Mié. 18 Diciembre 2024 Actualizado Sábado, 14. Diciembre 2024 - 10:42

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(Foto: El Cayapo)

Ante el desnalgue global humanista, pensemos otra política

"Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes".

Albert Einstein

De acuerdo con la oficialidad cultural del régimen humanista y su aparato de producción el capitalismo, la política es sustancialmente la ciencia y arte de gobernar, desde tiempos muy remotos.

Así adornada, la palabra parece no hacerle daño a nadie, suena hasta bonita y justifica su existencia. Pero jurungando sus vísceras y soportando sus hediondeces, sabremos que la política desde siempre y en la actualidad es ejercida por elites, dueñas de los modos de producción, que en su devenir poderoso han usado el engaño, la droga, el robo, el asesinato, la extorsión, el chantaje, la masacre, la tortura, el terrorismo, el secuestro, el bloqueo, las sanciones, el magnicidio, la explotación, la deforestación, la contaminación, la invasión, el desarraigo, los campos de trabajo forzado, las cárceles, los manicomios, y en menor escala, pero no menos terroríficos, las escuelas, preescolares, liceos, universidades, iglesias y otros centros de formación y disciplina de esclavos para que trabajen en el aparato de producción capitalista, aceptando que es bueno ser sometidos. Estos medios se aplican por separado o combinados, pero siempre se aplican.

Las elites están convencidas de que no hay otra manera de hacer las cosas, y desde la aparición del humanismo como cultura han decidido que así es cómo se debe vivir, que todos debemos aceptar, fundamentalmente los esclavos. Que los azaros de la historia nos trajo aquí y que en adelante no hay más nada que hacer que adaptarnos a las circunstancias. Unos nacimos para esclavos y otros para martillarnos.

La política que el poder ha ejercido hasta este momento se fundamenta en dos pilares fundamentales que son "el fin justifica los medios" y "divide y vencerás", es decir, en función de obtener el botín, único fin de los poderosos, todos los medios están justificados y para ello debemos dividir al enemigo y vencerlo. Es decir, moral y éticamente, más allá de sus galimatías morales, estas clases no tienen vergüenza, ni sienten remordimiento por robar, matar y todos los demás crímenes que cometen, porque en definitiva lo importante es el botín que regocija y lava las culpas; todas las penas que las consuman los pobres.

Se nos dice y remacha que ese arte y esa ciencia son neutrales, pero la realidad es que la política practicada por las clases poderosas no tiene nada de neutralidad. Todas sus políticas expresadas en la organización y administración de corporaciones que controlan al Estado, que a su vez defiende sus asuntos e intereses, existen también en su carácter represivo ante la posibilidad de que los sometidos, organizados en gremios o partidos, pudieran atentar contra el régimen. En ninguna parte del diseño de esas políticas los esclavos somos considerados como gente, aunque nos lo juren por su mamaíta y dios.

¿Quién hace y para qué la política?

Desde los inicios de la historia, el poder se ha ejercido como un medio para solucionar el problema del hambre, el miedo y la ignorancia, pero hasta ahora sabemos que solo se ha remediado en las elites, porque en las grandes mayorías el ejercicio de la política, aunque en el papel diga lo contrario, está prohibido desde siempre. El camino a ejercer ese derecho por los esclavos está empedrado de masacres milenarias, que de paso les sirve a las elites como castigos ejemplarizantes para justificar su dominio, y eso que los esclavos jamás nos hemos planteado destruir las condiciones materiales de existencia de las elites.

Un pequeño ejemplo del ejercicio de la política. Veamos cómo se cuajó el capitalismo, sistema que hoy nos acoquina. Los dueños de la Iglesia, en lo que hoy llaman Europa, decidieron que la mejor forma de resolver el hambre, las pestes y las miserias era conseguir botín invadiendo otras tierras, ya que las guerras, hambrunas, pestes, epidemias los tenían arruinados, y así iniciaron en 1090 aproximadamente las benditas Cruzadas, y después de 200 años de invasiones, masacres, asesinatos, saqueos, robos, se produjo la primera acumulación de capitales que dio origen al humanismo, porque si bien la Iglesia fue quien inició esa política, el provecho lo obtuvieron señores que después del saqueo descubrieron que su pensamiento era torpe y muy rudimentario, cuando ya las culturas invadidas habían superado la idea del planeta plano y toda la superchería de la que se rodeaban los señores de la guerra europea.

Esto trajo como consecuencia una guerra en Europa entre la nueva visión producto del conocimiento saqueado a estas culturas y las cataplasmas ideológicas que la Iglesia había impuesto a los europeos desde la decadencia del imperio romano, dando como resultado el ocaso de la Iglesia, su poder en Europa y la aparición de una nueva cultura: el humanismo.

Cultura que nace a partir, no ya del resultado azaroso del devenir de la especie en interminables guerras que solo servían para la obtención y disfrute inmediato de botines, sino de la complejidad del concepto, de la abstracción, que supera la ideología. Es por primera vez en la historia de la especie cuando las elites se ponen de acuerdo para nombrarse y nombrar, como creadores de mundos, sustitutos de dioses, llevando la ideología a la realidad por medio del concepto, donde el hombre-individuo sustituye al dios-individuo-todopoderoso. Y en adelante, una sola historia, un solo arte, una sola arquitectura, una sola política, un solo modo de producción y un pensamiento único rige al planeta, mientras todo lo demás es bárbaro, salvaje, villano, indigno, irracional, bestial, negro, indio, mujer, menesteroso, extranjero, inmigrante, y todo aquel o aquello que no aplauda la nueva dictadura del individuo sobre la especie y la vida en general.

En adelante ya no importa bajo qué manto del Estado se gobiernen los dueños, ya sea monarquía o democracia o ambos juntos, lo importante es que todos compartan el mismo modo de producción, que al final resultará en una misma cultura para todos, independiente de sus veleidades privadas. Pero lo más importante como logro supremo es haber convencido a los esclavos que es así como se debe vivir, que en adelante ya no más historia, que la felicidad del individuo basta y sobra para que todos seamos felices.

Con estas premisas en el bolsillo y el cerebro calenturiento, las elites europeas se lanzan a la invasión del redondo mundo. Violentaron tanto al continente americano como al africano y con ello se produjo la segunda más grande acumulación de capitales, generándose un inmenso desarrollo del modo de producción capitalista a nivel mundial. De África trajeron unas 10 millones de personas que fueron sometidas a esclavitud y usadas para procesar recursos de todo tipo y generar materias primas que luego eran trasladadas a Europa para su procesamiento, para después ser devueltas como mercancía a estos mismos continentes, vendiéndolos a precios de especulación, lo que trajo como consecuencia la miseria permanente en estos continentes y la riqueza en Europa.

Venezuela fue invadida silenciosamente por las corporaciones

Después de allí, la revolución industrial que da inicio a la invasión de Asia en gran escala: la India, China, Asia Occidental y todos los territorios aledaños, de donde trasegaron a millones de esclavos asiáticos que terminaron por potenciar la gran revolución industrial que marchaba literalmente a todo tren en Europa y Estados Unidos. La tapa del frasco es de la revolución francesa, que legaliza definitivamente este saqueo y crimen iniciado con las primeras cruzadas.

En adelante, una nueva visión acompaña la política de las elites occidentales en el mundo. El Estado se convertirá en el paga-peo, ya no habrá rey muerto rey puesto: ahora los intereses de los dueños serán protegidos por el Estado, mientras ellos gobernarán desde las sombras. Siempre se hablará en sentido figurado de "el capitalismo" y "el empresario", en términos mitológicos, que de acuerdo con los intereses se convertirá en malo o bueno según la necesidad de exponerlos individualmente y no como sistema sea necesaria. Aunque el señor Carlos Marx los haya expuesto con todas sus llagas.

Los sucesos siguientes llamados crisis por sus intelectuales no son más que el reacomodo que cada cierto tiempo genera la gula del sistema, dando como resultado las llamadas guerras mundiales y toda la lista de invasiones y sometimientos que por consumo de recursos para producir riquezas genera el sistema en todo el planeta. Eso bastaría para explicar toda la miseria en el resto del globo, pero su aparato de propaganda y educación se encarga muy bien de ocultar.

Ahora bien, ¿estos sucesos acontecieron por milagro, por capricho, por casualidad, por iluminación de unos cuantos, o fue una decisión pensada, elaborada? ¿No fue acaso una política? Sí, la decisión de desprenderse de las monsergas religiosas y sus rudimentarias representaciones fue una disposición consciente de una elite que resolvió vivir a su propio albedrío. Pero no solo eso, sino que además dispuso que los demás vivirían bajo su dominio por los siglos de los siglos amén, incluida la Iglesia y todas sus variantes en todo la esfera terráquea.

Esta explicación la hacemos para comprender que intentar deshacerse del capitalismo o sustituirlo por otro modo de producción es una decisión política, que va más allá de las necesidades naturales o las impuestas por la exacerbación publicitaria. Es una decisión que nada tiene que ver con lo existente, en tanto no es la intención su disfrute o tormento, porque si luchamos por casa, carro, comida, estudio, trabajo digno para todos los esclavos, entonces esa política está destinada al fracaso porque el capitalismo no produce para resolver problemas, sino para obtener ganancias.

Cuando en Venezuela los señores de la guerra o caudillos que existían en estos territorios vendían cuero, cacao, café, ganado, oro, o lo que fuera que hicieran como actividad económica para obtener botín y mantener esos ejércitos, no tenían la más mínima idea de que los gringos, ingleses, holandeses o quien fuera venían investigando desde los 1850 la posibilidad de que hubiera petróleo en Venezuela. En los libros aparece que ya en esa época al petróleo lo llamaban "el aceite de Jordania", y desde entonces, hasta el 12 de abril de 1875 que se funda La Petrolia en el estado Táchira y se empieza a hacer queroseno en muy pequeña escala. Ya las élites transnacionales petroleras habían decidido tomar este territorio, y de hecho ellos invaden este país de manera silenciosa, no como invadieron Cuba, Puerto Rico, Haití, Dominicana o Nicaragua: aquí entran como señores del negocio, ellos no entran cayéndole a tiros a nadie, ni vienen a matar a nadie, ese trabajo sucio lo harían o dirigirían las elites ya conocidas y sus mayordomos disfrazados de políticos y militares.

A eso es lo que llamamos invasión silenciosa de las corporaciones petroleras en Venezuela. Todo lo que deriva de esta decisión política es lo que estudiamos como historia: la consecuencia y no la causa, puras anécdotas que ocultan el verdadero interés que generan los resultados. Nunca conseguimos en ningún político, empresario, académico, intelectual, profesional, artista, o fracción política un diseño o plan que poner en práctica para construir este territorio como país, aunque todas sus ambiciones las muestren en nombre del país. Con sus excepciones, siempre estaban las transnacionales o las potencias extranjeras manejando los hilos detrás de quienes aparecían como controladores del poder. Así aparecen Castro, Gómez, López Contreras, Medina Angarita, Gallegos, Chalbaud, Pérez Jiménez, Betancourt, Leoni, Caldera, Carlos Andrés, Lusinchi, Luis Herrera.

Las elites no han diseñado política para este territorio

Las elites venezolanas, vulgares contrabandistas que no tenían nada que ver con este territorio, son los descendientes de los saqueadores, criminales, ladrones, estafadores, tahúres, cazafortunas que vinieron en la Colonia y que se quedaron porque no pudieron irse a Europa con plata, y los de hoy son sus tataranietos y nuevos ricos conformes con las migajas que riegan de vez en cuando las transnacionales. Una elite que solo le importa el negocio en este territorio, sin coraje para evitar que las transnacionales petroleras entraran como río en conuco. De hecho, las guerras o montoneras en esa época se dieron porque ya se había puesto en práctica la política de eliminación de los caudillos que venían dando pingazos desde la guerra de independencia y los remanentes que quedaron con Zamora, pero no es que ellos estaban peleando para evitar que las transnacionales se robaran el petróleo y contaminaran las aguas y la tierra, no. No era que estos caudillos tenían un plan político para fundar un país o para controlar los recursos que el país tenía. Todo el mundo vivía a salto de mata y cómetelo bicho, al día a día. Todos, de una manera u otra, manejados por los intereses extranjeros en estas tierras.

El único momento en que escuchamos hablar de construir, hacer, buscar, pensar, hablar, experimentar un país desde Bolívar o Miranda lo conseguimos con Chávez. Previo a eso, ningún carajo o elite tenía un plan que no fuera entregarle el territorio a las corporaciones, o darle continuidad a las elites saqueadoras que estaban y que hoy son furibundas y odiantes hordas antigobierno, que sin pudor alguno piden invasiones militares, sanciones y bloqueos contra el país. Esta gente disfrazada de manto, agua colonia y talco son como el siete cueros: recorren babosamente sin ton ni son los intersticios de este territorio, vendiéndose ahora como la última gota de agua en el desierto.

Solo si diseñamos política, podemos dejar de ser esclavos

Los académicos no han inventado una política académica para fundar país porque les basta con copiar, ya que fueron educados en ese platillo volador llegado de afuera que llaman aparato educativo, con sus escuelas y universidades colonialistas, disciplinantes y transmisoras de conocimientos reciclados e ideologizados, que sólo sirven para formar esclavos creyentes, de que como viven los amos es como hay que vivir, y que los esclavos no debemos pensar so pena de quedar fuera del sistema como los enfermos de lepra. Los profesionales no han diseñado una política profesional para inventar pueblo, porque solo toman su título y a copiar manuales y procedimientos de otros lugares. Los empresarios nunca inventarán una política empresarial porque les basta con robarse los dineros del Estado y recibir las migajas de las trasnacionales de las cuales son subsidiarios. Los obreros, los campesinos, los pescadores lo único que hacemos es trabajar para que la energía se vuelva dinero en manos de los empresarios.

Y no hemos podido diseñar política para este territorio porque formamos parte de la realidad física que nace de un concepto que ya fue pensado y nos pensó. De paso, pensando desde la perspectiva de la imitación. Hay gente que se molesta porque lo decimos, pero esta realidad es la realidad, no hay otra, a menos que la ideologizada del cerebro queramos transferirla a la realidad física o natural, pero en ese caso hablamos de locura y ahí sí es verdad que estamos jodidos.

Podemos crear otra política a partir de la existencia de este gobierno

Diseñar una política auténtica, radicalmente distinta a esa extranjera que hasta ahora ha existido, pasa por comprender que inventar no es imitar la hechura de un motor, porque eso ya existía. Está bien, es plausible el ingenio. Pero si ese ingenio en los venezolanos lo pusiéramos en práctica como parte de una política para inventar un país en este territorio, posiblemente construiríamos un concepto de país, de territorio, de vida, porque objetivamente tenemos la capacidad como pueblo de inventar, de diseñar.

Hacer política distinta pasa incluso por nombrar y nombrarse, tomar decisión fuera de la acción y reacción que generan las políticas emitidas por el sistema o modo de producción en el mundo. Es como dijo el señor Simón Narciso Rodríguez: ser ORIGINALES entre LOS ORIGINALES. Nosotros no podemos seguir siendo o hablando de izquierda y derecha, anarquistas, comunistas, nacionalistas, demócratas, socialdemócratas, socialcristianos, centro democrático, centro derecha, republicanos, centro izquierda, ultra derecha, ultra izquierda, progre, light, conservadores, liberales, media gallina, y a disfrazarnos con sus etiquetas. Para muestra un botón: el señor Figuera anda de brazos y amapuches con la señora María Machado, y seguro que el gallito rojo ya lo cambió por un zamuro. A ese señor le importa un carajo el Partido Comunista y mucho menos el país: solo le importan sus intereses muy individuales, y si se los garantiza la señora, así se hará. Observemos a los tránsfugas, cada uno más chavista que Chávez, pero todos están con el enemigo.

Para construir otra realidad debemos desmenuzar la actual, pero de una vez por todas quitémonos ese mojón de la cabeza de que seremos como Europa o Estados Unidos, porque es imposible llegar a ese desarrollo, por la sencilla razón de que nosotros no podemos invadir a nadie porque no producimos armas en la escala requerida. ¿O es que alguien en su sano juicio piensa que estos países se desarrollaron porque duraron mil años concentrados en sus territorios sembrando, estudiando, haciendo deportes, rezando, inventando todo, y cuando ya estaban listos llamaron la atención del mundo y les dijeron: "así trabajando, es cómo se progresa"?

Algún pendejo cree eso, pues bien: desde la primera cruzada hasta hoy han transcurrido 933 años de engaño, droga, robo, asesinato, extorción, chantaje, masacre, tortura, terrorismo, secuestro, bloqueo, sanciones, magnicidios, explotación, deforestación, contaminación, invasión, desarraigo, campos de trabajo forzado, cárceles, manicomios, escuelas, preescolares, liceos, universidades, iglesias y otros centros de formación y disciplina de esclavos, aplicados en Europa y los demás continentes para producir esa preciosura que llamamos humanismo. En cada año de aplicación, estos medios se han sofisticado. Ellos pensaron a partir de un saqueo que empezaron en 1090 en otros pueblos, lo procesaron y trocaron en un sistema de pensamiento, y ese sistema de pensamiento lo convirtieron en un aparato de producción, modus vivendi de unas élites.

¿La tarea de ser otros es fácil? Definitivamente no lo es, pero hay que hacerla. Preguntemos en la calle: ¿Cuántos están dispuestos a pensar, a construir un país? La mayoría quedará en el aire. Ahora preguntemos: ¿Cuántos queremos y merecemos tener carro, casa, un buen hospital, un buen centro comercial, aire acondicionado o el gran teléfono y el internet con 10 mil megas? El noventa y nueve por ciento expresará "¡Yo!", desde el más recalcitrante comunista hasta el más feroz ultra liberal.

Esta es la gran realidad, y ante ello la única opción es la separación del capitalismo, dejar de imitar, dejar de creer. Las interrogantes deben guiarnos, porque no podemos sembrar por sembrar. Aquí sembramos por imitación, se tienen hospitales por imitación, carros por imitación, arte por imitación, música por imitación, pero no porque nos hemos sentado a pensarnos como un país.

Si pensáramos como nosotros nos daríamos cuenta de que Europa, Japón, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia, Corea del Sur, los modelos de crecimiento, civilización, desarrollo, progreso están vueltos mierda, y en caso de reconstruirse repetirían lo mismo, porque locura es -como decía Einstein- hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes.

Se supone que todo este proceso es para resolver los problemas del hambre, el miedo y la ignorancia que nos hace esclavos; entonces comencemos a pensar políticamente desde el nosotros, que es donde tenemos todas las ventajas. Empecemos a diseñar políticas para sembrarnos. La opción está en ser nosotros, sin las ataduras que hasta ahora hemos tenido. No tengamos miedo a la auténtica palabra que ha de nacer del nosotros. Comamos a gusto lo que sembramos, cocinemos, vistamos de acuerdo con el clima y la geografía; seamos seres íntegros sin miedo, mostrándose en su esplendor, con todos sus colores, aromas y sabores.

Si nos atenemos a la definición inicial de la política sacamos como conclusión que la misma solo ha servido para beneficiar a los poderosos a todo lo largo de la historia, y que se ejerce por decisión y voluntad, que llevarla a cabo requiere de un plan, una estrategia, una táctica y una realidad donde ponerla en práctica.

¿Estamos los esclavos dispuestos a pensar otra política? Porque la actual nos usa para el beneficio de otros, y eso de andar organizando revueltas y mendingando derechos para terminar masacrados, presos o locos solo ha dado más beneficios a los señores. Solo si diseñamos política, podemos dejar de ser esclavos.

— Somos un grupo de investigadores independientes dedicados a analizar el proceso de guerra contra Venezuela y sus implicaciones globales. Desde el principio nuestro contenido ha sido de libre uso. Dependemos de donaciones y colaboraciones para sostener este proyecto, si deseas contribuir con Misión Verdad puedes hacerlo aquí<