origen de la basura industrial (plástico, cartón, vidrio, metal y otros materiales) no son las viviendas de las personas sino la industria capitalista, la verdadera generadora de esos materiales.
En el municipio Simón Bolívar existe una corporación para la transformación de productos del reciclaje, así como para su comercialización. Se llama RECIBAR, y ha sido una de las piezas clave del engranaje del programa denominado “Todo se transforma”, emblema del plan barcelonés de reciclaje y transferencia de la recolección a las comunas. Esa corporación recibe el material y lo procesa para convertirlo en objetos utilitarios y de embellecimiento de Barcelona, después de clasificarlo (PET, soplado, duro).
No existe preocupación alguna respecto a la continuidad de la política de reciclaje: los comuneros aseguran que siempre hay demanda de plástico, que no hay señales de que un día van a dejar de comprarles el plástico. Tienen en la mira unos galpones grandes que existen en la periferia, para su conversión en centro de acopio. Estos grandes locales fueron alguna vez criaderos de pollos de engorde.
Respecto al manejo de otros desechos, como por ejemplo los orgánicos, los comuneros informan que ya entró en acción una Brigada Ecosocialista, con la misión de compostar los residuos orgánicos de origen vegetal. Muy oportuna la visión de la producción de abonos orgánicos: en los alrededores hay 100 hectáreas aptas para la siembra, a la espera de un sistema de riego.
La reflexión-acción
Como se ve, existe una vocación, una disposición a la acción y unas esperanzas fundadas en el potencial del territorio. Pero también en las conquistas palpables y concretas. Carolina Machado tiene una visión de la evolución histórica de la comunidad y hace análisis de algunas relaciones: “En estos años de revolución los logros como el agua y la electrificación de la zona se debieron a la conformación de nosotros en Mesas Técnicas de Agua y de Energía”.
Yusmely navega un poco más hondo en la historia de El Viñedo, que “se llama así porque era una zona productora de uvas. Cuando ya no se produjo más uva se instalaron en la zona los criaderos de pollos. Hace treinta años El Viñedo era una comunidad de tres calles de tierra (teníamos que amarrarnos bolsas en los zapatos para caminar cuando llovía), sin asfaltar, sin alumbrado ni agua; el agua que venía de vez en cuando era salada, de un tanque subterráneo, no había ningún plantel educativo. El servicio de transporte público lo prestaban tres carritos en malas condiciones y un autobús que pasaba a veces y era muy caro. Ahora hay 39 sectores, tenemos tanques que almacenan y distribuyen el agua”.
Sobre la Ciudad Comunal en discusión y en construcción:
“La visión del comandante Chávez era que vamos hacia un Estado Comunal. En este momento aquí tenemos cuatro comunas avanzando hacia la conformación de una Ciudad Comunal. Para lograr ese objetivo necesitamos que esa ciudad pueda ser autosustentable”.
En esos análisis de su propio entorno, los comuneros detectaron y describieron, sin identificarlo con ese nombre, el proceso previo a la construcción de la Ciudad Comunal: el criterio de destrucción originaria se ha cumplido, no como acción política motorizado por factores políticos que se lo hayan propuesto consciente y taxativamente, pero sí mediante la destrucción gradual de procesos e iniciativas capitalistas (industria de la explotación de la uva y de la producción avícola) y la gradual y explosiva evolución hacia una comunidad agrícola. Ya cuentan con la calidad del agua requerida para esos fines, además del impulso organizativo, y con otros requisitos cruciales, que son el crecimiento demográfico, la existencia de un núcleo de activación política.
En la próxima entrega, la no-ciudad: hacia el territorio comunal indígena cumanagoto.
Equipo de investigación: J. Arteaga, J.R. Duque, C. Vásquez.